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LA DESIGUALDAD ES UNA VERGÜENZA EN MÉXICO

El recién estrenado representante del Papa en México, el nuncio apostólico Franco Coppola, afirmó que "la desigualdad es una vergüenza para nosotros los cristianos", dentro de una ceremonia en la Basílica de Guadalupe celebrando los 800 años de la orden de los Dominicos dijo: "No creo que tengamos que apuntar el dedo contra otros porque es nuestra culpa, es nuestra falta. Nosotros somos una familia, decimos que somos una familia; sin embargo, tenemos hermanos muy ricos y hermanos muy pobres".

Reconocernos como cristianos es manifestar a Jesús y su anuncio de liberación universal, que Dios va a efectuar por medio del "cordero de Dios que quita el pecado del mundo". Este "pecado" del mundo no se refiere a las faltas personales, sin resonancia social. El pecado del mundo son todas las injusticias, la explotación, especulación, opresión, corrupción, egoísmo, ambición… que dan como resultado la situación inhumana e insostenible de una tercera parte de la humanidad que sobrevive con dificultad o muere de hambre cada día.

Seguir a Jesús es comprometerse en la lucha y el esfuerzo por quitar "el pecado del mundo": liberar, con solidaridad y compasión, de todo lo que destruye la libertad, la dignidad, la convivencia y la felicidad de las personas. Precisamente lo que hizo Jesús. El cristiano aprende a estar en el mundo dando esperanza, contagiando alegría en lo cotidiano bien hecho, mostrando interés por los demás, siendo agradecidas, valientes, coherentes, solidarias… adoptar el estilo de lo que fue la existencia de Jesús: la vida para los demás.

La asistencia social, no realiza una caridad efectiva porque mantiene la desigualdad, la injusticia en la distribución de los bienes, la explotación del más débil. Muchas veces las dádivas son maliciosamente proporcionadas para mantener el control, el dominio y la manipulación de los que, a fuerza de extender la mano se les ha olvidado que ésta puede ser usada para muchas más cosas: crear, defenderse, dar, colaborar, trabajar… Extendida siempre para recibir una miseria, es atada para quitarle su dignidad y la obligación de ser él mismo, el sujeto de su propia realización. Esperando una limosna, se hace cómplice del sistema de injusticia y corrupción. Algunos engañan su conciencia, desposados con la misma sed de lucro y cubriendo su idolatría con una patina de cristianismo, añadiendo a ello algunas limosnas y pías instituciones, mientras acumulan su riqueza con una explotación inhumana de los débiles, sirviéndose de un sistema económico injusto.

"El pecado del mundo" se arraiga con el estilo de vida de muchos y los poderosos canales de la publicidad martillándonos incesantemente: "Debes ansiar, tener, consumir, hacer ostentación de más cosas". El cristiano debe colaborar esforzadamente a favor de la justicia, la moderación y de la búsqueda de estructuras económicas más sanas. Al mismo tiempo rechazar y combatir las variadas formas de criminalidad económica, de corrupción y complicidad.

Es importante la honestidad, la incorruptibilidad y la escrupulosidad, pero los cristianos maduros no pueden contentarse con esas virtudes. Tienen el deber de hacer juntos y cada uno en su puesto lo que sea posible en cada momento por sanar la cultura económica.

Junto con la teología de la liberación, la doctrina social de la Iglesia ha sido olímpicamente olvidada en la acción, predicación y praxis cristiana. Es necesario rescatar la promoción de la solidaridad, la colaboración y la participación como medio para combatir la gran desigualdad y la insensibilidad. Si los cristianos nos hacemos los sordos, lamentaremos las consecuencias de una crisis de credibilidad. Ayudar individualmente no compensa la falta de corresponsabilidad para la mejora de la vida pública.

El nuncio apostólico comparaba el África, (apenas dejada por él hacía tres meses) "donde todo está mal", con el inaceptable contraste en México entre el gran desarrollo, al lado de la extrema pobreza. En África la urgencia de mejorar las situaciones críticas de pobreza y violencia motiva fácilmente y sin problema el trabajo de colaboración entre cristianos de diversos credos. El próximo miércoles 18 empieza la semana de oración por la unidad de los cristianos. En México habrá que superar divisiones escandalosas, para un trabajo conjunto, que ayude a transformar las extremas diferencias e injusticias entre hermanos en Cristo.

Creer desde ahora que otra vida es posible, imprime un sentido al presente de esta vida efímera. Creer es unirse con los que creen, en una alianza fecunda y hacen experiencia de hermandad en la que nadie carece de lo indispensable. La comunidad es el lugar para experimentar el amor y la comunión. La religión no sólo es ligar con Dios sino también es un llamado a construir una comunión universal de comunidades. El Espíritu de Dios anima este camino nuevo en donde la acción se manifiesta a través de los intercambios comunitarios. Este Espíritu, si está dentro de nosotros, es fuente de todo amor y en él se juzga el valor de toda vida. Atreverse a proclamar el poder de Dios y del amor sin límites, hermana a todos los que también lo hacen.

Después de las celebraciones de la navidad que nos han hecho sentir a Dios muy cercano a nuestra vida, podríamos fijarnos hoy en la necesidad de explicitar nuestra fe en obras, para superar la vergüenza de ser una familia con tantas diferencias.

  Por: Arturo Macías Pedroza

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