Sustos. El Panteón de Belén en Guadalajara, encierra cientos de historias macabras y de fantasmas. (TWITTER)
Los mexicanos festejan y honran la muerte porque, contrario a lo que todos piensan, el Día de Muertos es una celebración de vida.
Todo lo que hay en un altar son elementos que significan vida: las calaveritas, los huesos y el pan de muerto con los huesitos, dice Andrés Medina Hernández, del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM.
Detrás de esta celebración, como sucede comúnmente en México, hay leyendas que la llenan de significado. Una cuenta que Quetzalcóatl, dios en forma de serpiente emplumada, bajó al inframundo y depositó su semen sobre unos huesos molidos para dar vida al hombre. Por eso, para nuestros antepasados los restos humanos simbolizan la semilla de la vida.
También sobre el pan de muertos hay historias y leyendas, de las que no podemos saber si son verdad, dice Sarah Bak-Geller Corona, investigadora del Instituto de Investigaciones Antropológicas.
Una dice que el pan de muerto asemeja al corazón que era sacado de las personas sacrificadas en el antiguo México-Tenochtitlán, evento realizado al final de temporada seca, y donde se decoraban ofrendas a Huitzilopochtli (deidad asociada con el Sol) y Tezcatlipoca (señor del cielo y la tierra).
Pero las leyedas también nutren historias lúgubres de distintas regiones del país, donde los protagonistas son fantasmas, brujas y espíritus que deambulan por distintos rumbos.
En Xochimilco está la conocida Isla de las Muñecas, una chinanpa en la que vivía solo Julián Santa Ana, un agricultor que vendía sus productos en la ciudad y recogía muñecas viejas de la calle. Según la leyenda, el hombre recién se había instalado en la chinanpa cuando una mujer se ahogó en los canales.
Dicen que por las noches Julián Santa Ana oía los lamentos de la joven fallecida, así que decidió ahuyentar al espíritu con muñecas usadas que colgó por todo el lugar. El falleció en 2011, pero su hijo continúa preservando el lugar, aunque no vive ahí.
Callejón del Diablo
Julio era un hombre vicioso que se dedicaba a estafar a las personas. Un día su cuerpo fue hallado, mutilado, en un callejón de Insurgentes Mixcoac, en la delegación Benito Juárez de la Ciudad de México.
Cuentan que la maldad de Julio atrajo a Satanás, quien al encontrarlo en su camino se lo llevó. Desde entonces el sitio es conocido como "El Callejón del Diablo", un estrecho y lúgbre pasillo que anteriormente estaba cubierto por frondosos árboles.
Pocos eran los valientes que se atrevían a cruzar por ahí porque podían encontrarse con el demonio en forma de guajolote.
Pero la historia narra que una persona, decidida a comprobar la falsedad de la leyenda, decidió ir al Callejón del Diablo en medio de la obscuridad. En su incredulidad, una sombra se formó a mitad de la calle. Se trataba del diablo. El aventurero quiso salir corriendo, pero con cada pisada el suelo se hundía. Lo logró y desde entonces decidió no volver a desafiar lo "sobrenatural".
Panteón de Belén
Ignacio Torres Altamirano nació con una rara enfermedad. Los médicos no daban cabida a lo que ocurría con el recién nacido, quien no podía estar en lugares cerrados ni en donde no había luz.
De noche sus padres le dejaban las ventanas abiertas y las luces encendidas. Preocupados por la situación de su hijo, la familia intentó buscar una cura, pero no la hallaron. Así pasaron los primeros 12 meses de la vida de Nachito, quien de forma inesperada falleció.
Los restos del menor fueron enterrados en el Panteón de Belén, ubicado en Guadalajara, Jalisco. Un día después de la ceremonia, el velador fue en búsqueda de la familia Torres Altamirano. Alguien había desenterrado a su hijo y lo había dejado sobre la loza de la tumba.
El entierro se volvió a realizar, pero en los diez días siguientes el menor fue encontrado sobre su tumba, a la intemperie. Cuenta la leyenda que sus padres decidieron dejarlo ahí para que descansara en paz.
Actualmente la tumba de Ignacio Torres es de las más visitadas en el cementerio de Belén. Algunos visitantes aseguran haber visto el fantasma del niño y sugieren a los turistas que visiten primero a Nachito, para que el espíritu del menor no les haga bromas.
El misterio del Panteón de Belén no termina con la historia de Nachito. En el mismo lugar, años atrás, los habitantes del lugar mataron a una misteriosa criatura que los acechaba por las noches.
De acuerdo con la historia, los cuerpos de animales sin sangre fueron hallados de manera recurrente en los alrededores del lugar. Los pobladores empezaron a preocuparse, pero su miedo incrementó cuando empezaron a localizar cuerpos de niños.
Los habitantes decidieron ir en búsqueda de quien cometía tales crímenes, se trataba de un vampiro. Una noche los pobladores lo persiguieron, lo acorralaron en el cementerio y le clavaron una estaca en el pecho.
La misteriosa criatura fue enterrada en el Panteón de Belén. Los habitantes le pusieron varias lápidas para asegurarse de que no volviera a salir. Tiempo después un árbol comenzó a brotar de la tumba. Hay quienes aseguran que creció de la estaca con la que mataron al vampiro, otros mencionan haber visto sangre en el lugar. Lo cierto es que actualmente, el árbol es protegido para que nadie pueda cortarlo.
La novia de Culiacán
Guadalupe Leyva Flores es la novia más conocida de Culiacán, Sinaloa. Desde los años 50, la "loca" enamorada deambuló cada domingo por las calles del estado portando un distintivo vestido blanco y una corona; hasta que murió, el 12 de mayo de 1982.
Guadalupe, Jesús y Ernesto se conocieron en la infancia. Crecieron juntos hasta que Jesús le propuso matrimonio a Lupita, quien a sus 20 años aceptó entusiasmada.
Jesús le pidió a su amigo de la infancia que fuera su padrino de bodas. Ernesto se sorprendió con la noticia porque se había enamorado de la misma mujer, a quien le confesó sus sentimientos. Pero Guadalupe sólo lo quería como a un hermano.
El día de la boda Lupita llegó frente al altar. Algunos cuentan que la novia llegó antes que el futuro esposo, lo que presagiaba mala suerte. Otra versión menciona que Jesús arribó puntual a la Catedral. Sin embargo, el final es el mismo: Ernesto sacó una pistola y le disparó a Jesús en la cabeza.
Lupita se quedó pasmada y no pudo superar la muerte de su amado. Sin embargo, de acuerdo con el investigador Ulises Cisnero,"la novia de Culiacán" se casó y tuvo tres hijos. Aunque no por ello dejó de ser conocida por caminar cada domingo por las calles de la capital con su vestido blanco. Una versión cuenta que se quedó esperando a Jesús, otros narran que quería llegar a Roma para anunciarle al papa que la virgen le había dado el "Tesoro de la Divina Gracia".