El jazmín que llaman de Arabia ha vuelto a florecer en mi jardín.
Sus flores son pequeñas como niñas y blancas como novias.
Su perfume es, para usar la palabra consagrada, embriagador. No me deja leer el libro que ahora leo, acerca de sociedad y de política. (Seguramente el jazmín no me estorbaría la lectura si estuviera leyendo "Las mil y una noches").
Cerraré mi ventana por la noche para que el intenso aroma no me quite el sueño. Pero el cálido aliento de las flores se colará por las rendijas y me hará soñar con huríes y odaliscas.
Despertaré con un vago remordimiento, y culparé al jazmín de esa voluptuosa ensoñación.
¡Hasta mañana!...