Dragonfly. Foto: Vincent Callebaut
No sería raro que en las próximas horas se confirme la sospecha: Vincent Callebaut más que un ser humano es una idea. Se trata de una idea de un color verde cercano a la transparencia, como un jardín botánico hecho de holograma o como el viento lorquiano; su forma, siempre estática y siempre en movimiento, crece hasta la generalidad y se reduce hasta lo íntimo, cosas de estar dibujado a modo de espiral; se materializa como expresión de asombro surgida de entrar en contacto con un futuro que busca prevenir las amenazas presentes. Nacido en Bélgica en 1977, dedicó sus primeras cuatro décadas de existencia efectiva a sentar las bases de su transmutación.
No sería raro, pero como todavía no ocurre, hay que hablar del arquitecto que tiene en proceso diversos proyectos para asombrar mediante la biotecnología, una mezcla de materiales ecológicos y de ciencia aplicada al cuidado del entorno.
Sus diseños son innovadores y futuristas. Los seguidores de Callebaut comparten esa suerte de optimismo de perseguir la ciudad del mañana, urbes amigables con el ambiente. Sus detractores aseguran que vende arquitectura sostenible bañada en oro.
La misión adoptada por este proyectista es que cada uno de sus trabajos contribuya a la causa del desarrollo sustentable mediante el consumo de energías alternas dentro de una metrópolis verde y conectada.
En la obra del belga también se combinan presente y futuro del oficio arquitectónico. Muchas de sus ideas son inviables debido, entre otros factores, a las carencias en infraestructura y al todavía incipiente interés en avanzar hacia la constitución de ciudades con responsabilidad ambiental. Para salvar esos escollos, el planteamiento es comenzar a concretar varios de sus planes en la próxima centuria.
Dragonfly. Foto: Vincent Callebaut
PREMIOS Y MENSAJE
Mientras llega el siglo XXII, el creativo visionario se mantiene ocupado y ha conseguido que la condición de 'laureado' sea una de sus facetas frecuentes. En 15 años de trayectoria ha ganado más de 100 premios.
En la carpeta de innovaciones hay granjas flotantes, edificios voladores y ciudades anfibias. Que no le hagan encargos no es impedimento para quedarse cruzado de brazos. Él busca la manera de esparcir su mensaje, uno que incluye más de 50 proyectos armados por su cuenta que, en su mayoría, no se han materializado. Sin embargo, en varios casos le han valido premios y reconocimientos.
La firma fundada por este ganador de la beca Leonardo da Vinci es partidaria de que “si la montaña no va a Mahoma...”, por ello sus representantes viajan por el mundo, dan conferencias sobre arquitectura verde, invitan a decidirse por empezar a fincar el porvenir, recomiendan formas en que algún inmueble sea amigo del ecosistema y visualizan alternativas de suministro energético eólico o solar y así.
Para hacer sus trazos (luego vienen las maquetas y la labor sobre terreno), Vincent se inspira en la naturaleza. No tiene predilección por un aspecto en particular, pueden ser libélulas o medusas o semillas o genes. También le gusta que sus creaciones se aparten de la línea recta, para ello incorpora curvas envolventes o se decanta sin miramientos por alguna figura irregular. Otro aspecto recurrente es que incorpora sí o sí áreas verdes que sirven para redondear sus conceptos por doble vía: la estética y la funcional.
Su proyecto denominado Dragonfly (Libélula) es una propuesta de granja vertical para la Isla Roosevelt, ubicada en Nueva York, Estados Unidos. Su diseño copia la forma de las alas del insecto cilíndrico. El complejo parte de la idea de establecer huertos urbanos en una estructura que, además se funciones habitacionales, tenga la capacidad de generar energía limpia y, al mismo tiempo, ayude a purificar el aire de la Gran Manzana. La obra implicaría levantar dos torres verticales de 600 metros divididos en 132 niveles y en ella se podrían acomodar 28 campos de cultivo para la producción de frutas, vegetales, granos que serían cuidados ya sea por personas que vivan allí o de las cercanías. Las sólidas alas tendrían sus necesidades de electricidad cubiertas gracias a una combinación de dispositivos que aprovechen la luz solar y el viento.
