ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A. C. (PSILAC).
CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA
ADOLESCENCIA EN EL SIGLO XXI
SEXAGÉSIMA SEGUNDA PARTE
Y así se fue el 2016, bueno, malo o regular, pero diferente a los años anteriores, según la perspectiva de cada uno, más lento o más veloz de acuerdo también a las edades con las que se mida: adultos, adolescentes o niños, pero a la larga, sabemos que igualmente ocurre igual para todos sin que podamos detenerlo, o siquiera controlarlo del todo.
Conforme pasan los años, los adultos podemos percibir que se nos escapa más rápida y descontroladamente dejando muchos de nuestros objetivos sin cumplir, de manera que pueden permanecer inconclusos y pendientes, en espera de recuperarlos el año siguiente, si nos recordamos. Nos encontramos en la frontera anual de los ciclos, en el momento mismo en que somos testigos del final del año anterior ávidos de anticiparnos al siguiente, como una especie de rito religioso que mantenemos puntualmente cada final del mes de diciembre de frente al inicio del de enero. Me parece que para los adolescentes, el tiempo tiene un valor y una perspectiva diferente, mucho más lento y elástico, quizás hasta rítmico y expansivo o incluso caótico y desorganizado, de manera que sienten que sus planes y expectativas pueden caber y acomodarse más fácilmente o hasta ilimitadamente en todos los espacios, espacios donde las reglas son diferentes o inexistentes, y donde todo puede suceder sin tantos límites ni fatalismos o preocupaciones como nos acechan a los adultos, cuando los presionamos a ellos.
Y sin embargo, tal perspectiva del tiempo va cambiando paulatina o aceleradamente, cuando los jóvenes llegan hacia los últimos años de su adolescencia y se encuentran más de frente, cara a cara a esa imperceptible frontera que tiende a definirlos y descubrirlos como adultos, o aún si sólo se trata del deseo de serlo, sin todavía reconocer del todo aquellos rasgos que suelen diferenciarlo del adulto.
Un dilema existencial desde siempre, desde el momento mismo en que sociológica y psicológicamente decidimos llamarle adolescencia, como una etapa más en el desarrollo, entre la infancia y la adultez, como una especie de puente entre ambas, que las vincula y trata de darle sentido al proceso de maduración, de humanización, de formación de la identidad de cada individuo, hombre o mujer. Pero la adolescencia en nuestros días, ha perdido hasta cierto punto su sentido y su concepto ha debido revisarse, cuando las sociedades actuales están sufriendo cambios tan extraordinarios, que nos obligan a revisar una y otra vez nuestros valores y nuestras creencias tradicionales: los adolescentes de los cuarenta, cincuenta, sesenta, etc., del siglo pasado eran definitivamente diferentes de los adolescentes que inauguran este siglo, y al igual que ha sucedido a lo largo de la historia, tenemos que tomar en cuenta las experiencias, las situaciones y las características propias de cada época, de cada década, de cada ambiente cultural y de cada momento histórico para poder comprender los rasgos, los valores, las creencias, los sueños y las expectativas que se forjan precisamente en ese proceso de formación y madurez que es diferente ahora y los marca con un sello específico que los identifica más globalmente. Al filo del intercambio de un 16 por un 17 años este fin de semana, será importante revisar una vez más, el sentido y el significado del concepto del tiempo tanto para adolescentes como para adultos (Continuará). FELICIDADES.