Grandes cualidades bajo los metales ha mostrado Carlitos Acevedo. Oriundo de esta ciudad de grandes esfuerzos, el juvenil portero ha hecho honor al lema de la tierra que lo vio nacer.
Carlitos se hizo de Santos al modo ateniense, su afición por los colores albiverdes fue determinada por la ciudad. Pasó los domingos de su infancia en la tribuna del Corona viendo los lances de Oswaldo Sánchez, rodeado por el olor de la adobada, las semillas y la cerveza que se mezcla con el peculiar aroma a pólvora que reina en los estadios.
Creció y cambió la grada por las canchas de entrenamiento. Dejó de ver a su héroe tras una barda para verlo convertirse en su mentor. Acevedo se convirtió en alumno de Oswaldo Sánchez y el cancerbero adquirió el sello del mítico guardavallas tapatío.
Los sinsabores también se hicieron presentes en la vida de Acevedo, un par de ocasiones fue cortado por las fuerzas básicas de los Guerreros, pero su trabajo, constancia y el destino lo hicieron volver a las filas del club de sus amores por tercera ocasión cuando un accidente en carretera dejó fuera de circulación a los arqueros de la categoría juvenil Sub-17.
Se dice en el argot popular que la tercera es la vencida y si no, que le pregunten a Carlitos. Al término de dicha campaña jugando con la categoría 17, pasó al equipo Sub-20 y defendió la cabaña de su equipo en Holanda e Italia, para después coronarse campeón de la categoría en diciembre del 2015 en la liga mexicana.
Poco a poco Carlitos ha ido sumando minutos en el primer equipo. En la Copa MX hemos disfrutado de su calidad como arquero y seguramente, gracias a su arraigo con los colores albiverdes, a su clic con la afición, a su origen lagunero y sobretodo a sus capacidades en la cancha, en algunos años se convertirá en el nuevo ícono de los Guerreros.
René de la Torre
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