EL AMOR MATERNO
Una mamá trabaja siempre, incluso dormida, con un ojo abierto y otro cerrado, cuidando a su criatura. Al menor ruido, se levanta, sus noches son cortas y sus días llenos de cosas por hacer. Muerta de cansancio, su vida cotidiana parece una danza llena de ritmo, a veces incluso un maratón. Ella consagra su energía a sus pequeños, a veces a precio de su carrera profesional. Ella da lo mejor de ella misma.; cura las pequeñas heridas, limpia la nariz que chorrea por la gripa, consuela. Una madre no parece a las otras mujeres. Ella se consagra a su familia. Está en vela cuando estamos enfermos, nos protege de cualquier mal, aún cuando estemos ya en edad avanzada, nos cubre de afecto. Siempre atenta, ella vigila. Incluso sabe interpretar nuestros silencios.
Desde que nacemos recibimos las manifestaciones de las cualidades espirituales que tiene el amor, se nos da un nombre, nos relacionamos con lenguajes de intenciones, miradas y sonrisas. Con el amor de los papás y mamás aprendemos que la belleza de las relaciones humanas que llegan hasta lo más profundo de nuestro ser, "busca nuestra libertad, acepta la diversidad del otro, lo reconoce y lo respeta como interlocutor (…) y esto es amor, que trae una chispa del amor de Dios" (Papa Francisco, Amoris laetitia, n. 172).
Nos encanta exaltar el amor maternal; ponerlas en un nicho el 10 de mayo y reconocer las cualidades del amor verdadero, levantándolas en un pedestal muy alto, para justificar nuestra deficiencia e incapacidad en saber amar en plenitud. Las hacemos heroínas reconociendo la calidad de su amor, pero las rechazamos como un modelo a seguir, excluyéndonos con ello de la vocación al amor, que tiene todo ser humano, contentándonos con caricaturas del amor que son sólo egoísmos.
El hombre existe porque ama y es amado. Se vive de comida, de casa, de vestido, de asistencia, de cultura, de trabajo, de diversión, etc.; pero todo esto supone que se ha satisfecho un nivel de amor profundo, que es la base del cual surgen todos los aspectos del vivir humano; del amar y ser amado. El que no vive para amar, pierde el sentido de su vida.
El amor materno no es abstracto, como no lo es ningún amor digno de ese nombre. Una falsa concepción del amor, es creer que es un absoluto al cual se debe someter la persona, cuando es de la persona de donde nace el amor. El amor maternal nos dice que todo amor debe estar en función de la persona, porque sirve a su crecimiento y no se reduce al placer o a la satisfacción egoísta; la persona debe empeñarse en ayudar y sostener el amor con todos sus recursos.
El amor materno nos enseña también a amar sin autosuficiencia, porque la energía de vida y de trascendencia con la que nace, requiere de un humus humano capaz de acogerlo para que no se agote, no se haga rutinario o se desilusione. La familia es el lugar del amor, pero sólo del amor asumido en la responsabilidad de la persona, sostenido por la sociedad y confiado a Dios. Las mamás nos enseñan que, aunque el amor nace espontáneamente en el ser humano, debe educarse, acogerse y vivirse.
Es necesario recibir el amor de nuestros padres para poder amar también nosotros de la misma manera. Quedarnos en la pura alabanza sin imitar ese amor, es frustrar la misma misión de las madres: la formación de la persona para que sepa amar con la máxima perfección. Si la mamá está en función de la formación y crecimiento de la persona, debe ser ayudada por todos los miembros de la familia y por la sociedad.
Toda la familia y no sólo la mamá, tiene la capacidad - con sus relaciones marcadas por el amor - de producir en la persona la primera forma de personalización y socialización, que constituye el fundamento de cualquier otro crecimiento. La sociedad completa la formación de la persona con toda una serie de servicios. La familia necesita a la sociedad y la sociedad necesita a la familia. De ahí la urgencia de políticas públicas, legislación, estructuras e instituciones que manifiesten esta integración y desarrollen acciones de plena humanización de la persona. Para la próxima elección de legisladores y autoridades, los votantes deberán tomar en cuenta las posiciones que los candidatos están tomando en esta importante materia.
Contraponer a la sociedad y a la familia destruye a la familia y destruye a la sociedad. Acciones en pro de la mujer, de la protección de sus derechos, de su dignidad, etc., redundan directamente en beneficios para la sociedad; por su parte la familia enriquece a la sociedad porque le da personas que son capaces de relacionarse en modo constructivo con los demás y con el bien común, creando así la base de la convivencia humana.
Alcanzar la plena estatura humana incluye amar con las características que descubrimos en el amor de las mamás: antídoto contra el individualismo egoísta, testimonios de la belleza de la vida, de la ternura, de la entrega, de la fuerza moral, de la relación con Dios…, Amar como ellas, es la mejor manera de honrar el amor maternal que es cooperador e intérprete del amor materno de Dios.
Por: Arturo Macías Pedroza