Que el 2018 nos salga bueno
Comenzaré el 2018 con las fantasías de que palabras como puentes, enlaces y solidaridad humana, retomarán su lugar en nuestro lenguaje y el triunfo de un partido llamado Nosotros no es imposible.
“Cada día tiene impenetrable originalidad y su misterio rebasa las precisiones del calendario, va más allá de las predicciones, oráculos, horóscopos. No hay nada más misterioso que el día de mañana. Por eso lo esperamos, sabiendo que nuestros ojos, si lo logran, inauguran, con el primer sol, un mundo siempre desconocido. Debemos llegar sin miedo a ese acontecimiento, pues los días son totalmente nuevos, pero también absolutamente inocentes.”
Nada mejor que la poesía para expresar la mezcla de inquietud y esperanza que me invade al despedir un año que me deja dolorida. Sin regatearle agradecimiento por los bienes que me fueron concedidos: salud, amor, lecturas afortunadas, la cercanía de entrañables amigos, y yo, que para ser congruente con mi consabida impudencia, ahora mismo, entre canguros y pingüinos; escribo esta nota desde Australia.
Dolorida insisto, porque palabras como terrorismo, violencia, muerte, se convirtieron en el lenguaje nuestro de cada día. Porque huracanes e inundaciones se ensañaron con nosotros mostrando su poderío. El planeta dijo ¡ya basta! y tembló. Sin duda fue un año hostil y no queda más que celebrar el hecho de que en un par de semanas pasará a retirarse a ese lugar misterioso donde se retira el tiempo cuando envejece.
Me reconforta saber que a pesar de la terrible situación en que nos encontramos (pobreza, inequidad social, incontenible violencia criminal, corrupción y desesperanza social) los niños siguen naciendo, el mar Caribe no pierde su transparencia y visitar la Comarca Lagunera me acelera el pulso. Me reconforta recordar la alegría con que se celebra la vida en Los Portales de Córdoba, y la seguridad de que, aunque disfuncional y peleonera, la familia es para mi corazón una sillita al sol.
La vida sigue. El Siglo de Torreón aparece todas las mañanas y al menos mientras yo viva, los libros impresos en papel no van a desaparecer. Comenzaré el 2018 con las fantasías de que palabras como puentes, enlaces y solidaridad humana, retomarán su lugar en nuestro lenguaje y el triunfo de un partido llamado Nosotros no es imposible.
Terca que soy, mantengo la fe en que en el año que comienza dentro de unas horas dará por fin un hogar en el planeta a quienes, como los niños que piden pan y no les dan, vagan hoy por los caminos en busca de un país que les de cobijo y esperanza, y en que este 2018 por llegar, se comporte con buenos modales. Me entusiasma pensar que esta vez no perderemos la oportunidad de arrojar al PRI y sus forajidos al inodoro donde corresponden.
¿Qué por qué estoy en Australia? Pues porque como nos recuerda la doctora María del Carmen Maqueo en su blog dominical, “la vida no tiene segundas ediciones” y ésta es mi única oportunidad de ser y estar aquí, de manera que en un ataque de total imprudencia, me aventuré a volar hasta acá nomás para ver que hay en este confín del mundo; desde donde le propongo pacientísimo lector, que entre sus afanes del año que llega, se procure tiempo para los besos, los soles, los mares. Que tenga siempre algún libro a la mano y flores y risas y agua caliente en la regadera, café para despertar y todo aquello que apuntale su alegría.
Y ahora lo dejo como siempre a merced de ese misterio que es el tiempo, pero antes, me parece oportuno recordar una vez más en esta nota, el pensamiento con que el periodista Miguel Ángel Granados Chapa, un día antes de morir, se despidió de sus lectores: “Es deseable que el espíritu impulse a la música y otras artes y ciencias y otras formas de hacer que renazca la vida; permitan a nuestro país escapar de la pudrición que no es inexorable. Sé que es un deseo pueril, ingenuo, pero en el creo pues he visto que esa mutación se concrete”.
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