Foto: Archivo Nacional Alemán
En cada capítulo, Emil va descubriendo nuevos elementos de su personalidad, de su carácter, de su alma y describe los pormenores de una odisea que no termina con la vuelta a lo conocido sino con la aceptación de esa parte nueva de su ser.
Hermann Hesse, nacido en Calw, Alemania, en 1877, cuenta que huyó del Seminario Evangélico de Maulbronn por la rigidez en la educación. Tras andar por las rutinas de varios oficios (uno de ellos fue el de librero) publicó Peter Camenzind, su primera novela, en 1904. La obra es el viaje de ida y vuelta de un joven que, primero, sale de su pueblo natal con la intención de ganar experiencias y reunir los elementos para armar la gran obra de su vida; luego de sus viajes, amistades, amores y vicios, retorna al hogar de los primeros años. Esta narración ya contiene varios de los temas que fueron visitados varias veces por Hesse a lo largo de su carrera literaria.
En 1919, escribió Demian, una de sus narraciones más reconocidas. La firmó con seudónimo, uno que comparte con el protagonista de esa “historia de juventud”: Emil Sinclair.
En esta pieza esencial de su bibliografía, el Nobel de Literatura abordó aspectos oscuros y psicológicos de la transmutación de la vida, dejando en claro la influencia que tuvieron sobre él las ideas del psicólogo Carl Jung.
Para muchos lectores, títulos de Hesse como Siddartha o El lobo estepario son escalas iniciales en la literatura, lecturas que llegan a manos adolescentes. Cuando esos mismos ojos ya pertenecen a seres adultos, es cosa frecuente sorprenderse al percatarse de los trasfondos, llenos de misticismo, espiritualidad y filosofía, tejidos por el narrador.
LA SOMBRA
La búsqueda de uno mismo, aderezada con los conflictos internos y las inquietudes sociales de un humano inscrito en el temprano siglo XX, constituyen un pilar importante dentro de la experiencia llamada Demian. La sensibilidad lectora es atizada por el desarrollo del personaje principal que va asimilando los problemas surgidos desde la infancia hasta lograr “romper el cascarón”.
Emil Sinclair narra en primera persona sus años infantiles, la convivencia con su familia y la comunidad escolar. Su mundo es perfecto, sin oscuridad ninguna. A pesar de todo, él se siente fuertemente atraído por ese lado malo que nunca en su corta vida ha experimentado. No es casualidad que se vea envuelto en una operación junto con el malhechor de la escuela, Franz Kromer, quien lo engaña para que hurte unas manzanas.
El chico abusador chantajea a Sinclair para que siga haciéndole favores. Si Emil no obecede, sus padres sabrán la verdad sobre su impoluto vástago. Presionado por la situación, el pequeño vive un ambiguo tormento: “¡Qué dulce me parecía aquello! (...) quizás iba a pertenecer desde ahora al mundo de los malos, a compartir secretos con los malvados, a depender de ellos, a obedecerles y a convertirme en uno de ellos”.
Un día, llega un niño nuevo a la escuela. Ese chico, llamado Max Demian, logra espantar a Franz. A partir de ese momento, la espiritualidad comienza a manifestarse dentro de la obra. Su salvador es descrito por Emil no como un niño sino como un adulto en un cuerpo infantil. El contraste propulsa el relato. Sinclair es inseguro, tímido y cobarde y Max todo lo contrario.
Pronto se hacen amigos y la amistad dura hasta la adultez. La idea del opuesto es constante y evoluciona en cada capítulo hasta llegar a un punto en el que todo se une.
Foto: Archivo Siglo Nuevo
El psicólogo alemán Carl Jung sostenía que el término 'arquetipo' engloba toda aquella imagen onírica existente ya sea en la cultura o en la religión que sea transcendental o de interés universal. En el caso de la historia de juventud de su compatriota, el arquetipo de la sombra es la línea punteada que guía al lector hacia la confección de un cuadro en el que queda expuesto tanto lo negativo del espectro humano como la oposición existente entre individuos en un mismo tiempo y lugar, elementos irrenunciables que luego resultan difíciles de percibir o aceptar.
