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PEQUEÑAS ESPECIES

M.V.Z. FRANCISCO NÚÑEZ GONZÁLEZ

UN GIGANTE DIMINUTO

Cuando conocí a "Chapulín", era un pequeño cachorro Chihuahua de tres meses de edad; desde entonces, su carácter era alegre, vivaz, inteligente, fiel y muy simpático, no tenía el kilogramo de peso, con un tono marrón de capa. Su dueño, el Dr. Juan Castillo, excelente amigo y colega de profesión dedicado a las grandes especies, lo llevó a la clínica a sus primeras vacunas.

Creció "Chapulín" prácticamente en el campo, salía a diario con su amo a la visita de los establos, no necesitaba de invitación, sabía perfectamente los días laborales, veía preparar el equipo de trabajo y estaba presto para saltar al vehículo para acompañar a su dueño, todos los trabajadores le conocían y le tenían un afecto muy especial; como toda buena mascota, se dejaba querer y acariciar, siempre había palabras de elogio por su inteligencia y hasta parecía agradecerlas por su comportamiento tan especial. Los fines de semana los disfrutaba aún más, cuando veía a su amo y a su hijo, Jonathan, llevar alimentos y provisiones, sabía que irían de pesca y era el primero en subirse a la camioneta para disfrutar de la naturaleza, de esos majestuosos árboles milenarios que se encuentran haciendo valla en la cuna del río Nazas y dormir bajo las estrellas en el campamento de la imponente presa Lázaro Cárdenas o El Palmito, donde iban a pescar.

Recuerdo que en una ocasión, su dueño me habló muy preocupado por "Chapulín", se encontraba muy enfermo, había comido algo que le había causado daño y presentaba vómito, diarrea y deshidratación. Afortunadamente, los medicamentos los consiguió en el pueblo y tuvo una pronta recuperación.

Conocí Palmito hace más de cuarenta años, cuando aún estábamos en los primeros años de la carrera, mi amigo Juan y un servidor fuimos de pesca y se descompuso el motor de la lancha y tuvimos que pasar la gélida noche sin provisiones en las orillas de la gigantesca presa, fue toda una odisea. Precisamente, hace unos días, gozamos de unas excelentes vacaciones familiares en la Semana mayor, sólo que a mi edad, ya no estamos para casas de campaña, y como siempre, mi colega y su linda familia fueron excelentes anfitriones con su tráiler park con todas las comodidades, pero lo más extraordinario fueron los exquisitos platillos que disfrutábamos a diario. Recordé los días maravillosos que pasábamos año con año con otro colega y buen amigo, el Dr. Arnoldo Celis y su familia, en esas hermosas cabañas de piedra construidas por su padre, cómo gozaban las noches con sus fogatas nuestros hijos pequeños convertidos ahora en padres.

Pasaron los años y "Chapulín" recorría las calles del entorno a su casa con tal confianza pues todos le conocían, hasta que un día no regresó. Sus dueños, muy preocupados, se dieron a la tarea de buscarlo durante días, estaban seguros que no se había perdido, pues era muy inteligente, su dueña estaba convencida que en las noches lo escuchaba ladrar, así que fue casa por casa preguntando a las empleadas por el pequeño Chihuahua, y a espaldas de su casa, hubo una empleada que dudó en contestar, la dueña del pequeño perro aseguraba que ahí se encontraba y que tal vez lo tenían pensando que se había extraviado. Al salir el dueño de la casa lo negaba y ella sólo pedía que lo mostraran para cerciorarse que no era su perro. Al notar el señor de la casa que ella no desistiría, sacó al pequeño Chihuahua, y como un niño que no había visto a su madre en años, saltó sobre su ama y el dueño de la casa no tuvo más opción que entregarlo. Fue una semana que los trabajadores de los establos preguntaban preocupados a diario por el "Chapulín", se había ganado el cariño de todos y su dueño al volver a llevarlo les decía que se preocuparon más por su mascota que de él cuando se ausentaba por estar enfermo. Era la segunda vez que se extraviaba, anteriormente lo recuperaron el mismo día hasta en la noche, lo tenían "secuestrado" en una casa y lo recuperaron gracias a una recompensa.

Un día, regresaban de pescar el inseparable trío: padre, hijo y "Chapulín", empezaba a oscurecer y detuvieron el vehículo por unos minutos en la carretera en el entronque a La Zarca a 150 km. de Gómez Palacio. Al llegar a casa y bajar todo el equipo, se percataron de que no venía "Chapulín", repasando su regreso y la última vez que lo vieron, dedujeron que se había quedado en La Zarca cuando se detuvieron, sólo esperaron el amanecer y se regresaron muy preocupados al lugar donde supuestamente lo habían abandonado en la carretera, temían por él, era muy valiente, pero su escasa estatura y su mínimo peso, un poco más de un kilogramo, no resultaba rival para un coyote, un gato montés o cualquier depredador.

En La Zarca, dejaron información y hasta una recompensa por su recuperación. Pasaron los días y la familia se encontraba muy triste hasta que recibieron una llamada de que tenían al perrito. Al principio dudaron, por la recompensa se prestaba a falsas llamadas, pero al decir la persona que habló que tenía una plaquita en forma de hueso con su nombre y datos que había mandado hacer su dueño en la clínica, inmediatamente se trasladaron y efectivamente era él, deshidratado, más delgado, aterrado pero muy feliz, había logrado sobrevivir a la intemperie por cuatro días.

"Chapulín" siempre se encontraba alegre, lo notaba al llevarlo periódicamente a sus vacunas, ya contaba con cuatro años, siempre venía atento en el asiento del copiloto y de un salto bajaba del vehículo, se introducía solo a la clínica olfateando meticulosamente todo a su paso, jamás fue agresivo, al contrario, parecía agradecer que cuidaban de él.

Celebrábamos el cumpleaños de mi amigo en su casa, al retirarnos cerca de las diez de la noche, lamentablemente ocurrió la tragedia, "Chapulín" fue arrollado falleciendo en ese instante, desafortunadamente nada pude hacer como su médico. La celebración se convirtió en un luto por ese perrito que hizo alegrar los corazones de quien le conoció. Su muerte fue rápida como su vida, fue intensamente feliz y lo sabía perfectamente, no había persona que se resistiera a acariciarle y decir palabras de elogio por su carácter. La misión de esas "grandes" mascotas son como la de ángeles, venir a alegrarnos la vida, de amar y respetar a cualquier criatura de la naturaleza, de ser un ejemplo entre los seres racionales de que ellos no conocen la maldad y sólo están aquí para hacernos la vida con mayor plenitud. Descansa en paz en el cielo de los perros, "Chapulín".

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