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Para José Luis y Manuel Estrada Quezada

MORIR DE AMOR

Aunque José Alfredo Jiménez lo dijera siempre, nadie quedaba muy convencido de que por amor también se muere, como solía decir el mito de Dolores Hidalgo, quien a su vez, como nuestros ancestros y de eso sí que hay testigos, tuvieron que decidir si quedarse o irse cuando el maestro Lara evidenciaba en sus letras que por esos amores dulces podría intercambiarse el final.

Años mozos surcaban cuando el armenio francés Charles Aznavour también entró a palpitar con el terrible sino de los muy enamorados, o los desahuciados por no tener la correspondencia adecuada y hasta Miguel Bosé irrumpió en esa cantaleta tan manejada de morir por amores. Hoy en día, en cambio, los hombres que por amor han abrazado el periodismo se mueren de verdad y no tanto por rechazos, sino por las balas de los que están en pacto con el demonio.

Los periodistas muertos van desfilando uno a uno y cada vez la gente se sorprende menos, se va haciendo como una cruel costumbre de que vayan cayendo esos cuya inteligencia básica de ser humano está tan reprimida y distorsionada por cuestiones comerciales, sociales, políticas, que van hurgando entre el estiércol y no se detienen pues se aíslan en su mundo personal, ese que no suelen compartir con nadie, ese que les lleva a investigar a desenmascarar, a descubrir.

Ahora uno entiende que la gente no muere por amores no correspondidos, sino por amor a su profesión, a su trabajo, a su posición digna en la sociedad, esos que suelen caminar como cualquiera por las calles, creyéndose como un ciudadano más, como un trabajador que regresa a casa; no es tal, ellos en la defensa de sus argumentos tienen con su pluma e intelecto un arma más poderosa que cualquiera de sus espadas y en esa caminar de insistencia, esos periodistas se ponen traje de disidencia, corbata de rebeldía y hacen de ello mismo, su tarjeta de identidad.

Hoy vemos claramente que el periodismo está en peligro de desaparición y puede acabar engullido por una fuerte corriente de efervescencia que se siente en todos los ambientes, hoy persiste, domina la llamada posverdad, o el relato que pretende negar los hechos y recrear la realidad con todos los viejos métodos que usa doña manipulación.

Por ello el periodismo llega a un cansancio, ya no hay análisis y las noticias si no existen se hacen aparecer, la demanda urgente de información se cubre con especulaciones, disparates y rumores hasta formar una realidad paralela. El periodista hace un trabajo light para no perder la posición o malhumorar al gran poder. Muchos dirán, ¿de qué te sirve el amor si tienes hambre?

Alejandro Tovar

Arcadiotm@hotmail.com

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