Aixa, hija de Salim, fue la mujer más bella de su tiempo.
El califa de Damasco se prendó de ella y le ofreció a su padre mil camellos y diez veces su peso de oro si se la daba para hacerla una de sus esposas.
El padre de la hermosa aceptó el trato, pero la víspera de la entrega Aixa desapareció. En vano la buscaron por toda la ciudad, y luego por todo el califato. No la hallaron.
Tiempo después un hombre que subió a la montaña en busca de aves para la cetrería dio con la cabaña de un pastor. Ahí estaba una mujer arrullando a su pequeño hijo. En los rasgos de la joven madre el hombre creyó ver los de Aixa.
Dio aviso a Salim, y lo llevó al remoto sitio. La muchacha, en efecto, era su hija. Le preguntó:
-¿Por qué viniste acá, a la pobreza en que te tiene este pastor?
Respondió Aixa:
-Porque el califa me iba a hacer una de sus esposas. Él, en cambio, me hizo su esposa.
¡Hasta mañana!...