-No creo en Dios. No creo que exista el alma. No creo que haya otra vida después de ésta. No pertenezco a ninguna religión, y pienso que ninguna es verdadera. ¿Qué opinas tú de esto?
-Qué está bien -contestó el frailecito-, con tal de que a nadie hagas daño con tus ideas.
Se fue aquel hombre y vino otro.
-Creo en Dios -le dijo a San Virila-. Creo en la existencia del alma y en su inmortalidad. Creo en una vida eterna. Pertenezco a nuestra santa religión, y pienso que es la única verdadera. ¿Qué opinas tú de esto?
-Que está bien -respondió el santo-, con tal de que a nadie hagas daño con tus ideas.
¡Hasta mañana!...