ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A.C. (PSILAC)
CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA
ADOLESCENCIA EN EL SIGLO XXI
OCTAGÉSIMA TERCERA PARTE
Quizás algo parecido a lo que sucede con las parejas hombre-mujer en la actualidad, sucede paralelamente con las parejas de individuo-actividad. Pareciera que los cimientos que parten desde la infancia y representan las ilusiones, los interesas y los sueños tempranos de cada niño o de cada niña, tampoco llegan a consolidarse de una manera integral y firme, especialmente en aquellas familias en las que las bases del desarrollo y de la formación emocional hogareña no tienen como ingredientes la disciplina, la constancia, la organización, la confianza, el respeto, el cariño, el orden y la firmeza que requieren tales cimientos para cuajar y proporcionar una plataforma sólida y fértil, en la cual se puedan integrar y desarrollar adecuadamente las raíces más básicas de su vocación, en tantos casos, tales raíces puedan tomarse en cuenta seriamente y ser admirados por los padres y demás familiares traducidos como esos primeros pasos del infante en la persecución y la búsqueda de sus sueños más tempranos al intentar descubrir y practicar sus habilidades de la mejor forma posible. Sin embargo, en otras familias tales experiencias pueden ser negadas del todo o recibidas como monerías, como detalles graciosos y simpáticos que emocionan y divierten a los demás miembros temporalmente, pero que no ameritan considerarse como algo valioso que necesita mayor atención, investigación, estimulación o seguimiento para saber y reconocer la amplitud e importancia de tales sueños medidos hacia el futuro en lo que podrá representar la existencia y el destino de ese niño o de esa niña como futuros adolescentes y adultos. No existe la capacidad de visualizarlo hacia el futuro como una base necesaria para la formación de sus respectivas parejas en lo referente a una actividad estimulante, creativa productiva y satisfactoria, con la que puedan identificarse y permanecer estrechamente vinculados a lo largo de la vida. Es verdad que los vínculos amorosos nacen desde el embarazo, desde los primeros días en la cuna, en los brazos de mamá y de papá, entre sus sonrisas tranquilizadoras y amorosas, así como las de los demás miembros de la familia. Sin embargo, tenemos que recordar que paralelamente, existen esos otros vínculos amorosos que también se irán forjando de acuerdo a los primeros modelos vocacionales, a base de imágenes, intereses, gustos, habilidades y actividades dentro del círculo familiar en los mismos padres, hermanos o demás miembros que se proyectan y ejercitan como una influencia básica dentro del hogar, consciente e inconscientemente. Así pues, sin darse cuenta quizás, tales vínculos se irán construyendo como lazos invisibles pero reales que unan los trazos de los sueños infantiles con la realidad de las labores, del trabajo, la vocación y las actividades dentro de la familia, con todo aquello que le parezca atractivo, y se integre y compagine con sus propias habilidades e intereses. Desgraciadamente, la falta de atención, de estimulación, de interés, de investigación y de seguimiento para desarrollarlos, puede traer como consecuencia el desánimo, la decepción, la apatía o la inercia de tantos de nuestros jóvenes en la actualidad, que vislumbran una perspectiva gris y vacía de su existencia, porque no logran encontrar esa pareja ideal dentro del estudio, de una actividad, o del trabajo con la que logren conectarse amorosamente, posiblemente porque jamás desde niños cristalizaron ese vínculo al no haber encontrado la oportunidad para hacerlo. Se podría asegurar que se trata de jóvenes que en cierta forma necesitan ser estimulados, asesorados y capacitados nuevamente desde el principio para intentar reavivar y despertar sus sueños infantiles que les facilitar el encuentro con si mismos y con una pareja semejante, vital para el desarrollo y la existencia (continuará).