Me habría gustado conocer a Paulie Dritto.
Nació y creció en Nueva York, hijo de inmigrantes italianos. Antes de ir a la escuela repartía periódicos en su barrio, y luego de terminar las clases lustraba calzado en las calles. El poco dinero que ganaba en esos menesteres se lo entregaba, íntegro, a su madre.
Cierto día vio a un caballero que salía de su hotel. Lo reconoció en seguida por las fotografías que de él había visto: era Caruso. Fue hacia él y le ofreció lustrarle los zapatos.
-Signor Caruso -le dijo-, somos colegas: usted es el mejor tenor del mundo y yo soy el mejor lustrador de calzado. El gran cantante sonrió y permitió que el chiquillo hiciera su trabajo. Cuando el niño terminó Caruso echó mano a su cartera.
-No es nada -lo detuvo Paulie-. Entre iguales no nos cobramos. El tenor, entonces, hizo que su asistente le entregara dos boletos para la función de aquella noche. "No es nada -le dijo a Paulie-. Entre iguales no nos cobramos".
Me habría gustado conocer a Paulie Dritto. (También me habría gustado conocer a Caruso).
¡Hasta mañana!...