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ARTURO MACÍAS PEDROZA

LA MIRADA DE LA PATRIA

Habituados a destacar en este mes de septiembre los valores nacionales, vemos con admiración la Patria mexicana que es diáfana, etérea, límpida y refractaria de la no-patria: la violenta, la impune, la corrupta, la apática.

Digna de verse es nuestra nación polícroma, integrada como un vitral, similar a nuestra patria chica, que se funde en una armoniosa unidad que trasciende barreras físicas, geográficas, y políticas para hacerse "La Laguna".

Esta Patria es íntima, leve, con unidad castellana y morisca, rayada de azteca, con voz femenina de nacionalidad. Y es leve, subjetiva, colorida, folklórica. Nos gusta verla porque sigue ahí, fiel a su espejo diario, alejada de la violencia. Frente a la pobreza y la miseria, mitiga el hambre de comunión y alienta la paz. Se sabe libre y reclama libertad. En septiembre volvemos la mirada a esa Patria leve, modesta, la de los pequeños hechos y las cosas sencillas, la de la vida diaria, sencilla en sus costumbres.

Pero ella también nos mira; sorprendidos en la admiración de su belleza dejémonos también mirar por ella; mirada amorosa y maternal. Somos sus hijos no obstante nuestros hierros y luchas fratricidas. Al descubrir su mirada sobre nosotros, descubrimos también su silencioso reclamo por no cumplir el juramento que hacemos en nuestro himno, de exhalar en sus aras nuestro aliento, pues ella es pródiga y más vívida que la misma realidad. ¿Qué nos dicen sus ojos al mirar los nuestros? ¿Es mirada inquisidora para quien sabe que ha fallado? No. Más bien es la mirada del amado a quien hemos traicionado. Desde sus tierras y sus cielos, desde su realidad trascendente, sentimos sus mirada elocuente: "mía no es la violencia, mía no es la corrupción e injusticia, tu eres yo y tienes que reflejar mi esencia". En los símbolos patrios, la Patria simbólica, nos observa cuestionando nuestro actuar, nuestra traición, nuestro desamor por ella que tanto nos ha amado.

Esta mirada no se mancha con el odio, nuestra Patria no sabe odiar, pero exige purificación, retorno al camino perdido, a la compañía en trabajo común, en los ideales compartidos, a la misión conjunta de ser en el concierto de las naciones, líder de una transformación mundial, de una renovación necesaria y urgente de sistemas caducos y destructivos. La Patria quiere mostrar al mundo que su pueblo y su tierra son unidad, contra la barbarie de la explotación de la tierra y la destrucción de sus recursos; quiere mostrar la unión entre nosotros, como terapia contra el cáncer del individualismo que aísla y que encuentra en cada otro, un enemigo; la Patria sensible que pondera las cosas pequeñas, tiene para el mundo la alegría de lo pequeño, contra la tristeza del insaciable consumidor, acumulador (producir, comprar, tirar…); la misión común de México, familia de familias, mosaico integrado, que aprecia y enseña al mundo con el ejemplo, que la familia es fundamento y escuela de humanidad; contra un mundo que, con todos los ataques a la familia, se está deshumanizando; somos una Patria solidaria y policultural, que proclama al mundo que el otro no sobra, no estorba, no es menos, no es mas.

Que esa mirada nos lleve a superar con el amor correspondido a la Patria, la barbarie, la corrupción que pulveriza o enloda todo, superando lo superficial pensemos en lo profundo y descubrámonos mirados por la suave Patria. Ante la miseria que desplaza la pobreza, las caravanas del hambre que han levantado sus casas en las ciudad perdida que ha ido ciñendo -estrangulando- a nuestra comarca hasta volverse el principal paisaje. La delincuencia que se ha vuelto penosamente cotidiana con crímenes de todo tipo, la deuda y desempleo, la corrupción como sistema que reclama una transformación desde una nacionalidad que desde hace mucho no escuchamos, esa Patria, en fin, como el íntimo y mejor refugio ante tanto terror y desamparo.

No ya la Patria del oropel, no ya la de lo irracional y tonto: no ya la corrupta ni la inicua sino la trásfuga de lo trivial, de lo obvio la Patria de la virtud, de lo irreductible, de la que no pueden manchar los que intentan destruirla porque es etérea, es íntima, ingrávida, insustancial disociada de lo álgido, de lo "no Patria". Afirma, a cambio, la humildad de las personas, de lo arcano y de las cosas.

Renuente a prácticas deshumanizantes, destructoras del país, La suave Patria perdura, opuesta a quien quiera exfoliar a México y llama a la conversión desde dentro a cada uno de sus hijos a sentirse parte de ella, estar a la altura de esa Patria fina, fuerte, fiel, nívea, ígnea, eclíptica, virtuosa. opuesta al declamador y al demagogo, al "patriotero" que grita "viva México" un día y trata de destruir cotidianamente su grandeza desde la pasividad, la corrupción, el egoísmo, la superficialidad, la violencia.

Es necesario pensar cual es el proyecto nuevo que nos pide nuestra Nación. Un proyecto que antes de reflejarse en la vida social, exige pasar por el ámbito de la conciencia personal, de las convicciones, de los estilos de vida que lleven a una transformación personal profunda de actitudes, a un cambio de mentalidad que transforme e impacte la propia vida y el entorno social. Este cambio renueva el modo como vivimos y como nos responsabilizamos de la realidad que nos toca afrontar.

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