Una propuesta complementaria es poner un mercado en el que se oferten los productos cosechados en la Libélula.
Lilypad. Foto: Vincent Callebaut
LILYPAD Y PHYSALIA
Otro sueño de este proyectista, que serviría fácilmente como escenario para filmes de Ciencia Ficción, es Lilypad, una urbe acuática inspirada en la sombrilla de las medusas, y que ejemplifica con rigor el tipo de las ciudades marinas y móviles que se cruzan por la mente de Callebaut, un convencido de que los edificios, y por extensión las ciudades, no tienen por qué permanecer anclados en un sitio. Una característica de Lilypad es que podría andar gracias a las corrientes oceánicas.
Está ciudad flotante es otro de los planes a futuro, lo que hablando de Vincent significa que sería realizado en la próxima centuria. Su construcción es la respuesta del previsor arquitecto a una de las consecuencias del calentamiento global, el aumento del nivel del mar provocado por el deshielo de los glaciares.
Las instalaciones tendrían capacidad para albergar a 50 mil personas. ¿Y de dónde saldrían esos habitantes? De las tierras que desaparecerían por el aumento de las masas oceánicas. El centro de cada comunidad flotante sería un lago que haría las veces de gran vaso para captar lluvia. A su alrededor se alzarían 'montañas' que servirían para alojar viviendas, oficinas, negocios. Toda la ciudad estaría cubierta de plantas y en ella habría tres puertos. El complejo acuático sería autosuficiente desde el punto de vista energético gracias a los flujos de radiación ultravioleta y de agua de mar.
En una idea relacionada. El arquitecto diseñó Physalia, un prototipo arquitectónico de jardín botánico. Se trata de un filtro diseñado para limpiar los ríos. Para ello se vale de una doble capa separada por una red hidráulica. El agua entra, se purifica gracias a la cubierta vegetal y vuelve a su cauce.
Para concebir este filtro, Callebaut se inspiró en la Physalia physalis, también conocida como agua mala o falsa medusa.
JARDÍN ÁGORA
Un caso que, como todo el dossier del belga, es llamativo, pero, a diferencia de casi todas sus propuestas, sí ha dado el paso de los planos a las obras, fue bautizado como la torre Jardín Ágora. Se construye en Taipéi, Taiwán y su conclusión está programada para septiembre.
El diseño en espiral es una imitación de la retorcida doble hélice de la cadena de ADN. El esqueleto de acero será aprovechado, entre otras cosas, para montar apartamentos, una piscina y un gimnasio comunitarios, paneles solares y un sistema de ahorro de energía que se adapta al clima.
Este 'jardín' de Callebaut mide 92 metros de alto y se divide en 20 niveles; cada uno de estos va rotando 4.5 grados hasta ajusta el giro de 90 grados al llegar a lo más alto, una corona plana que sirve como helipuerto. Los apartamentos no tienen soportes verticales debido a la retorcida concepción del conjunto, el único elemento vertical es el núcleo cilíndrico en su centro.
Tendrá una fachada cubierta vegetal con 23 mil árboles y arbustos capaces de absorber 130 toneladas de dióxido de carbono al año. Además, a los 9 mil metros de fachada se aplicará una cubierta de cemento y dióxico de titanio, compuesto que captura los óxidos de nitrógeno del aire y da como resultado una sustancia salina que se disuelve con la lluvia. Esos árboles y esa cubierta le han valido a la obra el apodo de torre Tragahumo. Con esta obra le otorgaron el Premio de Arquitectura Internacional 2014.
Concepto y construcción de la torre Ágora en Taipéi. Foto: Vincent Callebaut
RESPUESTAS
En 2015 dio a conocer su visión para la arquitectura del París de la segunda mitad del siglo XX. Consiste en construcciones verdes, donde las plantas crecen en armonía con los muros y las personas puedan tomar alguna fruta de esas ramas en el momento que gusten. Los edificios además de servir a sus funciones mercantiles, de vivienda y demás, contribuyen a combatir el cambio climático generando energías limpias y atrapando contaminantes que hay en el ambiente.
