Columnas Social columnas editoriales SOCIALES

PIÉNSALE PIÉNSALE

VIACRUCIS CON

OJOS DE MUJER

La religión, y las prácticas religiosas como la cuaresma, deben ser liberadoras; regresarle al hombre su dignidad, hacerlos crecer en humanidad, reintegrarles su libertad… Si no lo hace, algo está mal en la religión o en su manera de vivirla. Entonces sí puede ser llamada "opio del pueblo". Es por eso que la Semana Santa celebra la vida nueva, la renovación del hombre, la liberación no sólo del pueblo hebreo sino de quien se atreva a dejar las cadenas antiguas y nuevas que buscan esclavizarlo; de quien esté dispuesto a vivir la experiencia transformadora que nace de una relación auténtica con la divinidad.

La cuaresma con sus tradiciones está por concluir. Siendo imagen del camino del pueblo hebreo que viajó 40 años por el desierto, después de la esclavitud y sufrimiento sufrido en Egipto. Tal vez necesitó ese largo tiempo para liberarse de actitudes que se arraigan los que viven la esclavitud por mucho tiempo. Salir de Egipto fue rápido, apresurado incluso, pero liberarse de las costumbres adquiridas como esclavos, requiere purificarse largamente en el desierto. Tener libres los pies y las manos de grilletes no quita automáticamente las cadenas que dejan en el corazón largas jornadas de servidumbre.

Las mujeres están viviendo nuevas esclavitudes, camufladas astutamente con eufemismos como "modernidad", "evolución", "autonomía", "emancipación" y hasta "libertad". Al camino de la cruz que están viviendo desde siglos, se le han añadido nuevas "estaciones" no menos dramáticas. La discriminación contra ellas muchas veces es una condena a muerte, pues cada día mueren por diversas formas de violencia basadas en el sexo, más que por ningún otro abuso contra los derechos humanos. Cada Año, conforme a Unicef, mueren más de un millón de niñas sólo por haber nacido mujeres. Mutiladas, golpeadas hasta morir, quemadas vivas, despojadas de sus derechos legales y compradas y vendidas en un comercio de esclavas no reconocido, con fines domésticos o sexuales.

En el mundo se calculan entre 113 y 200 millones de desaparecidas, socialmente invisibles, empobrecidas, ocultas en un silencio cómplice. En los conflictos bélicos las mujeres y niñas se ven especialmente afectadas: violaciones como táctica de guerra, asesinatos, esclavitud sexual, embarazo forzado, esterilización forzada. Muerte por viudez (a la viuda), por embarazo por violación o adulterio (no al hombre sino a la mujer), convertidas en cireneos (como el que forzaron a Jesús a cargar con la cruz), el 80 % de los cuidadores informales de personas dependientes son mujeres. No es reconocido, valorado ni retribuido el trabajo que realizan en beneficio de la sociedad que es hasta de 24 horas al día.

Cada año se mutilan dos millones de nuevas magdalenas dañando su salud y bienestar de muchas formas y el 67% de los pobres en el mundo son mujeres, así como el 80% de desnutridos, el 70% de analfabetas y el 67% de los que no van a la escuela.

Las mujeres han sido olvidadas. El robo de historias antiguas y contemporáneas las ha vuelto invisibles. Pero existieron: en la historia bíblica, al lado de Jesús, en la cruz y la resurrección, junto a los apóstoles, quemadas en la hoguera, inconformes, esposas, madres, monjas y laicas, mujeres pobres, trabajadoras, amas de casa, científicas, mujeres "comunes" fieles y valientes. Jesús las consuela en su camino al calvario; les da reconocimiento.

Pero también están las refugiadas sin hogar, vulnerables en un nuevo exilio ante la indiferencia oficial y con la responsabilidad de encargarse de la seguridad física, el bienestar y la supervivencia de sus familias.

El techo de cristal, que se refiere a los obstáculos que enfrentan cuando aspiran a altos cargos, las despoja de sus derechos: las mujeres ocupan sólo entre el 1 y el 3% de los puestos ejecutivos en las mayores empresas del mundo, solo 8 países tienen a una mujer como jefa de estado, sólo el 13% son legisladoras, sólo el 1% dirigen sindicatos. Las cruces en el empleo de nuestro país son la precariedad, la temporalidad y la desigualdad; pero el pesado trabajo del hogar continúa a su cargo.

La violencia intrafamiliar continúa. El lugar más peligroso para las mujeres es su propio hogar, que se convierte en una hoguera donde se consumen los sueños o languidece la salud física, psíquica y espiritual.

Y mucha permanecen clavadas en su cruz, sin poder salir a causa de muchos obstáculos que les impiden desarrollarse y siguen dependiendo tanto económica como emocionalmente de otros. Con dificultad para acceder a servicios sanitarios su salud está en peligro debido a la falta de acogida en los programas de exploración, detección y tratamiento de enfermedades.

Pero, y a pesar del viacrucis con sus sentencias de muerte, sus cruces, su empujones y sepulcros… de ellas, precisamente de las mujeres, recibimos la buena noticia: ¿Jesús está vivo! Ellas tienen que contarnos que ni el sufrimiento ni el ser víctima tiene la última palabra; que donde imperó la muerte, fue sembrada la semilla de la Resurrección. La religión para ellas no puede ser sólo un somnífero, sino la fuente de la vida. El gran proyecto de Dios para la mujer, para toda mujer, no puede ser el sepulcro sino la plenitud, no sólo es liberada sino que es también liberadora, colaborando de la mano con el plan liberador de Dios, con el silencioso testimonio de una relación vivida profundamente. Con una religión que es precisamente una relación personal, profunda, amorosa, fecunda, liberadora.

  Por: Arturo Macías Pedroza

Leer más de Columnas Social

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Columnas Social

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 1327498

elsiglo.mx