La asonada de febrero de 1913 contra el presidente legalmente electo Francisco I. Madero: la "Decena Trágica", terminó enquistando en el poder, a través de una serie de argucias legaloides, al general Victoriano Huerta. Obligó este a Madero y a Pino Suárez a renunciar a sus cargos, reunió al congreso y los amenazó si no aceptaban lo que en la sesión se propusiera, rodeó la sede con la "fuerza Huerta", militares a su cargo. Así se aceptó la renuncia de los mandatarios y por ministerio de ley ascendió al ejecutivo federal Pedro Lascuráin, secretario de relaciones exteriores, el cual, en sus escasos minutos como presidente, nombró a Huerta secretario de gobernación y renunció enseguida. Así Victoriano Huerta llegó legal, pero ilegítima y antiéticamente a la presidencia de la república.
Estas maniobras fraudulentas trajeron como primera consecuencia la unión de líderes opuestos en ideologías y cosmovisiones políticas: Carranza, Obregón, Villa y Zapata, porque en ese momento lo primero, lo esencial era quitar del poder a Victoriano Huerta y, sólo después, luchar, unos por sus ideales y otros por sus intereses políticos como ocurrió a lo largo de 1915/16, que ensangrentó al país.
Victoriano Huerta nunca pudo gobernar realmente, tenía a la inmensa mayoría ciudadana en su contra y un movimiento armado que iba adquiriendo más fuerza y terreno; jamás nadie lo respeto como presidente, el origen de su poder lo estigmatizó siempre como usurpador. Él había acordado al principio del motín con el sobrino de don Porfirio, Félix Díaz, que en poco tiempo convocaría a elecciones para que aquel ascendiera a la presidencia, pero luego lo traicionó; a su hermano de armas; a su carnal de insurrección; y aunque Félix insultó y amenazó; nada consiguió porque "cuando la perra es brava, hasta a los de la casa muerde". Así Victoriano Huerta aparece juzgado ya en la historia como el villano más odiado de principios del siglo XX y asesino de la democracia.
Hace ocho días, la democracia coahuilense abortó; recibió terrible embate de las hordas del poder tiránico que domina al estado, se vivió toda la barbarie electoral de los años cuarenta: pérdida y robo de urnas, apertura tardía de casillas para desanimar a los votantes y compra de muchos de ellos; amenaza y sevicia a los funcionarios de casilla para hacerlos huir a fin de que estas fuesen ocupadas por los "primeros de la fila", lógicamente lacayos del partido en el poder.
"Consummátum est" la elección de estado resultó un éxito para los tiranos; la voluntad popular honesta, la que no vendió su voto se fue al caño; las empresas fantasmas nunca existieron; la megadeuda de treinta y seis mil millones se ha olvidado; los millones utilizados en el culto a la personalidad del candidato y del gobernador; la quiebra del sistema de pensiones y las inversiones ilegales de recursos públicos para buscar quedarse con los intereses, entre otras muchas estafas desaparecieron.
La situación invita a una seria reflexión de lo que está sucediendo en nuestra sociedad que por un lado presenta fuerte movilización ciudadana consciente y comprometida con los cambios positivos que exigen los tiempos actuales para cualquier nación del mundo y, por otro lado, la putrefacta actitud de gobernantes clientelares que se mantienen gracias a la pobreza económica y social; enemigos de la educación y reformadores de estructuras que permitan la dictadura perfecta disfrazada de democracia.
En el campo político, buscando oportunidades se podría establecer que la primera responsabilidad corresponde al partido opositor que no le ofreció a la ciudadanía un candidato confiable; sino uno siempre cuestionado; por ello él solo se condenó; los demás candidatos, igualmente controvertidos. Ello aunado a la ineptitud del árbitro electoral estatal, empezando por la presidente del mismo, cuya insensibilidad e incapacidad negociadora es apenas comparable con su descortesía y animosidad negativa, mostrada en la rueda de prensa del día posterior a la jornada; después de hacer esperar a los periodistas por dos horas de manera injustificada, expuso nimiedades, respondió molesta preguntas y se levantó abruptamente, dejando con la palabra en la boca a los comunicadores; ellos no merecían tal desprecio; definitivamente hay descortesías que rayan en la vulgaridad. Pero que ganan millones.
En fin, por hoy queda la gigantesca podredumbre de la dinastía reinante, ahora con su tercer sátrapa de papel, totalmente manejable y estigmatizado como Huerta. Se atreve a hablar, como vencedor de una contienda sucia, de "Unidad y trabajo conjunto" y los jilgueros vendidos de "cicatrización" y "olvido", pero sobretodo, persiste la pobreza, condición fundamental del triunfo de los opresores.
Para los amantes de la ética política, es intrascendente que partido político o que candidato independiente gane; lo fundamental es el respeto, primero a la dignidad de los ciudadanos; que se les permita elegir libremente y segundo, que se respete su decisión, es decir, que se reconozca el triunfo del candidato más votado. No el que domina al árbitro y reparte millones que pagaremos los contribuyentes.
Definitivamente ¿Seremos los coahuilenses irredimibles?, y Coahuila ¿estará siendo el laboratorio para 2018?, si aquí logra pasar el fraude, el robo de elecciones, la compra de consciencias, el control del inmoral y servil órgano electoral, lacayo del partido en el poder; entonces esa misma fórmula se implementará en todo el país. Esto es parte de lo más peligroso que los ciudadanos debemos enfrentar desde ya. ¡mexicanos de todo el país, veámonos en este espejo! O pronto seremos retrato de este atraco.
Solución: una sociedad civil que resista al despotismo dinástico; que exija transparencia, que se exprese en todas las facetas de la sociedad y hasta en la calle y que siga conformándose como una organización crítica con auditorias sociales permanentes.