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Dr. Víctor Albores García

ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A.C. (PSILAC)

CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA

ADOLESCENCIA EN EL SIGLO XXI

SEXAGÉSIMA TERCERA PARTE

A pesar de que podemos hablar de la adolescencia como un período específico de la vida y del desarrollo, que funciona como un enlace entre la infancia por un lado, para continuar con la etapa adulta por el otro, la realidad es que se trata de conceptos un tanto subjetivos que se han investigado y estudiado en Psicología y otras áreas, como una forma de comprender mejor el proceso del desarrollo emocional del ser humano y las diferentes etapas por las que se va sucediendo a lo largo de la vida, aún a sabiendas que en realidad se trata de un proceso bastante complejo y difícil de delimitar de una etapa a la otra... ¿Cómo podemos saber entonces cuando es que se termina la etapa de la adolescencia en una chica o en un chico, para dar paso a esa nueva etapa que llamamos de adulto, y con qué medidas o con qué criterios contamos para alcanzar a definir tales cambios? Para los estudiosos del comportamiento humano, esta pregunta ha sido por muchos años y aún desde la antigüedad, una cuestión que ha requerido ser valorada e investigada; pero mismo para el individuo común pensante, le es importante concientizar y reconocer los cambios que va sufriendo a través de los años, especialmente en esa época en la que deja de ser niño o niña y presenta los característicos cambios biológicos sexuales que lo hacen cuestionarse la forma de madurar y de alcanzar su posición como hombre o como mujer y autodefinirse como adulto. Hace varios meses me refería precisamente al hecho de que podemos delimitar más fácilmente esos cambios de la infancia hacia la pubertad femenina y masculina, como un fenómeno biológico específico del crecimiento, gracias a la presencia de una serie de rasgos y modificaciones físicas específicas, que van a convertir a un chico en hombre o a una chica en mujer, desde lo que podemos considerar como una perspectiva básicamente biológica, lo cual no necesariamente implica una madurez psicológica o social que lo transforme de niño o niña en adolescente y mucho menos aún en lo que sería un adulto, aún en contra y a pesar de que muchos padres y madres u otros adultos así lo consideren, y les otorguen prematuramente a estos chicos privilegios y responsabilidades que todavía no están preparados para manejar y atender adecuadamente. En las investigaciones y reflexiones sobre este tema y el proceso del desarrollo psicológico, Erik Erikson, un virtuoso psicoanalista de Harvard del siglo pasado, afirmaba que la llegada a la etapa adulta, se alcanza en el momento en que los jóvenes logran ser autosuficientes por completo tanto en el aspecto económico, como en el social y en el emocional, criterios nada fácil de alcanzar, especialmente en este nuestro Siglo XXI, en el que podemos afirmar que debido a una serie de factores internos y externos, la adolescencia se ha prolongado mucho más allá de lo esperado (continuará).

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