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Nuestra salud mental

DR. VÍCTOR ALBORES GARCÍA

ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A.C. (PSILAC)

CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA

ADOLESCENCIA EN EL SIGLO XXI

SEPTUAGÉSIMA NOVENA PARTE

Podríamos afirmar sin lugar a dudas, que la profesión, para quienes somos profesionistas, o la especialidad técnica y cualquier otro tipo de estudios, capacitación o de actividad artesanal o productiva que nos valide como seres humanos útiles que laboramos y nos presentamos como trabajadores en cualquier área que hayamos escogido y deseemos señalar, ello en sí puede convertirse en un compromiso de vida, en una larga relación personal tan íntima o tan distante como cada individuo lo decida y lo marque, de acuerdo al gusto, interés, satisfacción y hasta se podría decir grado de amor que desarrolle con tal actividad. Se puede hablar entonces de una pareja, de lo que incluso podría considerarse una especie de noviazgo, en ocasiones quizás, hasta el primer noviazgo de nuestras vidas, como una experiencia que nos hace sentir eficaces, productivos, creativos, provechosos y hasta valiosos para los demás y para nosotros mismos, al permitir visualizarnos ya no tanto como adolescentes inseguros, sino como adultos vivos, con mayor madurez: hombres y mujeres auténticos, de carne y hueso, que podemos llegar a ocupar un sitio especial y valioso en nuestra sociedad. El amor al estudio, a la investigación, al trabajo o a la actividad que se desempeñe, que desgraciadamente para muchos también puede significar una maldición o un castigo, es un preámbulo de amor que puede haberse iniciado desde muy temprano en nuestras vidas, desde nuestra niñez, cuando empezamos a descubrir esa increíble magia de poder ser maravillosamente capaces de investigar, de observar, de escuchar, de descubrir, de aprender, de cuestionar, de experimentar, de crear a través de los libros, de las tareas, de los maestros y maestras que encontramos en los muy variados y accidentados caminos escolares, o mismo de los compañeros y de las experiencias que hayamos recorrido en tales épocas del pasado, y que se continúan a lo largo del tiempo conforme cambiamos y avanzamos de grados escolares, y también conforme vamos dejando de ser niños para convertirnos en adolescentes. No cabe duda que ese tipo de amoríos primarios e infantiles se generan inicialmente en nuestros orígenes, en los modelos vivenciados en la familia y naturalmente en las experiencias académicas tempranas; pero si lo analizamos a niveles más profundos, podemos darnos cuenta que posiblemente desde ese momento, se llegan a sentar las bases que nos ayudarán a formarnos para la disciplina, el orden, la estructura, la fortaleza, la constancia, la creatividad y la productividad que suelen nacer precisamente en la estabilidad y el equilibrio que se dan en tales relaciones amorosas con la educación y el aprendizaje, para convertirse entonces en la que sería esa nuestra primer pareja, con la que intentaremos desarrollar un primer compromiso a plazo largo. En nuestro vulnerable siglo XXI, no es fácil hablar de relaciones amorosas y de compromisos a largo plazo, cuando se trata de conceptos que desgraciadamente no se están cimentando ni fortaleciendo en nuestros días, en los que desgraciadamente, las relaciones amorosas se tornan frágiles, quebradizas, inconsistentes, superficiales y a veces hasta incoherentes, sin contar en la mayoría de los casos con un reforzamientos sólido y adecuados, lo que determina que se rompan, se contraigan, se desgranen y se destruyan con facilidad, como uno más de tantos productos desechables de nuestro mundo consumista, ante el desconcierto, la incredulidad, la impotencia, la frustración o la desilusión de estos individuos, muchos de ellos semivacíos. Por eso, en esta época de graduaciones, no sólo es necesario hablar de actos académicos especiales, de festejos, de despedidas y separaciones, sino que es indispensable mencionar y enfatizar estos compromisos a largo plazo y este tipo de experiencias amorosas, quizás no siempre reconocidas, potencialmente más firmes o más raquíticas, que cada graduado debería explorar y reconocer en sí mismo como una forma de ubicarse en este mundo y en este siglo (continuará).

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