CULTURA CÍVICA
Mucha gente está enojada ante la incapacidad del gobierno y de la clase política, para gobernar, impartir justicia y en general promover el bien común. Pero el enojo ante los escándalos de corrupción, impunidad injusta distribución de la riqueza y creciente pobreza, sin eximir de su responsabilidad a los actores de tales fechorías, debería dirigirse a nosotros mismos que lo hemos permitido. "La culpa no es del indio, sino del que lo hace compadre".
La cultura política está mal y ha creado un malestar y descontento de gran parte de los ciudadanos. La cercanía de las elecciones en el estado de Coahuila este 4 de julio, nos hacen creer que la democracia se reduce a votar, sin embargo es sólo una pequeña parte de lo que se considera la verdadera cultura cívica que es mucho más amplia. La democracia implica el buen funcionamiento del Estado; implica el ejercicio de una ciudadanía integral en el que el actor principal es la ciudadanía y no sólo los electores. La participación política se entiende como las acciones que inciden en la toma de decisiones en el gobierno.
Las elecciones generan y sintetizan la voluntad de la ciudadanía, y aunque la cultura cívica va más allá de votar, se alimenta de los procesos electorales como espacio que favorece el aprendizaje de la democracia al participar en la conformación y renovación de los poderes públicos.
Así pues, las elecciones requieren de la cultura cívica y la cultura cívica se ejercita en las elecciones y forma la voluntad colectiva, a su vez, la cultura cívica ha de servir como detonante de un cambio en la ciudadanía que sea más crítica, activa e involucrada en la vida pública. La cultura cívica no es un simple instrumento para perfeccionar las elecciones, sino para empoderar a la ciudadanía, hacerla exigente de sus derechos y partícipe activa en la vida pública.
En La Laguna la participación ciudadana está tomando este rumbo, haciendo un cambio que no se agota con las elecciones. Los diversos grupos que han surgido se han convertido en defensores del reconocimiento, ejercicio y protección de sus derechos y libertades; en esos variados grupos la ciudadanía está comprendiendo sus responsabilidades democráticas; está siendo vigilante y exigiendo resultados de sus representantes y de los órganos de gobierno; está demandando información y transparencia no sólo en el aspecto del gasto público sino también en otro tipo de datos que tendían a ser manipulados y ahora están siendo sustento para la toma de decisiones.
Aún queda mucho por hacer, ante los grandes problemas de pobreza, desigualdad e injusticia de la sociedad. El desencanto por la incapacidad de respuesta a estas situaciones, el rechazo a los partidos políticos y legisladores que deberían ser base para un sistema democrático y no lo son, la desconfianza en las instituciones públicas y entre las personas y el debilitamiento del tejido social, manifiestan la necesidad de un cambio cultural, para mejorar la deficiente cultura cívica y no sólo los procedimientos electorales.
La cultura cívica tiene un déficit crítico que exige nuestra intervención, pues está en riesgo la convivencia democrática. Se trata de una gran transformación cultural que impulse la democracia, sus valores y principios; que además de elegir nos involucremos en las decisiones públicas, que elevemos las exigencias a los partidos, instituciones y gobernantes, y que la rendición de cuentas se convierta en una práctica común del ejercicio responsable y regulador del poder.
El INE tiene una propuesta en este sentido, siendo sin embargo una voz que clama en el desierto lagunero, porque no hemos comprendido aún que es una de las pocas instituciones que cuenta con suficiente autonomía para promover la democracia: tiene gente capaz, capacitada y capacitadora, recursos económicos y organización. La Estrategia Nacional de Cultura Cívica del Instituto Nacional Electoral (ENCCIVICA) 2017-2023, busca desarrollar una ciudadanía que se apropie y ejerza sus derechos en general, que contribuya e incida en la discusión pública y que cree contextos de exigencia a los poderes públicos. La intención es la apropiación del espacio público para que se sienta la gente parte de las decisiones que afectan su vida cotidiana, y que incidan en ella mediante el conocimiento y la información veraz y objetiva para el ejercicio de la ciudadanía. El diálogo y la exigencia a las autoridades e instituciones son también elementos estratégicos en esa propuesta democratizadora.
El cambio de actitudes de los ciudadanos respecto de lo público para modular el poder público incluye en la propuesta del INE seguimiento y evaluación. Podría pensarse que es un programa gubernamental más, que pudiera quedar en el olvido como muchos otros; lo que no se ha valorado aún es que hay en la raíz de la sociedad mexicana y de una manera especial en la sociedad lagunera, un elemento dinamizador fundado en la solidaridad de los pueblos originarios, purificado y dinamizado por una religiosidad que, bien llevada, seguirá creando comunión y participación y que en las diócesis de Torreón y Gómez Palacio se está fraguando un repunte en este sentido, por los cambios y planes que se están gestando en ellas. Además los valores de la familia, aún en medio de ataques y peligros, sigue siendo una valiosa institución formadora de ciudadanos. El contexto nacional podría ser esperanzador para impulsar la cultura ciudadana si surge (al final del mes lo sabremos) una candidata indígena independiente para las elecciones del 2018.
El fortalecimiento de la cultura cívica y la consolidación de la convivencia democrática pueden traer antes de lo que se piensa, una profunda transformación en la cultura política del país.