No hay que temerle a los años
Pocas cosas hay a las que el ser humano les tema tanto como a la vejez. Ya nada más sobrepasas los 50 años y sientes que empiezas a "deslizarte por el tobogán de la vida", para decirlo con una frase súper cursi.
Le temes a ser viejo porque sientes que es cuando las facultades empiezan a disminuir y las reacciones a todas tus acciones ya no son las mismas, que la vida te va a empezar a cobrar la factura porque algunas veces bebiste un trago de más o porque le entraste duro a los tacos callejeros y dejaste que la pancita te creciera un poco más allá de lo debido.
Así me pasó cuando llegué a esa edad del medio siglo y se incrementó cuando entré al gremio de los sexagenarios. Sin embargo, ahora me doy cuenta que la vejez está más en la mente que en la carne y en los huesos de nuestro cuerpo.
Alguna vez leí por ahí una frase del novelista francés André Maurois que dice: "El arte de envejecer consiste en conservar alguna esperanza" y eso me hizo reaccionar. Mientras tengas proyectos e ilusiones, anhelos y propósitos, no hay por qué te sientas viejo en el sentido despectivo de la palabra.
Entonces, me puse a recopilar unas frases y a hacer otras para convencerme, siendo sincero conmigo mismo de que "la vejez es el precio de estar vivo". Y empecé a decirme a mí mismo: Mimismo: nunca dejes de soñar, recuerda siempre que el mundo es de los soñadores.
Recuerda que para el profano, la tercera edad es invierno, pero para el sabio, es "la estación de la cosecha" y define bien lo que vas a hacer ahora que tienes más tiempo y más tranquilidad para realizarte, para alcanzar todos esos logros que alguna vez no fueron más que sueños.
Fíjate que Goethe terminó de escribir "Fausto" a los 82 años y que Tiziano había cumplido 98 y seguía pintando obras maestras. Tomás Alva Edison era un viejillo de 83 y no lo podían sacar de su laboratorio donde se pasaba las horas y los días realizando inventos que ahora nos facilitan la existencia.
Entonces, digo, no importa tanto que de repente me ataque el dolor en la rodilla, o que se me afloje la dentadura postiza, o que tenga problemas para subir y bajar escaleras y prefiera buscar un elevador.
Sí, ya mis lentes parecen fondos de botella, la próxima graduación tal vez sea con bastón y perro, el cuello se me ha llenado de verrugas y lunares y el pelo se ha ahuyentado de mi cabeza dejándola redonda y lisa como una una bola de billar.
Qué importa que tenga algunos problemillas para comer y para digerir los alimentos, qué importa todo eso si en mis ojos y en mi mente brilla la luz de una ilusión, de tantas cosas que tengo por hacer, y termino diciendo: ¿Morirme? ¡Eso sería lo último que haría!
¿Viejo yo? ¡Viejos los cerros y todavía reverdecen!
ESCRÍBALE A JUAN RECAREDO: comodijo2@hotmail.com.
PREGUNTA DEL PÚBLICO:
José de Jesús Rivera. ¿Cómo es, calcamonía o calcomanía?
RESPUESTA:
LO correcto es calcomanía.
Me retiro con esta reflexión: Cuando el pensamiento calla, las revoluciones hablan. ¿Cómo dijo? LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA.
Por: Juan Recaredo