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'MONUMENTOS ITINERANTES EN LA COMARCA'

HIGINIO ESPARZA RAMÍREZ

Surge esta pregunta un tanto capciosa, a raíz de la frecuente reubicación de los monumentos patrios y los de carácter simbólico en las ciudades conurbadas, en algunos casos por problemas de vialidad y en otros por capricho o por criterios errados de los funcionarios involucrados, generalmente los recién ingresados a los gobiernos municipales y estatales.

También hay una presunta desatención de las autoridades para salvaguardar la permanencia e integridad de esculturas e insignias conmemorativas expuestos a robos, desapariciones y destrucción como sucedió con los bustos hechos de bronce de don Santiago Lavín Cuadra, fundador de Gómez Palacio y de Nellie Campobello, coreógrafa, poeta, narradora y precursora del ballet en México nacida en Villa Ocampo , Durango, el primero -el original- instalado en el crucero de Madero y Urrea y el segundo en los jardines de la casa de la cultura "Compositora Ernestina Gamboa". Aquel fue reemplazado por una figura de estuco y el de Francisca Ernestina Campobello Luna, su nombre de pila bautismal, continúa en el olvido con su pedestal vacío y sin placa en el parque del centro cultural.

Del mismo modo desaparecieron por hurto la lámina que celebraba la estancia de los símbolos patrios en Gómez Palacio, colocada en la plaza principal y la de bronce con letras doradas en relieve, conmemorativa de la inauguración por parte del presidente Miguel Alemán Valdez, del paso a desnivel del bulevar que desde entonces lleva su nombre. Estos son solamente algunos ejemplos, pues seguramente los historiadores y cronistas especializados conocen más incidentes parecidos.

Por cierto, muy pocos estamos enterados de que el presidente Alemán no vino en la fecha acordada con el gobernador de Durango, por lo cual el paso provisionalmente fue rellenado con tierra para impedir su "estreno" no oficial por parte de automovilistas, conductores y las carretas tiradas por mulas en su desplazamiento diario entre Lerdo, Gómez Palacio, Torreón y viceversa. Por lo tanto se vieron obligados a cruzar por el terraplén improvisado salvando con apuros y precaución las peligrosas vías férreas.

En el caso de la estatua del Padre de la Patria inaugurada en 1910 con motivo de los primeros cien años de la Independencia de México en el crucero de Hidalgo y Centenario, calle llamada así por el mismo motivo, después de varios años y a causa del crecimiento urbano, fue trasladada a la confluencia de la avenida Hidalgo y la calle Independencia; luego "caminó" cuatro cuadras para "levantarse" de nuevo en la Independencia y calzada Jesús Agustín Castro. No duró mucho tiempo en ese lugar y la reinstalaron finalmente en los jardines de la Presidencia Municipal donde aparentemente no le estorba a nadie.

El general Jesús Agustín Castro, es el que más ha "sufrido" con esas remociones, una de las cuales lo llevó a su figurado "encarcelamiento" detrás de las rejas de la clínica 10 del Instituto Mexicano del Seguro Social, una idea absurda de los funcionarios municipales que autorizaron el primer cambio del entonces busto del jefe revolucionario en la Comarca Lagunera, instalado en un principio a la altura del desaparecido hotel Villa Jardín, en el enlace del bulevar Alemán con la calzada dedicada al destacado militar y político originario de Ciudad Lerdo, conductor de tranvías en sus años mozos.

Los autores de tal aberración, presionados por las quejas de la ciudadanía, lo sacaron del inadecuado espacio y su efigie ya de cuerpo entero fue a dar al crucero de la calle Zaragoza y la calzada que lleva su nombre. El general Castro alcanzó celebridad por haber encabezado en Gómez Palacio el movimiento insurrecto para derrocar al presidente Porfirio Díaz, acción en la cual igualmente tomaron parte Orestes Pereyra, Gregorio A. García y Antonio Palacios, entre otros de los rebeldes laguneros.

