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NADIE LOS FRENA

CHOFERES CON CELULARES, UNA PRÁCTICA PELIGROSA

HIGINIO ESPARZA RAMÍREZ

Los autobuses de Transportes Moctezuma de La Laguna y Transportes del Nazas salen a motor rugiente de sus terminales en las calles Acuña y Falcón y a partir de la avenida Hidalgo hacia el sur corren a velocidad desmedida en un sector con intenso movimiento de coches, camionetas y camiones repartidores de refrescos, leche, frutas y granos y de personas que realizan compras en el mercado Juárez y negocios de los alrededores, un sector céntrico donde se supone que la velocidad permitida es de 40 kilómetros por hora o de 15 si hay escuelas.

Aprovechando que no hay agentes de tránsito en los cruceros -ni pedestres ni motorizados- corren desaforadamente no se sabe por qué motivo y si de casualidad aparece un silbante éste se voltea para otro lado y solapa los excesos de los manejadores.

Generalmente los aludidos tratan de dejar atrás a los semáforos en rojo y se meten a la fuerza entre la doble fila de vehículos, unos estacionados en batería en la acera poniente y los que se desplazan en la misma dirección ya sea a Gómez Palacio y Lerdo o a rumbos diferentes de la misma ciudad. Van como alma que se la lleva el diablo, según el dicho popular.

Es tal su prisa y manejo desobligado que conducen con una mano -la derecha- porque con la izquierda sostienen el teléfono celular pegado al oído; no son discretos pues el pasajero cercano escucha cuando hablan con una mujer -"nos vemos en la noche para llevarte a cenar"- o con los "cuates", violando el reglamento que prohíbe el uso de tales aparatos si se operan vehículos motorizados; la gran mayoría avanza pegando un camión al otro pretendiendo ganar pasaje y si el de adelante se demora lo rebasan como bólidos ante el pavor que sacude a los pasajeros temerosos de un percance.

Los que viajan de pie cuando el autobús va lleno, se apretujan de más y se bambolean o se zafan del tubo pegado al techo del vehículo mal llamado de servicio público. Ninguna de las líneas ha renovado el viejo equipo -salvo los "directos" a Lerdo pero en un bajo porcentaje- por lo que siguen circulando camiones viejos, destartalados y ruidosos desde el motor a los asientos con amortiguadores caducos y asientos tipo "brincolín": a cada brinco los viajeros saltan de sus asientos de duro plástico.

El viernes 31 de marzo al mediodía, el chofer del autobús número 19 de Transportes del Nazas no escuchó la sirena de una ambulancia que se dirigía de poniente a oriente por el bulevar Independencia -tampoco la vio- debido a que llevaba el celular pegado a la oreja; se atravesó en forma imprudente, obligando al socorrista a aminorar la marcha para evitar una colisión; al otro no le importó ni se puso colorado por su vergonzante comportamiento. Habló largo rato con quien se supone es el dueño del camión comprometiéndose a llegar a las 12.20 a la colonia Las Cumbres donde aquel lo estaría esperando.

En cambio, media hora antes en el bulevar Alemán de Gómez Palacio a la altura del parque del igual nombre, el mismo operador -fortachón y obeso- no perdonó a un anciano que torpemente trataba de orillarse a la banqueta batallando con una moneda de diez pesos que no quería salir del bolsillo del pantalón y que por esa causa tuvo que detenerse brevemente mientras hacía la señal de parada sin subirse al cordón. Literalmente le echó el camión encima y frenó en el último minuto, con la defensa muy cercana a las rodillas del peatón. Luego el insensato se mofó de éste volteando hacia el acompañante que ocupaba un asiento atrás de su espalda con el sobado insulto de "viejo pen…". No saben otro.

El uso de los celulares es práctica generalizada y el riesgo de accidentes está latente en todo el trayecto desde Torreón a Lerdo pasando o entrando a Gómez Palacio pues los frenos podrían fallar en cualquier momento o por descuido o distracción el chofer por impericia pierda el control y se trepe a las banquetas, choque contra otro vehículo o atropelle a la gente, una situación indeseable que compete prevenir a una autoridad verdaderamente responsable, lo cual no ocurre en ninguna de las tres ciudades. A los concesionarios tampoco les interesan los excesos y contratan a jóvenes inexpertos y acelerados o a viejos que no son tolerantes con quienes involuntariamente cruzan por su camino como ocurrió con el del camión número 19 de los "rojos".

A ninguno de ellos les quita el sueño ofrecer seguridad y comodidad a los pasajeros pues arrancan súbitamente apenas éstos trepan a los estribos y alargan una de sus manos para poner en las del chafirete los diez pesos o billetes de mayor cantidad. No esperan a que las personas de mayor edad ocupen sus asientos y los más frágiles o faltos de fuerzas para sostenerse, van a dar de bruces hasta la puerta de salida en el otro extremo del camión.

Mientras los chafiretes esperan su turno para salir, no sueltan el celular y así avanzan varias cuadras con el teléfono pegado a la oreja ante la sorpresa y malestar de los inseguros viajeros.

Por otro lado, las bocinas a todo volumen lastiman los oídos pues continúan vigentes en algunos casos -sobre todo cuando manejan jóvenes- y resultó puro cuento eso de que las autoridades las iban a prohibir. Uno de los usuarios se vio obligado a cubrirse los oídos afectados con las manos en el paso a Lerdo dando la impresión de que había enfermado a causa del fuerte ruido. Una dama ocupante del asiento delantero creyó que se iba a desmayar por lo que llamó la atención del conductor y del amigote parado en los estribos y le bajaron al ruido.

En fin, estos son sólo algunos testimonios de las peripecias que padecen los usuarios de las tres ciudades enfrentados al único medio de transporte que existe para viajar entre las tres ciudades y añoran los tranvías con sus conductores limpios y atentos con uniformes impecables, no desaliñados, fumadores y adictos al celular, como los de ahora, con sus excepciones, claro está.

Hay ordenamientos legales para evitar abusos en el manejo y los riesgos que ello implica para la ciudadanía. Proteger a los usuarios es una obligación de la autoridad y éstas deben actuar ya antes de que ocurra una tragedia.

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Escrito en: Higinio Esparza Ramírez

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