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PIÉNSALE, PIÉNSALE

ARTURO MACÍAS PEDROZA

CORRUPCIÓN Y RESURRECCIÓN

Dios es amigo de la vida. La fiesta de la Pascua habla de renovación de la esperanza de quienes se sienten derrotados, muertos, víctimas de la corrupción y la violencia institucionalizada. La meditación sobre los misterios celebrados de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, sin duda trajo a la mente de muchos, los atropellos que aún siguen cometiéndose; nuevos Pilatos y Herodes, nuevos Judas traidores y las acostumbradas multitudes manipuladas. Las últimas noticias no hablan de una cínica e impune corrupción, que nos restriega en la cara nuestra aparente incapacidad de combatirla.

Pero Pascua da fuerzas nuevas para seguir luchando en la lógica del amor de donación. Con el corazón lleno de alegría, comunicamos a quienes no saben todavía, que es el inicio de una nueva vida. En donde la corrupción de la muerte extiende sus hedores nauseabundos, se descubren los varios modos que el amor sugiere a cada uno, para perfumar de novedad el ambiente que nos rodea.

El que cargó sobre si todo dolor, toda injusticia y toda violencia que entristece y aniquila al mundo, lo hizo para liberarnos de las ataduras deshumanizantes de una corrupción que parecía no tener remedio. La religión bien entendida, lejos de ser opio del pueblo, es capaz de despertar la participación de todos en la promoción del bien común y en la superación de situaciones de muerte. Tal vez por eso mismo, los poderes diversos que explotan y esclavizan al pueblo, promueve el ateísmo y las desviaciones de la religiosidad; el aspecto espiritual es esencial a la naturaleza humana y prescindir de él es una extravío antropológico que trae sus consecuencias negativas en el proyecto de auténtica realización del ser humano, haciéndose víctima de variadas esclavitudes. Si la política es una de las mejores formas de amar, es irrenunciable para el hombre religioso, que pone en el amor a Dios y al prójimo el centro de su acción. El que cargó sobre sí todo dolor, toda injusticia y toda violencia que aniquila al mundo, lo hizo para liberarnos de la muerte y la corrupción, comprendida la corrupción política.

Pero a Dios rogando y con el mazo dando. La participación social es una opción de promoción de la vida humana, y los que pregonan a un Cristo que resucitó de entre los que se corrompían, no pueden quedarse entre ellos ni ser cómplice de la corrupción, es una exigencia y una fuerza que viene de su misma fe, que le da sentido a su vida, pues ha vencido a la muerte, que ilumina sus tinieblas, que promueve el bien porque el mal no tiene la última palabra, que no se siente ya muerto porque el que vive le comunica su vida, que sigue a Jesús que ponía la religión al servicio de las personas, que se identifica con los crucificados y nunca con los verdugos, que empieza a entender porqué Jesús estaba siempre con los dolientes, defendía a los pobres, a los hambrientos y a los despreciados.

Cuesta trabajo vivir con alegría cuando vemos cómo el terrorismo gana terreno, como se cierne la violencia, cómo se van impunes los corruptos que se "reparten nuestras vestiduras…".

Pero es Pascua. Hemos sido rescatados de la corrupción para vivir la novedad de una primavera del mundo y de una recreación del hombre; hemos pasado del miedo a la valentía, de la desesperación a la esperanza, de la duda a la certeza, de la tristeza a la alegría, de la muerte a la vida, de la tumba al jardín de la libertad. Es Pascua porque el otro ya no es extraño sino mi hermano. Porque ya no es mi enemigo, sino somos colaboradores. No nos hundimos en lo malo del mundo, porque nos consideramos capaces de hacerlo nuevo. Es Pascua porque nos sentimos libres, vivimos la libertad, respetamos la libertad, hacemos posible la libertad.

Todo esto debe repercutir en nuestras opciones sociales y políticas. Es una invitación a la renovación de todas nuestras estructuras caducas y deshumanizantes, a cortar todas las ataduras para vivir la libertad definitiva. La paz que inunda como un torrente la perfecta alegría.

El desarrollo de nuestro país exige de una visión trascendente de la persona, necesita a Dios, pues sin Él, la política se le deja únicamente en manos del hombre, que termina por deshumanizarse. El amor, del que Jesucristo se ha hecho testigo con su vida terrenal y, sobre todo, con su muerte y resurrección, es para nosotros la principal fuerza impulsora de una auténtica democracia y es el criterio que debe guiar nuestras opciones políticas. Desde esta manera de pensar, no podemos quedarnos atrapados en el sepulcro de las dudas, remordimientos, miedos, tristezas y oscuridades de los que no tienen la experiencia del encuentro y han perdido la esperanza. No es un simple optimismo, actitud psicológica o invitación a tener ánimo, es la auténtica fuerza de la vida, la serena certeza de que nada ni nadie nos podrá apartar nunca su amor. ¡Felices Pascuas de Resurrección!

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