Don Quijote decide ir a las montañas más ásperas de Sierra Morena a hacer penitencia (a través de sacrificios de diverso tipo) por su señora Dulcinea del Toboso, a la manera de como hizo en Peña Pobre quien él considera fue el más grande y perfecto de todos los caballeros andantes, el famoso Amadís de Gaula, que mudó su nombre por el de Beltenebros, desdeñado por la señora Oriana.
A Sancho le parece que don Quijote no tiene necesidad de hacer penitencia si no ha sido desdeñado por la señora Dulcinea. Pero él le responde que "el toque está en desatinar sin ocasión y dar a entender a mi dama que si en seco hago esto, ¿qué hiciera en mojado?"
Resuelto pues a entrar en sacrificio en la soledades de Sierra Morena invoca a su señora así: "¡Oh Dulcinea del Toboso, día de mi noche, gloria de mi pena, norte de mis caminos, estrella de mi ventura, así el cielo te la dé buena en cuanto acertares a pedirle, que consideres el lugar y el estado a que tu ausencia me ha conducido, y que con buen término correspondas al que a mi fe se le debe!"
Más adelante agrega: "Ahora me falta RASGAR LAS VESTIDURAS, esparcir las armas y darme de calabazadas [golpearse la cabeza] por estas peñas, con otras cosas de este jaez, que te han de admirar", dice a Sancho.
Rasgar las vestiduras es una expresión típicamente bíblica. Lo mismo se emplea para externar emoción, duelo o pesadumbre (2 Reyes, 22), que indignación (Mt 26, 65) o protesta mayúscula o gran inconformidad (Hechos 14, 8-14).
J.A García Villa
@jagarciavilla