Cada noche de domingo escuchamos hablar a los analistas y expertos del deporte acerca de los horrorosos errores arbitrales que se cometen jornada tras jornada en nuestro futbol. Colegiados en retiro analizan con 40 diferentes tomas de televisión los "penales clarísimos" que los silbantes en activo debieron marcar en menos de un segundo y que además debieron hacerlo desde una posición incómoda para la vista dentro del campo.
Estos comentarios cobran fuerza en fechas de liguilla, cuando un error arbitral puede definir la eliminación o el pase de una escuadra a la siguiente ronda. Los delanteros que con sus disparos a gol se cansaron de golpear a los vendedores de cerveza en las tribunas, se quejan del asistente que levantó la bandera indicando un apretado fuera de lugar cuando se enfilaban de frente al marco para fusilar al arquero. El juez termina por convertirse en la coartada para justificar los errores cometidos en el juego.
El futbol debe gran parte de su popularidad a la existencia del árbitro, un imponderable que representa a la posibilidad del error humano y de forma arbitraria puede cambiar el rumbo de un encuentro con una decisión polémica que debió tomar en milésimas de segundo. El problema es que en los últimos años el arbitraje ha bajado su nivel y por ende las equivocaciones han aumentado su número.
Comentaristas deportivos de la televisión han sugerido en los últimos años que las jugadas polémicas sean revisadas en repetición para disipar dudas, como sucede en el futbol americano, porque eso convertiría a la televisión en algo así como la Suprema Corte de Justicia del Futbol, que si bien ya decide los asuntos comerciales del juego fuera del campo, también tendría poder de controlar lo que sucede dentro del rectángulo verde y eso es precisamente lo que buscan los grandes consorcios televisivos en México.
En algunas ocasiones el árbitro da gusto a los aficionados que están de acuerdo con su marcación, pero ni así se libra de las rechiflas. Los que pierden, pierden por su culpa y los que ganan lo hacen a pesar de tenerlo en contra.
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