La movilización más reciente sucedió con la estatua de gran tamaño del general Guadalupe Victoria, autor de la célebre frase "Va mi espada en prenda, voy por ella" en un gesto de intrepidez para superar - como ejemplo- los temores de sus soldados que no se atrevían a cruzar el foso lleno de agua cavado por las fuerzas realistas con el propósito de cerrarles el paso hacia Oaxaca, plaza que finalmente cayó en poder de los insurgentes. No se sabe si quien fuera posteriormente el primer presidente de México originario de Tamazula, Durango, recuperó su principal arma de combate, lanzada hacia el otro lado del hoyo. Su arenga no fue en vano, pues sus hombres lo siguieron más decididos y más valientes.

Sin consulta pública y ante la expectación general ciudadana, trabajadores municipales construyeron una base cuadrada con bloques de concreto armado sobre el camellón del bulevar Miguel Alemán y el cruce con la avenida Hidalgo, una de las intersecciones con mayor influencia vehicular en Gómez Palacio. Concluidas las obras preliminares operarios de grúas dirigidos por ingenieros y arquitectos de la pasada administración gubernamental colocaron en el pedestal recubierto con cantera la escultura monumental. En los costados quedaron montadas las placas describiendo las hazañas del militar duranguense más sobresaliente en la Guerra de Independencia.

Su ubicación mal planeada desde un inicio, no fue la ideal para que la conocieran y admiraran de cerca los ciudadanos en virtud de que se trata de un crucero de alta velocidad vehicular y las personas de a pie no podían acercarse ante el riesgo de morir o quedar baldadas por atropellamiento. Además, la desproporcionada escultura interfería con la visualidad urbana y desde su instalación en ese punto generó protestas del público.

Ahora fue a dar al crucero de la avenida Victoria y la calle Durango, desplazando el busto del presidente Benito Juárez de larga permanencia en ese sector de la ciudad, más tranquilo y menos peligroso. El benemérito de las Américas tampoco tuvo descanso y fue transportado a un costado del Parque Morelos frente a la escuela primaria "18 de Marzo".

Ni el legendario Monumento a la Madre salió indemne de los cambios seriales y del crucero de Victoria y Centenario, su primer asentamiento, fue transferido al parque Morelos, frente a la escuela primaria "18 de Marzo". El acueducto que adornaba el bulevar Presidente Alemán, tampoco se salvó de las transferencias: lo desmantelaron y con las mismas piezas lo volvieron a levantar en el bulevar Rebollo Acosta, una vía que capta mayoritariamente el tráfico foráneo de camiones y tráileres que van de paso y los autobuses que llegan a la terminal de la calzada Lázaro Cárdenas con la mayoría de los pasajeros que duermen, fatigados por el largo viaje y cuyo deseo más urgente de regresar a casa cuanto antes.

"!Que les pongan ruedas!" soltó en forma mordaz uno de los entrevistados, refiriéndose a los monumentos frecuentemente removidos de su ámbito tradicional. "En esa forma quedarían satisfechas las veleidades de los gobernantes en turno" remató en un tono también satírico el crítico oficioso.

En Lerdo y Torreón existe la misma práctica y el caso más cercano es el retiro del emblemático monumento que le daba identidad a la llamada "Perla de La Laguna". Por otra parte, resulta inconcebible que los habitantes de esas dos poblaciones y los que viven en Gómez Palacio, no hayan defendido y conservado como reliquias de un brillante pasado campirano/ provinciano, los carros del desmantelado tranvía eléctrico y tramos del puente por donde iba y venía, a través del río Nazas, el ruidoso, pero cómodo transporte que unía a Durango con Coahuila.

Del mismo modo no se justifica la apatía de los torreonenses -los de aquella época, naturalmente- ante el retiro y desaparición de las fuentes y esculturas que adornaban la antigua avenida Morelos, alegando las autoridades de aquel lejano entonces, la necesidad de ampliar la arteria para abrirle paso preferencial al automóvil, haciendo a un lado el interés y la seguridad de los peatones y paseantes deseosos de disfrutar la tranquilidad y belleza que ofrecía la simbólica calle con sus palmeras chaparritas y estéticas.

En viejas fotografías tomadas en los años 40-45 aparecen las fuentes ornamentales y una escasa o casi nula presencia de los coches motorizados, escenas bucólicas que desaparecieron para siempre.

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