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La respuesta está en el viento

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XAVIER BOELSTERLY URRUTIA

El comienzo, la Reina. A las once horas del lunes 26 de diciembre de 2016, a dos días de la celebración católica del Día de los Santos Inocentes, Rubí salió de su casa con sus papás, en un camionetón rojo. Había como cien personas apostadas ahí, entre prensa, familiares, amigos, vecinos, desconocidos, metiches y admiradores, sí, como un mex-tex residente de San Antonio, que decía: "Démosle paso a Rubí, a nuestra Reina mexicana, la Reina de todo México. Aquí la cuidamos, no la vamos a dañar, haremos una valla. Es nuestra Reina". Y terminaba con una porra: a la bio, a la bao, a la bim bom bam... coreada por muchos.

Hasta que empezara la chiva, programada a eso de las cuatro de la tarde, todas las actividades de los quince previas eran privadas. Crescencio Ibarra así lo reiteró a los medios, a los invitados y a los metiches. Sin embargo, habían dispuesto lugar para 1,300 personas. Y todos sentados. Y se llenó. Y se comió y se bebió. ¡Ni Carlos Slim ni otros afortunados han tenido tanta gente en sus celebraciones y fiestas familiares!

Se implementó en un llano de La Joya, donde otrora solía haber una presa. Lonas, mesas, sillas, adornos, altar, la Guadalupana -no podía faltar la Emperatriz de América-, ocuparon el lugar, muy bonito, muy del altiplano potosino, por cierto. Sacerdote, seminaristas, cantos, hostias, misales. Medios ávidos de la mejor foto, de la entrevista, de estar con la festejada, aunque fuera un poco cerca. Invitados, familiares, amigos, gente cercana y lejana, conocida y desconocida para los Ibarra García, terminaron de llenar el muy amplio llano. La misa bien, sencilla, algo emotiva, el sacerdote se refirió con tino al momento y a las circunstancias, muchos feligreses comulgaron. Rubí leyó unas líneas, dijo sentirse "halagada por la gente que la acompañaba, en el momento de mi presentación ante la sociedad". La Bendición de Dios cerró el ritual católico.

 LA COMIDA

La familia de la festejada se sentó cerca de los cuatro pasteles regalados por las pasteleras que así lo decidieron. Los medios se acercaron a las fotos y las entrevistas. Se formó un cerco por los chambelanes, que impidieron acercarse a la gente a su quinceañera. Era de y para ellos. Sólo sus consentidos lo lograron salvar. Se sirvió bien el banquete: refrescos, cerveza, tequila La Joya, nachos con mole, arroz, asado verde, frijoles, tostadas, pasteles; todo muy sabroso y bien cocinado, por cierto. Abundante. Había lugar para 1,300 comensales, todos sentados y con mesa, más otros 200 lugares para comer sin mesa, bajo el sol. Muchos meseros, atentos, amables, eficaces. Atendió gente de la región: Charcas, La Joya, Matehuala, Venado y otros pueblos potosinos, cercanos. Hubo dos bandas que amenizaron a los comensales, durante el gran festín.

 LOS GOBERNADORES

El de San Luis Potosí acudió con su esposa; ambos discretos. Se tomaron fotos con la famosa quinceañera. Le llevó un buen regalo: una computadora y unos libros. Falta que le bajen la señal de Internet al pueblo, para que La Joya sea una joya electrónica. El del Estado de México se hizo presente, con todo y su empedrado y sinuoso camino a la Presidencia de la República, con la que sueña. (Otro de Atlacomulco no, ya no, no, por favor). Regaló a Rubí un viaje a Valle de Bravo, "all included".

 LA CHIVA

Se dispusieron tres carreras, se realizaron dos. Se corrieron en Laguna Seca, antiguamente un bordo lleno de agua, hoy en el olvido como tal y convertido en un campo de beis bol. De perdida se le da un buen uso social y deportivo, claro, mientras no aparezcan las chelas domingueras, bien frías. También ahí se corren carreras de caballos. Había el carril normal de las carreras, las clásicas parejeras comunes en la región, más unos seis metros dispuestos a cada lado del carril, para mantener la seguridad de los mirones. Una raya blanca de cal separaba a la precaución del accidente, a la vida de la muerte. Un caballo retrasado, una persona desobediente. La presencia de las ambulancias fue muy eficaz, de inmediato. En el camino, dejó de respirar. Corrió a la vida eterna. Hubo otra carrera, la segunda y última, sin consecuencias.

El presidente de San Blas. Éste se las llevó de todas, todas. Justificó su viaje, sus viáticos. Fue su tarde dorada; subió al escenario y haciendo gala de sus dotes de oratoria y de política, ante el mundo felicitó a la quinceañera. Fue el máximo ganón, de entre los políticos presentes y ausentes. Llevaba entre sus manos un llavero con llaves relucientes. Le llevó a regalar un coche a Rubí, que no maneja ni lo necesita. La Joya es una localidad tan grande -200 habitantes- que si cambias de velocidad en un vehículo motorizado de primera a segunda, se acaba el pueblo. Se lo regaló para que ella vaya a la escuela, siendo que en La Joya los alumnos se van caminando a su plantel educativo. Dijo que el auto lo pagó con sus recursos personales. ¿Tú crees? ¿Y qué tal si lo pagó con los recursos del municipio, de los contribuyentes locales de San Blas? Allá ellos.

