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LA COLUMNA DEL PERRO

Miguel Dávila Dávila

CARIÑO Y APEGO

Hace algunos años un joven que viajaba en una pick-up rumbo a Monterrey, pues estudia en aquella ciudad, decidió llevarse a su perro Max, una cruza de labrador de color negro con ojos vivaces, pelo reluciente, que a mí se me figura como un zapato acabado de bolear, con una cola que no para de mover, ya que con ella pienso yo, expresa toda la energía y vivacidad propia de su ser.

Me platicaba su dueño que la finalidad, de llevarse a Max, era para no estar solo en el departamento, y sacarlo a pasear por las noches y los fines de semana, pues he notado que el perro en casa de mis papás, está triste y ha perdido peso, además de que se ha enfermado últimamente de una cosa o de otra, sobre todo de las patas ya que si no "cojea" de una pata lo hace de la otra.

Yo cada que regreso a Torreón lo he sacado a caminar conmigo y parece como que por arte de magia todos sus males desaparecen, después del paseo regresa muy contento y al cabo de un rato come con muchas ganas la ración que le sirvo, y después por la noche se duerme y se queda muy en paz. Por todo esto decidí llevarme al Max, para que me acompañara a mí y yo a él, el mayor tiempo que nos fuera posible.

Me preguntó acerca de la mejor forma en la que pudiera trasladar a su amigo Max, ya que pensaba viajar con él regularmente, le dije que la mejor forma era que lo llevara en una jaula de transporte que estuviera lo suficiente grande para que éste fuera cómodo, también le recomendé que no le diera de comer recién antes de viajar ni tampoco inmediatamente al llegar, sino horas después ya cuando su perro se hubiera relajado. Sólo hay que darle suficiente agua antes de viajar, y ahí mismo le puedes dar un poco de suero oral, para que no se deshidrate con este calor. Todas las recomendaciones salieron sobrando, al fin joven, a su dueño se le hizo fácil llevarse al Max suelto en la caja de la pick-up. Todo estaba bien, pues el Max sabía comportarse bien en la camioneta ya que aquí en la ciudad es así como anda con su dueño para todos lados.

Al salir de Torreón, después de un rato de ir ladrando se cansó y se echó a descansar, me platicaba, a un lado de unas maletas y algunas otras cosas que yo llevaba para Monterrey.

Tiempo después me paré en Paila para cargar gasolina, descansar y tomarme un refresco, y cuál no sería mi sorpresa que estando en la gasolinera al revisar la carga, el Max no estaba, lo busqué por todos lados desesperado, no lo encontré así que acabé de cargar gasolina y emprendí de inmediato mi viaje de regreso a Torreón buscando por toda la carretera esperando lo peor, me imaginaba que el Max estaría atropellado o fracturado por la caída.

Continué buscándolo hasta casi llegar a Torreón, hasta el lugar en que lo había yo visto por última vez, y nada.

Ya se imaginará, me decía, cómo estaba yo de nervioso, de asustado y también enojado conmigo mismo pues me sentía culpable por no haberlo transportado como usted me dijo.

Los días pasaron, y el próximo fin de semana regresé con mis papás a quienes ya les había comunicado la noticia por teléfono, pero ahora les explicaba en persona lo que había pasado y lo triste y apesadumbrado que me sentía.

Regresé de nuevo a la ciudad de Monterrey, y al pasar de los días la rutina de mis estudios me distraía a ratos, pero nunca dejé de pensar en el Max, y en cuál había sido su destino.

Pasaron 19 días exactos, cuando de pronto recibí una llamada telefónica de mis papás quienes con gritos de alegría me decían, hijo buenas nuevas el Max regresó a casa, flaco y sucio, pero lleno de alegría y vitalidad como siempre. Yo no cabía en mí de alegría y me puse a llorar como un niño.

Ahora que todo pasó me pregunto que si tuve suerte, de que no le pasara nada al Max, suerte de que el Max no se hubiera lastimado en la caída, suerte de que el Max se hubiera orientado y llegara a mi casa, o más bien a su casa pero sobre todo una suerte enorme, pues a pesar de que yo fui irresponsable en la manera en que lo transporté, al Max eso no le importó mucho, sino sólo tuvo en cuenta, el cariño con que lo trato y por eso pienso yo, que regresó a mí.

Y AHORA PARA TERMINAR UNA GOTA DE FILOSOFÍA:

LAS DISTANCIAS SEPARAN LAS CIUDADES, LAS CIUDADES DESTRUYEN LAS COSTUMBRES. (CANCIÓN).

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