LOS JÓVENES EN LA
CONSTRUCCIÓN
DE UN NUEVO MUNDO
El cambio de época está llegando vertiginosamente y con ella la necesidad de reconstruirla de la mejor manera. Las sociedades y culturas contemporáneas se caracterizan por esta rapidez en los procesos de transformación. Además esta rapidez es necesaria ante la urgente necesidad de crear un nuevo sistema socioeconómico que sustituya al neoliberal, que con su consumismo explotador, contaminante y productor de pobreza e injusticia, está demostrando su fracaso como medio para evolucionar como humanidad.
Dentro de esta reconstrucción del mundo, México se perfila como un factor fundamental en la tarea que le corresponde dentro del concierto de las naciones. No como un privilegio sino como un servicio, tomando en cuenta los dones y características con los que cuenta: un lugar estratégico junto al país que representa mejor el capitalismo y una riqueza cultural que armoniza con la naturaleza y con la humanidad, como alternativa a un sistema caduco.
De por sí los ojos del mundo ya estaban puestos en México, a causa de las acciones que el representante más "folklórico" del capitalismo intenta realizar (muro, expulsión de los "dreamers", renegociación del Tratado del Libre Comercio). Pero más aún ahora que los acontecimientos devastadores que han azotado nuestro país han hecho surgir lo mejor de la nación mexicana.
Debemos reconocer que la esperanza de tener una conciencia de esta vocación de protagonismo por parte de los habitantes de México se perfilaba más bien lejana, la ciudadanización se veía un proceso mas bien lento y la acción transformadora era una utopía. Pero lo que se esperaba en una prospección a 50 años (tal vez demasiado tarde), se ha realizado en 50 segundos (que fue lo que duró el terremoto). Los cambios han sido muy rápidos, combinándose con la complejidad elevada, que hace que nos encontremos en un contexto de fluidez e incertidumbre nunca antes experimentado; pero más que un problema, es una oportunidad que requiere ser visto integralmente para programar a mediano y largo plazo, a fin de que no quede reducido este despertar ciudadano a una llamarada de petate.
En este despertar de participación ciudadana, han sido un factor importante los jóvenes. Heterogéneos por ser muy variados (jóvenes campesinos, estudiantes, casados, desempleados, pobres, indígenas, empresarios, hombres, mujeres, en riesgo…), aunque algunos unificaban en una sola característica: enajenados, ahora se han despertado unidos con un solo movimiento telúrico, como una madre que les mueve la cama para despertarlos a enfrentar un nuevo día. Los jóvenes han demostrando que tienen fuerza, creatividad, capacidad de organización, coraje y voluntad de superar lo que daña al país del cual forman parte. Ante el malestar social y las dificultades económicas que los tienen en incertidumbre y vulnerabilidad, han visto que pueden incidir en mucho para transformar la situación.
Sin embargo la sociedad les ha dado a los jóvenes muy pocos espacios de participación, no obstante ser un sector muy grande de la población nacional. Marginados y enajenados, son víctimas de nuevas formar de tristeza y soledad por parte de la cultura del descarte. Viviendo su condición de jóvenes en forma muy diversa a la de sus educadores, experimentan duras condiciones que no ofrecen espacios para auténticas opciones de vida, con estrechos márgenes de libertad: pobreza, exclusión, familias incompletas, sin educación, desempleados, abandonados; como emigrantes son víctimas de explotación, trata y esclavitud; pasan directo de la infancia a la edad adulta con responsabilidades no elegidas.
Ahora que los jóvenes desean ser parte activa en los procesos de cambio, nos lo han demostrado y ellos mismos lo han descubierto en las acciones de rescate y ayuda, y en las manifestaciones de lucha y protesta que ahora los ocupa. Pero la disponibilidad a la participación y a la movilización en acciones concretas, en las que el aporte personal de cada uno les dio ocasión de descubrirse e identificarse como tal, no encuentra espacios ni estímulos. ¿Cómo evitar que, ante la falta de espacios, renuncien a su característica propia de la juventud de ser soñadores? ¿Cómo evitar que cansados y desesperanzados dejen de tener motivos para vivir? ¿Cómo apoyar su planes y proyectos? La diferencia entre un joven pasivo y desanimado y un emprendedor y lleno de vida, son las oportunidades ofrecidas concretamente a cada uno en el contexto social y familiar en el que crece, además de las experiencias de sentido, relación y valor adquiridas incluso antes del inicio de la juventud. ¿Quién les dará esas oportunidades?
El Papa Francisco ha convocado para el próximo año un sínodo con el tema de la juventud, después de haber publicado sus documentos sobre la fe, la problemática ecológica y la alegría de la familia. En resonancia y preparación a ello, la Iglesia de México ha iniciado el año de la juventud en todo el país con una organización que puede ser trascendente en la construcción del país y del mundo. ¿No será este el espacio de participación que necesitan los jóvenes para ser protagonistas de este cambio? El año de la juventud que están empezando les pone a su disposición recursos, estructuras eclesiales, formadores, espacios celebrativos, locales, contenidos, organización nacional y local, motivación, proyectos comunes, mística, espiritualidad, inclusión.
Ante la falta de oportunidades en otros sectores de la sociedad, o incluso ante el rechazo, el control y/o la manipulación que intentan someter a los jóvenes, se alza poderosa desde la Iglesia una gran oportunidad de hacer sinergia con la fuerza juvenil, para enfrentar con la fuerza de la fe los poderosos lastres que tendrán que combatir (mentalidad imperante, poderes fácticos, inercias, corrupción, impunidad, apatía, desesperanza…).
¿Podrá la Iglesia joven y de jóvenes renovarse y ser factor de renovación? Ya lo empezaron a hacer. ¡Apoyémoslos!