Al principio, Sinclair necesita ese territorio ignoto, pero no llega a explorarlo por su cuenta, es necesario el estímulo de un agente en apariencia externo: Demian. En cada capítulo, Emil va descubriendo nuevos elementos de su personalidad, de su carácter, de su alma y describe los pormenores de una odisea que no termina con la vuelta a lo conocido sino con la aceptación de la parte nueva de su ser. Asimilar la sombra es volverla parte de su vida.
CASCARÓN
La importancia de los sueños como ventana interior (a través de ellos se asoma la 'sombra'), la unión del bien y el mal simbolizada en el dios gnóstico Abraxas, los descendientes de Caín con su marca indeleble, esos y otros elementos se combinan en cada etapa de la ruta seguida por Sinclair para encontrarse a sí mismo y acabar de fundirse con su lado enigmático.
En Demian, Hesse retoma a uno de los personajes más famosos de la literatura universal: Beatriz, la de Dante, ese florentino que escribió la Divina Comedia. La inspiradora de un viaje sobrenatural aparece en la vida de Sinclair, será su guía en el camino hacia una experiencia desconocida. Ayudará al joven protagonista a romper su mundo y transcender. Lograrlo no es sencillo, necesita del fuego, porque el fuego purifica, para limpiarse de inquietudes y frustraciones, para escuchar con claridad sus ideas, unirse a sí mismo y aceptar todas sus facetas.
Max Demian le dice a Sinclair: “El pájaro rompe el cascarón. El huevo es el mundo. El que quiera nacer, tiene que romper un mundo”. De ese modo, Hesse se apoya de otro concepto intangible acuñado por Jung: el inconsciente colectivo. A fin de cuentas, no podemos no dejar de reproducir actos que se repiten desde tiempos ancestrales en todas las culturas del mundo. Ese concepto se opone al inconsciente personal, a los recuerdos, ideas, percepciones y contenidos que no salen a flote.
Emil en esa espiral donde ni salidas, ni entradas, ni retornos son seguros más se tiene la certeza de acabar en algún punto. Emil en la labor de forjarse una individualidad, que no sólo abarca conocimientos y experiencias reunidas en la vida, sino la influencia de otras personas.
SELBST
El libro es una síntesis, la unión de los opuestos. La odisea de Emil no es un viaje sin recompensa. Los elementos, las piezas, los factores, acaban hallando un acomodo, terminan juntándose, esto le permite convertirse en una persona equilibrada a pesar de su temprana edad.
No es casualidad que el autor publicara este relato, que puede inscribirse en el género de 'novela de aprendizaje' tras la sangría que representó la Primera Guerra Mundial. Hesse escribió esta novela en medio de un ambiente depresivo causado por el conflicto bélico y porque tuvo que emigrar de su país. Acuñó una obra que puede escalar hasta representar a una sociedad que se busca a sí misma tras aceptar hundirse por unos años en el lado oscuro. Unos ideales se habían roto y fuerzas de otro orden, que nacieron del hombre, comenzaron a forzar cambios radicales.
El selbst o 'sí-mismo' es otro término de Jung: la última fase para alcanzar la individualidad propia y crear un yo consciente. Hesse persigue esa idea con planificada precisión a lo largo de todo el libro. Cada elemento está colocado con minuciosidad de manera que los pequeños detalles se vuelven grandes, aunque eso también depende de la dimensión que haya adquirido el relato en nuestro interior al confrontarnos con un final libre.
Hesse cumple con llegar al extremo de la obra habiendo esparcido por aquí y por allá sus oníricas maravillas, todo con un propósito. Emil Sinclair representa la búsqueda de una identidad tanto individual como colectiva que es incluso capaz de llegar a convertir este mundo en el escenario de un conflicto a gran escala para acabar con ese viejo mundo que ya no puede contener la fuerza de su vencedor, un nuevo orden de cosas en trance de romper el cascarón.
