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ARTURO MACÍAS PEDROZA

DEBILIDAD DE LA DEMOCRACIA

No podemos apoyarnos en cosas simplistas o en caricaturas de democracia para hacer decisiones que comprometen a la comunidad y a nosotros mismos. ¡La participación ciudadana y la promoción del bien común merece algo mejor!

Razonar es fundamental a fin de que cada uno actúe con sabiduría ante los acontecimientos electorales y postelectorales que estamos viviendo. El odio o la violencia, venga de donde venga, física, verbal o psíquica, no es tolerable y hace siempre mal al crear divisiones. ¡Nosotros como ciudadanos, políticos, autoridades, legisladores y partidos, miembros de la Iglesia, sindicatos o asociaciones, queremos trabajar juntos por el "bien común"! Ese es el objetivo de fondo. Si se buscan otros intereses en detrimento del bien común, estamos traicionando la esencia misma de cada una de esas instituciones y, a fin de cuentas, destruyéndonos a nosotros mismos.

En nuestra reflexión aparecen al menos tres puntos:

1. El fortalecimiento de la democracia de la región y en cada parte de ella, es un compromiso esencial para la Comarca Lagunera. La Laguna merece ser reconstruida; el camino es la solidaridad y el trabajo conjunto. Que crezca por tanto la solidaridad a fin de que la unión, la justicia y el progreso tan queridos y tan frágiles, florezcan en este desierto lagunero, que necesita cuidar las manifestaciones de vida comunitaria, por pequeñas que sean, en medio de la amenaza mortal de un país asolado por la corrupción, la violencia, la injusticia y la impunidad.

La participación ciudadana que se ha despertado y que es ahora foco de atención a nivel nacional, ha comenzado desde antes de los conflictos postelectorales. La agenda ciudadana para el fortalecimiento de la cohesión comunitaria, el desarrollo y la competitividad de la Comarca Lagunera, es un ejemplo nacional e internacional de participación, que renueva su vocación que la constituyó como sociedad civil de vanguardia por la búsqueda de objetivos comunes, pero que necesita de una revitalización de los valores democráticos para poder hacerla operativa. ¡He aquí una bella y grande aspiración, ciertamente no fácil, pero que deberá comprometernos a todos.

2. El amor al pobre debe ser el corazón de esta ciudadanización, no como asistencialismo sino como promoción de los valores de la democracia que es participación en la igualdad. En la antigua Grecia, cuna de la democracia, los esclavos no votaban; la libertad es la base de la participación social. "¿Se puede considerar verdaderamente libre a un hombre que tiene hambre, que vive en la miseria, que no tiene trabajo, que está humillado porque no sabe como mantener a sus hijos y educarlos? Éste no es un hombre libre. Será libre para insultar y vociferar, pero esta no es libertad. La libertad sin justicia social es una conquista vana." (Sandro Pertini) Educar para la democracia es ensanchar la participación democrática en todos niveles, con el fin de abrir nuevos canales que permitan garantizar a los pobres, formas más maduras y seguras de "cogestión", con el poder político, administrativo, cultural, económico y judicial. Si seguimos "delegando" a minorías oligárquicas el poder, las decisiones, las políticas públicas y el manejo del presupuesto por falta de educación en valores democráticos, renunciando a nuestros propios derechos de participación y de fiscalización, será en detrimento de nosotros mismos. La educación en la libertad, el diálogo, el compromiso democrático, la corresponsabilidad, es una tarea de toda la comunidad: familia, escuela, partidos, instituciones y medios de comunicación. Si no detenemos la degeneración de la democracia, atestiguada por el informe país sobre la calidad de la ciudadanía en México (INE, 2014), seguiremos avanzando hacia una dictadura. No puede haber democracia sin demócratas. En vez de luchar contra votos duros, manipulados y comprados, hay que quitar las injusticias que obligan a muchos a venderse, educando en las virtudes democráticas; no bastan estructuras y canales de participación, si no van acompañados de una postura mental, un interés profundo por la suerte de la comunidad a la que se pertenece, un deseo intenso de participar en todos los niveles, la conciencia de la primacía del bien común sobre los intereses particulares e individualistas, la superación de la pasividad. Sin poderosas certidumbres religiosas y éticas, sin robustas pasiones morales capaces de trascender la animalidad del hombre, sin esta búsqueda de la verdad, del bien, de lo bello, una democracia se hunde y se hace susceptible de ser manipulada por cualquier déspota inteligente. Son los pobres quienes tiene que ser los principales promotores de un futuro mejor para ellos. La caridad solidaria que aún subyace en nuestro inconsciente colectivo es una promesa que da esperanzas de cambio.

3. Escuchemos el clamor de aquellos que han sido marginados, olvidados. Para hacer que la pobreza retroceda es necesario un renovado esfuerzo hecho con determinación. Es esencial que la economía sea puesta en terrenos de la justicia para todos. Encontrar actores económicos y sociales que trabajen por una economía humana, es decir, que incluya a todos sin excluir a nadie. El Papa Francisco la llamó el 4 de febrero pasado con la osada fórmula: "la economía de comunión", que se está desarrollando en el mundo como respuesta al fracaso de la economía neoliberal. ¡He aquí un bello y necesario desafío que movilice las energías hacia rumbo lleno de sentido!

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