 LOS COSTOS PúBLICOS

La seguridad y el apoyo gubernamental eran imprescindibles; con eso no se podía jugar. Imagínate una tragedia; pobre de Rubí, ni pensarlo. En esto, de acuerdo total. Sin embargo, los sueldos, vehículos, tiempo, gasolina y todos los apoyos que los tres niveles de gobierno brindaron durante días y noches, pues ¿de dónde salieron? Tienes razón, del erario público. Es dinero de los ciudadanos mexicanos, de los que sí pagamos impuestos en este país. El festejo viral nos costó a los mexicanos responsables.

 LAS VENTAS

Empresas de todas las categorías -regionales, nacionales, estatales, mexicanas, transnacionales, extranjeras- se vieron muy abusadas. Regalaron comida, tostadas, refrescos, mole, cervezas, tequila, adornos, música, sistema sustentable para los desechos, en fin, de todo. Eso es lo que se sabe, lo que fue evidente, público. Sin embargo, lo regalado lo cobraron con creces, en una proporción de uno a nueve. Es decir, regalaron cien pesos, vendieron en el día noventa pesos. Así fue. Negocio redondo. En la chiva y el baile todo se vendía, lógico. Aquí hicieron su aparición pequeños comerciantes locales para la vendimia; con su carrito móvil, su mesa, su carretilla, su canasta al brazo, su caja al hombro, o lo que encontraron, vendieron comida, agua y algunas chucherías. Cerveza o refrescos, imposible; esto fue en concesión para los grandotes.

También se ofrecieron otros productos, a cambio de algo de morralla: pastelitos industrializados, sombreros, café de Nayarit, juguetitos con luz fluorescente, sombrillas para el sol, y hasta una abusada empresa de telefonía celular proveniente del estado de Quintana Roo ofreció sus servicios, ya que La Joya no es territorio como todo México sí lo es.

Los que brillaron por su ausencia en la dádiva fueron los empresarios potosinos. Salvo el mole y un pastel, todo lo demás vino de fuera; todo regalado. Para muestra, basta un botón: una pastelería de Texcoco, Estado de México -espero que no haya sido idea del ocurrente gobernador- mandó un pastel de un metro cuadrado de base, con sólo siete pisos de altura. Nueve horas de viaje, una camioneta repartidora, cuatro empleados (el pastelero, dos ayudantes, un conductor), que después del cansancio natural del viaje y de la tensión por traer ese tesoro, gozaron de la presencia de Rubí con ellos. ¡En hora buena! A los empresarios potosinos se les fue el avión de los quince. Bueno, en realidad no a todos, hay que decirlo. Tres estudiantes de Diseño Gráfico crearon e imprimieron llamativas gorras de colores psicodélicos con diferentes textos alusivos a la ocasión. Todos se les vendieron. Creativos, emprendedores, abusados, trabajadores. ¡Felicidades!

En la comunidad de Miguel Hidalgo, donde se localiza Laguna Seca, hubo otro potosino abusado: rentó espacios en su solar, para acampar muy cerca del lugar del bailongo, fuera por tienda y por vehículo, negociando el precio según el tamaño y el número de viajeros esperanzados, cansados y cautivos. También rentó tiendas de acampar de su propiedad, dispuso de un espacio para los baños y ya pasada la hora de La Cenicienta, organizó una fogata, para caminar la noche todos bien calientitos. Jugosa ganancia la que obtuvo. Por supuesto, creativo y trabajador.

 EL BAILE

Desde el domingo 25, día de la Navidad del Señor, empezaron a llegar y acampar los equipos de sonido, las televisoras con sus instalaciones portátiles, los generadores de energía eléctrica, las enormes carpas para el show y la música, el personal de apoyo, la tarima para Rubí -donde pasó la mayor parte de fandango musical- y sus allegados más cercanos. Cincuenta carpas de dos afamadas empresas de la industria de los dos más vitales líquidos, uno negro, otro ámbar, estuvieron bien distribuidas en el lugar y dispuestas a contribuir al pachangón. Éstas fueron atendidas por comerciantes en alimentos, para que vendieran sus productos. Vendedores ambulantes ofrecieron sus productos: botanas, caramelos, sombreros y algo más. Se apostaron los equipos de seguridad desde la entrada al campo beisbolero, para cuidar a todos los peregrinos: policías, cruces rojas, bomberos, los de clase mundial, los servicios de salud -había que aprovechar para hacer campaña de vacunación-, Protección Civil del Estado, grúas, todo lo necesario para mantener la seguridad.

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