Callebaut plantea que sean ocho tipos de obras que contribuyan a dar sustentabilidad energética a distritos de la capital francesa. El concepto global se llama Paris Smart City 2050” y esta apegado a las estrategias contra las emisiones de gases de carbono contenidas en el Acuerdo de París.
El recuento elaborado por Adfer Dazne, arquitecto español, en su blog sobre arquitectura es una guía rápida del entramado de torres ecológicas ideadas por el belga para la Ciudad Luz.
Montaña: estructuras verticales integradas a edificios existentes en la Rue de Rivoli; construcciones bioclimáticas capaces de producir energías renovables gracias a mecanismos como una estación hidroeléctrica que funciona a partir de una cascada de agua bombeada.
Antismog: dispuestas a lo largo de una red de 23 kilómetros, aprovechan vías del tren sin usar, estarán equipadas para filtrar el aire contaminado de la ciudad y producir eléctricas con sus turbinas eólicas y paneles.
De fotosíntesis: diseñadas para transformar la criticada Torre Montparnasse (de 210 metros de altura) en un parque vertical. Se contempla la instalación de biorreactores de algas y jardines colgantes.
Nidos de bambú: colocar mallas de esa planta alrededor de 13 edificios.
Nidos de abeja: duplicar la capacidad de inmuebles residenciales añadiendo módulos que parecen sacados de un panal.
Granjas verticales: tres torres que filtran el aire urbano y tienen huertos agrícolas.
De manglares: entramados arbóreos destinadas a oficinas, hoteles y apartamentos.
Puente: edificaciones gemelas que producirían energía utilizando la corrientes del río Sena y del viento.
En junio pasado, Vincent Callebaut Architectures dio a conocer Manta Ray, una sola obra con cuatro núcleos para Seúl. El concurso para el que fue concebida contemplaba solamente una terminal de ferris. La firma también visualizó un parque, un centro cultural y un observatorio.
Su plan maestro consiste en montar para la capital surcoreana tanto un atractivo turístico como un complejo amigo del medio ambiente. La infraestructura a situar en el río Han está pensada para purificar el agua y a la vez emplearla en la producción de electricidad. Más luz doméstica saldría de árboles con turbinas de eje vertical y de una azotea con más de 4 mil 400 metros cuadrados de cristal laminado con revestimento de celdas fotovoltaicas policristalinas.
La terminal de ferris sigue las tres 'r' del manejo de desperdicios: reducción de los desechos, reutilización de los recursos y reciclaje de materiales.
En suma, la 'mantarraya' del belga aspira a convertirse en un magnífico ejemplo de ahorro de energía, reducción de emisiones de carbono y economía circular.
Manta Ray. Foto: Vincent Callebaut
BIOARQUITECTURA
Se hace llamar un archibiotect, un término que inventó en 2008 y que combina elementos de 'arquitectura', 'biotecnologías' y tecnologías de información'.
En una entrevista con CNN, Callebaut definió a su torre Jardín Ágora como “la perfecta fusión de tecnologías y culturas de Oriente y Occidente”. Eligió imitar la estructura de la cadena de ADN porque, afirma, es la fuente de la vida y un símbolo de armonía que refleja la idea de balance.
Sobre el énfasis en los proyectos verdes, llamados utopías ecológicas por algunos, comentó que para el año 2050 habrá 9 mil millones de personas en el planeta y el 80 por ciento de la población mundial vivirá en megaciudades de manera que es hora de tomar medidas contra el cambio climático e inventar nuevos estilos de vida amigables con la naturaleza. Su estilo ecoamigable, señaló, no es una tendencia sino una necesidad.
En el portal de la firma aparece una lista de personas que han nutrido el imaginario depositado en sus diseños. Algunos de los mencionados son arquitectos como André Bloc o Claude Parent y artistas como el escultor Jean Arp, el escritor Pierre Rahbi o el fotógrafo Eadweard Muybridge. Sin embargo, la relación es encabezada por Ernst Haeckel, el padre de la ecología.
La obra de Callebaut apunta hacia futuros que no son improbables, y aunque con los seres humanos nunca se sabe bien a bien qué pasará, la utopía tiene su atractivo.



