Música del diablo
Sobre la cumbia, leí que nació en Colombia a principios del Siglo XVI. Aprendí que en México la hemos adoptado, tropicalizado por regiones y disfrutado desde 1950 a la fecha. A la tierra sudamericana, no le hemos agradecido su impresionante legado cultural con el justo énfasis que da el conocimiento de causa.
Sobre la cumbia, leí que tuvo como vacuna histórica, y hasta puedo decir que impregnada de una enigmática mística, la conquista de los españoles. Cuando los hispanos tocaron aquellas tierras sureñas con afán colonizador, los indios forjaron un tremendo poder combativo inspirados en lo agreste de las selvas que los vieron crecer. El español, al sentir ambos terrores naturales, buscó ayuda para cumplir su misión hegemónica. Cientos de negros sudafricanos fueron mandados traer vía marítima para conformar una sola oscura carne de cañón. La ordenen para los recién llegados esclavos fue el aniquilamiento del feroz enemigo. Matanzas descomunales quedaron registradas. La tierra de Colombia bebió sangres confrontadas y de las tres nutrió a las generaciones posteriores. Aprendí que un nuevo sonido musical era necesario para expresar el sincretismo tripartita (indios colombianos, negros africanos y blancos españoles), para manifestar la impotencia ante el autoritarismo de los dominantes hacia los marginados y para bailar con un ritmo imperdible la dualidad dolor-alegría. Cumbia fue el resultado.
Sobre la cumbia, leí que más de diez etnomusicólogos explican el origen del vocablo. Uno de los más reconocidos es el que empodera la influencia de los negros en la construcción de este género musical. Sostiene que palabra "cumbia" viene de "cumbé", que significa "danza de negros". Otros comentan que "cumbia" viene de "Cumbague", nombre de un rudo personaje indígena en Colombia y al que mucho le gustaba el alcohol y festejar. Aprendí que en la entraña del nombre de un género musical residen capítulos completos tanto de historia mundial como regional. Pocas o nulas veces nos tomamos el tiempo para conocerlos y disfrutar la maravilla del poder pedagógico existente en la etimología de cada uno de los vocablos musicales.
Sobre la cumbia, leí la rica y picante mezcla de aportes musicales que la trajo al mundo. Primero, los indios precolombinos y su estilazo impregnado de sabor para tocar el guache (instrumento cilíndrico con semillas secas en su interior), las maracas y la caña de millo (una especie de flautín que después derivó en la gaita y el clarinete). Segundo, los negros sudafricanos con su envidiable ritmo marcado en los tambores "alegre" y "llamador", así como en sus bailes sensuales y cargados de energía. Y tercero, los conquistadores y la riqueza verbal de nuestro idioma español, la musicalidad de sus composiciones poéticas, el concepto "bailar en pareja" y los adornos vistosos en su indumentaria para la fiesta. Aprendí el valor de la hibridación cultural y la cantidad de tesoros que tampoco agradecemos ni honramos cada vez que por nuestros oídos y alma se cuela cualquier género musical. En el caso de la cumbia, dominadores y dominados pierden por un momento sus roles para convertirse en la voz cultural de naciones que aportan a la evolución cultural, incluso cuando éste no haya sido su consciente objetivo. Hablar de cumbia es, entonces, hablar de los continentes americano, africano y europeo. "Ricos" y "pobres" fusionados, lo quieran o no. Les guste o no.
Sobre la cumbia, leí un torrente de denostaciones esparcidas por Internet. Montañas de insultos. Vituperios directos. Que si es música "de nacos", de "cholos", de "narcos", de "feos", de gente "corriente". Un asco, pues. Aquí vale la pena tomar el marcador fluorescente y subrayar un dato de regreso a la lectura de sus orígenes históricos. Varios textos afirman que los colonizadores españoles, ya instalados en tierras sudamericanas, al escuchar la cumbia en varias regiones de Colombia, de inmediato la satanizaron, en los dos sentidos que la palabra convoca. Fue señalada, desde una visión hegemónica, como "música del diablo". La música y el baile cumbiancheros resultaban ser expresiones demasiado lejanas al concepto artístico europeo dominante y desde el cual era evaluada la "buena" o la "mala" música. Cumbiar fue una conducta pecaminosa y herética. La cumbia fue etiquetada con ánimo marginador. Era algo "de indios y de negros", de "los apestados", de "los revoltosos", de "los criados", de "los ignorantes". Aprendí que el coraje interracial persiste y la música es su espejo diáfano. Lamenté no haber conocido con anterioridad, y desde lo profundo, más de los orígenes de la cumbia.
Sobre la cumbia, leí que, una vez nacida en Colombia, su reproducción fue veloz. Cada nación sudamericana recibió al género con popularidad y lo aderezó con sus propios condimentos ideológicos. La cumbia continuó su sabroso camino por Centroamérica hasta llegar a la República Mexicana y, por supuesto, ser un género solicitado en la vasta comunidad latina en los Estados Unidos. Aprendí que las fuerzas antagónicas ancestrales que bailan en la cumbia tuvieron la capacidad de ir construyendo un corredor rítmico internacional donde millones de latinomericanos encontramos una mágica belleza, una fraternidad musical a prueba de elitismos. No hubo ni ha habido poder lo suficientemente "diablo" para menguar la explosión cumbiera. Cumbia argentina, cumbia chilena, cumbia peruana, cumbia venezolana, cumbia panameña, cumbia salvadoreña y demás. Nuestra cumbia mexicana se ha esparcido por todo el territorio nacional, siendo las ciudades de México, Monterrey y Torreón, un triángulo fundamental que por supuesto vale más investigación y difusión que nos permita gozarla aun más.
Celestialmente infernal. Que la cumbia continúe sus hipnóticos y aleccionadores contratiempos. A través de ella es posible leer y aprender la dorada grandeza de la marginalidad. En los sonidos de una cumbia, escuchamos festejo y lamento como identidad latina. Sus instrumentos musicales son banderas que fusionan épocas y herencias multiculturales. Cuántas letras de cumbias contonean realidades con sensual violencia. Cuántas de ellas son un mismo clamor de ayuda, valor, respeto, solidaridad, comprensión. Viva la cumbia. Bailémosla con nuevos pasos. Suavecita, apretadita, marcadita. Única como el paraíso. Única como el averno.