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RENATA CHAPA

Del buen prójimo

"Un hombre no se mide, en definitiva, por el lugar que ocupa en los momentos de confort y de comodidad, sino por el que ocupa en tiempos de prueba y adversidad". Martin Luther King

Para nuestro pianista entrañable, Julio Alberto Aguilar Torres y familia. Para su querida hija, Julia Sofía: su luz viva, aquí y por siempre.

Un libro que a cualquiera y en cualquier momento pudiera ser recomendado. Uno solo que despertara, como incesante fuego interno, la necesidad de darlo a los demás. El libro que a ojos cerrados yo pondría en manos de mis hijas. Uno para cada una con la encomienda de que ellas hicieran lo mismo cuando tuvieran la oportunidad de ser madres. Compañeras. Amigas. Trabajadoras. Ciudadanas. "Hermanas humanas". Ese libro es Un sueño de igualdad (Ed. Sol 90, 2010) de Martin Luther King.

El padre de MLK fue pastor bautista. Con sus preceptos forjó el temple ideológico de su hijo Martin, igualmente fortalecido por su preparación académica - afanosa, disciplinada y crítica -, así como por la constante práctica de la lectura, la ensayística y la oratoria. Martin Luther King hijo también fue pastor de la misma iglesia protestante que lo vio crecer. Con notable maestría en la palabra de Jesucristo, supo motivar a comunidades tanto afroamericanas como anglosajonas a protestar en paz por el digno cumplimiento de los derechos humanos y de frente a serios detractores.

¿Cuál texto puede ser ejemplo de la visión espiritual y política del doctor King?

Su pluma tiene la virtud de ser transparente y didáctica. Cualquier ensayo pudiera ser útil. Pero "Ser un buen prójimo" amerita otro tipo de atención. De introspección, sobre todo. Es un escrito para ser leído con los "ojos del espíritu", en palabras del mismo autor. Sin serlo como tal, pero siéndolo a la vez, "Ser un buen prójimo" es una amorosa propuesta de autoevaluación a partir de lo que el otro, los otros, nos significan y, más aún, en circunstancias donde campea la adversidad. "Ser un buen prójimo" es un noble y respetuoso examen de conciencia, especialmente dedicado a quien decide leerlo de principio a fin, sin claudicar y a corazón abierto. Devela las estaturas moral e intelectual individuales según el tipo de respuesta dada a la pregunta detonadora del ensayo: "¿Quién es mi prójimo?".

Para MLK, prójimo "es todo aquél de quien tú eres vecino. Es quien se encuentra en una necesidad al borde del camino de la vida. No es judío ni gentil; no es ruso ni americano; no es blanco ni negro. Es 'un hombre'. Es todo hombre en la necesidad… Y la bondad del hombre puede ser descrita con una sola palabra: altruismo", (pp. 54-55).

¿Y qué resulta para cada quien eso de "ser altruista"? A sesenta años del arranque de la lucha por la convivencia constructivamente pacífica, ¿el altruismo ha ganado o perdido terreno? ¿Cómo, de las tantas y tan diversas opiniones sobre el altruismo, es posible caminar por la vida con una definición convincente e inspiradora? ¿Todo ser humano, todo ciudadano, todo semejante está llamado al altruismo? ¿O es posible ejercer, sin conflicto de por medio, un altruismo discrecional, intermitente, espontáneo?

MLK propone tres tipos de adjetivos calificativos para el ejercicio del altruismo conforme a su definición de "prójimo": altruismo universal, peligroso y excesivo.

"Altruismo universal es darse cuenta con agudeza de lo que existe más allá de los eternos accidentes de raza, de religión, de nacionalidad… Mucha gente cree que la afirmación: 'Todos los hombres han sido creados iguales', significa: 'Todos los hombres blancos han sido creados iguales'… Nadie se preocupa realmente de lo que ocurre a la gente que está fuera de su propio grupo. Si un americano sólo se preocupa de su nación, no se preocupará por los pueblos de Asia, de África o de América del Sur. ¿No es por esto que el asesinato de un compatriota es un crimen, pero que el asesinato de los ciudadanos de otra nación en guerra es un acto de virtud heroica?... La verdadera tragedia de este provincianismo estrecho es que nosotros vemos a la gente como cosas. Demasiado poco vemos a la gente verdaderamente como 'hombres'… Vemos a la gente como a judíos, católicos o protestantes, chinos o americanos, negros o blancos. No pensamos en ellos como hermanos humanos… Es necesario extirpar de nuestros ojos espirituales la catarata del provincianismo", (pp. 55-57).

El segundo calificativo para el altruismo, peligroso, pareciera una disonante contradicción. Pero es precisamente esa manera de sentir la que revela lo que el altruismo significa para muchos, es decir, lo que "ser altruista" resulta como constructo individual y colectivo. ¿Altruismo peligroso? ¿Qué no se supone que todo lo que rodea a un comportamiento altruista es de tonos apastelados, con sonrisas en pleno, en tierras nada sinuosas y movedizas? Agudicemos las contradicciones. Leamos lo medular.

Lo primero que aclara MLK es que "el altruismo peligroso… nos da miedo". Y sigue: "Nos preguntamos a menudo: '¿Qué será de mi empleo, de mi prestigio, de mi rango, si me comprometo en este asunto? Mi casa, ¿será dinamitada? Mi vida, ¿se verá amenazada? ¿Iré a la cárcel?'. El hombre bueno siempre da la vuelta a la pregunta. Albert Schweitzer no se interrogó: '¿Qué será de mi prestigio y mi seguridad como profesor de universidad, qué será de mi categoría de organista especialista de Bach si trabajo con el pueblo de África?'. Se preguntó lo contrario: '¿Qué sucederá a estos millones de personas heridas por la injusticia si no voy hacia ellos?'. Abraham Lincoln no se preguntó: '¿Qué me pasará si proclamo la Emancipación y pongo fin a la esclavitud?', sino que se preguntó: '¿Qué le sucederá a la Unión y a los millones de negros, si no lo hago?→ … El verdadero prójimo pondrá en peligro su situación, su prestigio y hasta su vida por el bien de los otros. En los valles peligrosos y en los caminos expuestos levantará a su hermano maltratado y golpeado hacia una vida más alta y noble" (pp. 58-60).

El tercer calificativo que completaría un congruente ejercicio altruista, conforme a la propuesta del doctor King, es excesivo. Tal exceso tampoco significa lo que de inmediato muchos tienden a pensar: dinero, dinero, mucho dinero. Cierto es que las prácticas altruistas implican capital económico. De las más diversas cantidades y fuentes. Pero el dinero, aunque importante, no es limitativo del altruismo. Es lo no contante y sonante donde radica la absoluta diferencia. Es a partir del descubrimiento y ejercicio de las leyes no escritas donde el altruismo de cada uno es templado.

"Altruismo excesivo… es más que la aptitud para la piedad; es la aptitud para simpatizar. La piedad puede no ser mucho más que la preocupación impersonal dispuesta rápidamente a enviar un cheque, pero la verdadera simpatía es la preocupación personal que exige el don de uno mismo… La simpatía crece a partir de una preocupación por un ser humano en particular, que yace en un camino perdido de la vida. La simpatía es un sentimiento de hermandad por la persona necesitada, por su pena, por su angustia, por su carga… El doctor Harry Emerson Fosdick ha hecho una distinción importante entre las obligaciones que pueden ser impuestas y las que no pueden serlo. Las primeras están reguladas por los códigos y leyes de la sociedad… (Las segundas) se refieren a actitudes interiores, a las verdaderas relaciones de persona a persona, a manifestaciones de compasión que los tratados jurídicos no pueden reglamentar y que las cárceles no pueden rectificar. Las obligaciones de esta índole emanan de la sumisión personal de una ley interior escrita en el corazón del hombre. Las leyes humanas aseguran la justicia, una ley superior produce el amor… Yo no puedo ignorar al herido porque es una parte de mí mismo y yo soy una parte de él. Su sufrimiento me empequeñece y su salvación me engrandece… Una aplicación enérgica de la ley podrá poner punto final a la segregación… pero no puede poner fin a los temores, a los prejuicios, al orgullo, a la irracionalidad que obstaculizan una sociedad verdaderamente integrada realizada por verdaderos 'prójimos' sometidos de manera voluntaria a obligaciones no impuestas" (pp. 60-65).

Lo confirmo. Un sueño de igualdad de Martin Luther King es el libro que, a ojos cerrados, y muy bien abiertos, yo pondría en las manos de mis hijas. Tranquila me iría al saber que ellas recibieron la enseñanza mayor: cómo ser un buen prójimo.

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