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MIRADOR

ARMANDO FUENTES AGUIRRE (CATÓN)

La hormiga, en cambio, trabajó todo el tiempo sin descanso. Miento: de vez en cuando suspendía su labor y se ponía a oír la canción de la cigarra. Eso la animaba y le permitía volver al trabajo con renovadas fuerzas.

Cuando llegó el invierno la cigarra tuvo hambre. Fue con la hormiga, que tenía colmados sus graneros, y le pidió un poco de comida. La hormiga se la negó. Le dijo:

-No trabajé para que tú pudieras cantar.

-Qué pena -respondió, triste, la cigarra-. Yo canté para que tú pudieras trabajar.

No me gustan las moralejas. Son cosa de moralistas, y yo no pertenezco a esa ralea. Pero del anterior relato derivo una conclusión: si trabajamos sólo para ganar el pan, sin pensar en el bien de los demás, nuestro trabajo no tendrá sentido; será una mera esclavitud.

¡Hasta mañana!...

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