Lo que dice Saramago
Alguien dijo que es una locura eso de celebrar los cumpleaños. ¿Por qué lo habrá dicho? Pues yo creo que es como ver el vaso medio lleno o medio vacío. Cuando cumplo años, estoy contento porque la vida me regaló ese año más y sigo en este canijo mundo, pero si lo enfoco por el otro lado, voy a estar triste porque la fecha me hace pensar que ya transcurrió un año más y eso significa que me voy acercando cada vez más al fin de mi existencia.
Por eso me encanta lo que dice José Saramago, que por algo se ganó el Premio Nobel de Literatura en 1998. Dice Don Pepe: "Me preguntan que cuántos años tengo, pero ¡qué importa eso! Tengo la edad que quiero y siento, la edad en que puedo gritar sin miedo lo que pienso, hacer lo que deseo, sin miedo al fracaso o a lo desconocido".
¡Cuánta razón abrigan estas sabias palabras! El que les habla (o que les escribe), ha pasado ya 70 cumpleaños, o sea, que estoy viviendo el año número 71 de mi existencia, pero ¿eso qué importa? Lo importante es cómo me siento porque me siento muy bien y estoy feliz de ser a esta edad "mucho más libre de hacer las cosas que me gusta hacer, sin miedo al fracaso o a lo desconocido".
Llega un momento en que "cumpleaños" es sólo una palabra compuesta que significa recuerdos, que te regalen un pastel y tal vez algunos regalitos y que te canten "Las Mañanitas que cantaba el Rey David…", pero lo principal es que he llegado a una etapa en que "tengo la experiencia de mis años vividos y la fuerza de la convicción de mis deseos", como dice sabiamente el escritor portugués, que aparte del Nobel, recibió muchos otros reconocimientos.
Entonces, "¡qué importa cuántos años tengo! No quiero pensar en ello. Unos dicen que ya soy viejo y otros que estoy en el apogeo de mi existencia. Pero no es la edad que tengo ni lo que la gente dice, sino lo que mi corazón siente y mi cerebro dicte…".
"Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma, pero con el interés de seguir creciendo. Tengo los años en que los sueños se empiezan a acariciar con los dedos y las ilusiones se convierten en esperanza".
"Tengo los años en que el amor a veces es una loca llamarada, ansiosa de consumirse en el fuego de una pasión deseada y otras un remanso de paz, como el atardecer en la playa…".
¡Qué importa si cumplo veinte, cuarenta o sesenta o cien! Lo que importa es la edad que siento… ¿Qué cuántos años tengo? ¡Eso a quién le importa! Tengo los años necesarios para perder el miedo y hacer lo que quiero y siento". Eso es lo que dice José Saramago y el que esto escribe se adhiere plenamente a sus palabras, porque yo también tengo la edad que quiero y los años que siento.
ESCRÍBALE A JUAN RECAREDO:
PREGUNTA DEL PÚBLICO:
Pablo Ramos Méndez quiere saber si el apellido Abreu debe llevar acento gráfico.
RESPUESTA:
Depende de cómo se quiera pronunciar. Los nombres propios no se ajustan necesariamente a las reglas. La gente los pronuncia o acentúa como quiere.
Una reflexión que se le atribuye al maestro Séneca: Una parte importante de la curación consiste en querer ser curado. ¿Cómo dijo? LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA.