Siglo Nuevo

Penas que moldean los genes

El estrés, la ansiedad y otros males que se heredan

Foto: Archivo Siglo Nuevo

Foto: Archivo Siglo Nuevo

REDACCIÓN S. N.

Según integrantes de la comunidad científica actual, acciones como fumar o la dieta pueden causar cambios en el material hereditario recibido por los hijos y constituirse en factores importantes en el desarrollo de sus vidas.

En algún momento del ciclo vital familiar, los padres pueden manifestar su interés por heredar a sus hijos bienes tanto materiales (una casa por ejemplo) como inmateriales (valores, lecciones, historias). En la mayoría de los casos, los progenitores no están conscientes de que sus descendientes heredan también legados, conocidos en psicología como “lealtades invisibles”, que afectan su desarrollo psicoafectivo y que, en ocasiones, repercuten en su salud física.

No hablamos de males extendidos como la diabetes o menos comunes como la hemofilia. Se trata de elementos frecuentes de la vida como el estrés y la ansiedad o diversos traumas. En el campo dedicado a la investigación de los elementos y mecanismos de la información que pasa de unas generaciones a otras este fenómeno recibe el nombre de Herencia Epigenética Transgeneracional (HET).

Investigadores como Rachel Yehuda, psiquiatra israelí, han emprendido estudios para comprobar que factores ambientales y las experiencias de los ascendientes influyen en la calidad de vida de los hijos.

La Epigenética, explica Raúl Odarza, investigador de la UNAM, es una disciplina que investiga cómo los hijos pueden heredar y manifestar lo que aparentan ser nuevos rasgos provenientes del comportamiento y entorno de sus padres sin que para ello ocurran cambios en el ADN.

Una definición más técnica la retrata como los cambios heredables en la expresión génica que no requieren una alteración en la secuencia de nucleóticos (compuestos orgánicos que intervienen en el metabolismo celular) del ácido desoxirribonucleico.

PRINCIPIO

Los orígenes de este campo científico se remontan al naturalista francés, Jean-Baptiste Lamarck, quien en su libro Filosofía zoológica, publicado a principios del siglo XIX, desarrolló una teoría de la evolución biológica.

Según el conde de Lamarck, el ambiente era un factor decisivo a la hora de que una especie prevaleciera sobre otra. Las jirafas, por ejemplo, estiraron el cuello para alcanzar el alimento de las altas ramas y esa mejora de la especie fue heredado.

Hoy día, varios integrantes de la comunidad científica han recuperado la esencia de la teoría de Lamarck y sostienen que acciones como fumar o la dieta causan cambios en el material hereditario recibido por los hijos y constituirse en factores importantes para su calidad de vida. Pueden, por ejemplo, incidir en el desarrollo de cáncer.

La resistencia a esa postura proviene de quienes defienden que la única manera de transmitir información de una generación a otra es a través de los genes contenidos en el ácido desoxirribonucleico.

La doctora Yehuda, especialista en TEP (trastorno de estrés postraumático), en colaboración con el neoyorquino hospital Monte Sinaí, realizó un estudio en el que comparó los historiales de individuos judíos que sobrevivieron a un campo de concentración nazi con los de otros que se retiraron de Europa durante la guerra y no pasaron por esa experiencia.

Su conclusión fue que las personas que estuvieron bajo el yugo alemán transmitieron episodios de estrés a sus hijos a través del material genético. El interés en el tema surgió a raíz de que cinco descendientes de supervivientes del holocausto acudieron a su consultorio en busca de ayuda porque, así fuera de forma indirecta, el genocidio les había afectado.

A los pacientes les fue heredado el TEP, trastorno que se siguió nutriendo a partir de la convivencia con figuras paternas que relataban las atrocidades vistas y sufridas durante la Segunda Guerra Mundial.

/media/top5/SNfamgenesgrafico.jpg

Foto: Jude Buffum

CIENCIA EN ACCIÓN

Otra investigación, realizada en Edimburgo, Escocia, por Jonathan Seckl, profesor de medicina molecular, indagó la hipótesis de que las mujeres embarazadas podían transmitirle a los hijos el estrés producido durante la gestación y al momento de parir.

En la primera etapa, Seckl experimentó con ratas preñadas a las que sometía a situaciones diseñadas para estresarlas. Encontró en la siguiente generación de roedores una reacción alterada ante la ansiedad y el estrés.

En 2001, luego del 9/11 (el ataque terrorista a las Torres Gemelas), Rachael Yehuda y Jonathan Seckl hicieron equipo con el fin de investigar los efectos del TEP en mujeres embarazadas y madres, con pequeños de hasta un año de edad, que sobrevivieron al incidente o que estaban cerca de la zona cero.

Las mujeres seleccionadas fueron objeto de análisis clínico. La ciencia encontró en las muestras de saliva cantidades anormales de cortisona.

La cortisona es una hormona esteroide que el cuerpo humano produce en pequeñas cantidades para tratar inflamaciones. Su consumo produce, a corto plazo, insomnio, retención de líquidos, dolor de cabeza, mal humor y demás. En el largo plazo causa diabetes, tensión alta, enfermedades óseas, entre otros padecimientos de consideración.

También se hallaron niveles fuera de lo habitual en la saliva de los críos.

CARGAS FAMILIARES

Michael Kobor, genetista médico, explica que no sólo el ADN de la madre influye en las herencias nocivas. Los antecedentes del padre también cuentan.

Cuando los genes de la pareja se unen, no sólo se transmiten los rasgos físicos. La investigación del profesor Kobor coincide con los otros estudios mencionados en que se puede heredar el trastorno de estrés. No obstante, agrega a la canasta genética el trastorno de ansiedad generalizada (TAG), fobias, problemas alimenticios e incluso posible tendencia a enfermedades mentales.

Para este científico canadiense es importante conocer cuáles factores pueden perjudicar a la descendencia, ubicar potenciales problemas por heredar y tratarlos con los especialistas correspondientes.

Partidarios de la epigenética indican que un niño llega a recibir herencias alteradas desde los abuelos.

Diversas funciones del organismo humano dependen de que determinados genes, a la manera de los interruptores, se activen o no. Si bien se ignora la mayor parte del proceso que da lugar tanto a la actividad como a la inactividad de determinadas características genéticas, se sabe que cuando uno de los interruptores se apaga o se prende hay consecuencias. Esa puede ser la diferencia, por ejemplo, entre desarrollar una enfermedad mental o no.

En estos tiempos de avances tecnológicos y científicos no está de más echar una mirada a información que ayude a comprender mejor los bienes y los males, ya sea biológicos o psicológicos, que son transmitidos a los retoños. Eso puede marcar un rumbo distinto en su singladura vital, sin condicionamientos originados en quienes les antecedieron.

Leer más de Siglo Nuevo

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Siglo Nuevo

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Foto: Archivo Siglo Nuevo

Clasificados

ID: 1359807

elsiglo.mx