REFRANERO DEL QUIJOTE
EL QUIJOTE II, 17
Don Quijote, Sancho Panza y don Diego de Miranda, el Caballero del Verde Gabán, van por el camino y divisan un carro con las banderas del rey, en señal de que en él va cosa suya. Es un par de leones bravos enjaulados, macho y hembra, "que el general de Orán envía a la corte, presentados (obsequiados) a su Majestad". Van los leones hambrientos porque no han comido.
En forma enérgica, don Quijote ordena al leonero y al carretero que abran las jaulas para que salgan las fieras y enfrentarlas personalmente. Los pobres hombres no tienen más remedio que obedecerlo. Escribe Cervantes que "El carretero, que vio la determinación… le dijo:
-Señor mío, vuestra merced sea servido, por caridad, de dejarme desuncir las mulas y ponerme en salvo con ellas antes que se desenvainen los leones, porque si me las matan, quedaré rematado para toda la vida; que no tengo otra hacienda sino este carro y estas mulas.
-¡Oh hombre de poca fe! -respondió don Quijote-. Apéate y desunce y haz lo que quisieres, que presto verás que trabajaste en vano y que pudieras ahorrar de esta diligencia".
El "¡Oh hombre de poca fe!" que don Quijote exclama en este pasaje, uno de los más deliciosos de la novela, hace recordar lo que Jesús dijo al apóstol Pedro cuando éste deja la barca y empieza a caminar sobre las aguas para ir a su encuentro y teme, comienza a hundirse y grita: "Señor, sálvame. Al instante Jesús le tendió la mano y le cogió, diciéndole: Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?" (Mt 14, 30-31)
J.A García Villa
@jagarciavilla