PERIODISTA
El periodismo es una manera de estar inserto siempre en la realidad. El hombre que vive en ello, difícilmente podrá escaparse de la telaraña que se va formando desde el primer día de ejercicio. Ese hombre nunca volverá a ser totalmente libre, el periodismo es una forma de vida, exigente, tiránica en ocasiones pero siempre con la oportunidad de hacerte el muchacho de la película, porque los temas se muestran como cartas y si escoges la adecuada, entrarás a otro mundo, ése que es creado por todo un armazón de sucesos, voces y versiones, por ecos y señales de humo.
El periodista que no es común, que no es militante, que tiene su propia voz, su concepto y sobre todo el correcto sentido de la dignidad, camina entra todos de la misma forma, actúa igual y hasta es parecido a sus contemporáneos pero piensa y razona de distinta manera, procura que el tema sea enriquecido por la mejor investigación e insiste en sus fuentes, vuelve a revisar los hechos y se asoma al vacío como el francotirador que se muestra en el campo de batalla.
El buen periodista, el confiable, el que se hace amigo de sus lectores con cada columna, sin que le conozcan personalmente, sin saber la gente si huele a aguardiente o a lavanda fina, es aquel cuya imaginación tiende a dominarse cuando está frente a su laptop, porque es un huracán completo, cuyo timón debe ser gobernado antes de que vuele con toda la historia y la convierta en un culebrón insoportable. Generalmente, ese hombre es enemigo acérrimo de lo obvio.
Cuando cabalga o corre por la noticia, debe tener que ser vigilado de cerca porque corre o vuela en piloto automático, porque sabe bien que debe buscar la mejor versión del caso, puesto que todas las vidas son importantes y todas tienen algo que decir. Sabe que no debe dejar a nadie fuera de la investigación porque el olvido también es una forma de violencia. Tiene dolor de cabeza frecuentes pues mira que su prosa es la construcción artificiosa y determinista de una historia programada en la que los seres humanos no serían protagonistas, sino títeres.
El periodista verdadero, es como el trapecista que vuela sin red y sonriendo al público, se eleva lo más posible y nunca mira al vacío, vive y se desata como furioso monstruo del aire, que se mece vigoroso sin pensar en el impacto. Sabe que las verdades que se manejan son de todos y de nadie, que los muertos no tienen lágrimas y que su identidad palpita, solamente en sus letras.
Alejandro Tovar
Arcadiotm@hotmail.com