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RENATA CHAPA

Porno aparte

Montadas en Hugh Hefner y su potente legado llamado Playboy, un trío de seductoras ideas hoy acarician su memoria.

Recién fallecido en su disputada mansión de Beverly Hills, Hefner no sólo significó la venta de mera "pornografía", en el ramplón sentido de la palabra. A partir de su visionaria apuesta por la revista como canal idóneo de comunicación, creó una ardiente industria valuada hoy en centenas de millones de dólares. La diversificación de productos y servicios caracterizó la estrategia de mercado del joven oriundo de Chicago, Illinois. El iconoclasta amante del erotismo supo cómo y por dónde ofrecer sus primeras citas capitalistas. La imagen de marca Playboylogró posicionarse como pocas. Penetración rotunda en el mercado internacional fue la obsesión del conejohólico personaje. Una de las maneras de lograrlo fue por medio del encanto de la literatura.

Por extraño que pudiera parecer, Playboy ha sido una plataforma para plumas no menos excitantes que las modelos entreveradas en sus páginas: "Playboy revolucionó el mercado de las revistas para hombres hasta el punto de casi convertirse en un sinónimo. Sin esconder que su reclamo principal eran las fotos de mujeres desnudas, preferiblemente famosas, la revista apuntaba a un público intelectual y rivalizaba en textos con las mejores publicaciones generalistas. En sus páginas firmaban Ernest Hemingway, John Updike, Jack Kerouac, Norman Mailer o Ray Bradbury, que publicó Farenheit 451 como serie en la revista" (elpais.com). Las entrevistas, artículos, columnas y ensayos periodísticos fueron imanes para lectores de palpitación acelerada (cnnespanol.cnn.com/2017/09/28/yo-leo-playboy-por-sus-articulos-estos-son-los-grandes-escritores-que-pasaron-por-la-revista-de-hugh-hefner/). Y una lista de los Premios Nobel que fueron publicados en Playboy explota urgentes deseos por leer.

Otra de las herencias gratas del magnate editor Hefner fue la creación del Premio Playboy México y Ediciones B de Novela Latinoamericana. En su primera edición, 2012, fue el bonaerense Nicolás Goszi el ganador con "Cumbia para un inglés" (Ediciones B, México, 2013). Título sugestivo, a ritmos calientes, desafora la imaginación. Guillermo Fadanelli invita a un rápido "clinch" lector en la contraportada: "A la aventura que vive un inglés resuelta a mudarse a Buenos Aires, se suman el demencial amor profesado a una mujer que no lo espera y la convulsa agitación de los barrios bajos y su delincuencia. La imaginación del lenguaje urbano y el constante cruce de situaciones inesperadas son las virtudes más notables de esta novela". El segundo Premio Playboy de Novela Latinoamericana fue ganado por el narrador cubano, Raúl Ortega Alfonso, con "La vida es de mentira" (Ed. B, México, 2014). Un músico que toca ¡la viola! es parte estremecedora del relato. Cuenta el autor, "Él es un homenaje a todos los músicos que han salido de Cuba y que han tenido que dejar su verdadero instrumento para tener que tocar cualquier cosa en cualquier bar para sobrevivir" (www.youtube.com/watch?v=rPWAs0UxGWI).

Y la tercera aportación implícita en el concepto Playboy, con miras a la experimentación de inéditos placeres lectores, es la manera en que también conduce a saborear el intenso dulce de los textos referenciales en torno a la pornografía, en el abierto sentido del vocablo. Es lo que sucede con "Pornocultura" (Ed. Tusquets, México, 2013) de Naief Yehay, unamita egresado de la Facultad de Ingeniería, periodista y crítico cultural. Su narrativa es entrega a primera vista. Valga una cita como apenas un arañazo de su alcance académico. Se trata de otro convite multisensorial e intelectual: "Cuando comencé a escribir sobre pornografía a principios de la década de los noventa había muy poca gente que en México y el mundo hispanoparlante tomara en serio el tema; mucho menos que escribiera análisis o reflexiones acerca de las implicaciones culturales de un género que, por naturaleza, depende de la transgresión. La bibliografía sobre pornografía en castellano era mínima; con excepción de un par de libros de Román Gubern. (…) En general, había dos tipos de respuesta ante la pornografía: una actitud burlona que se regodeaba en la impudicia o bien el repudio moralista y santurrón. Ambas le negaban cualquier valor o interés como producto cultural. (…) La pornografía pertenece al grupo de géneros que la profesora de estudios cinematográficos de la Universidad de Berkeley, Linda Williams, denomina corporales, ya que tratan de provocar reacciones fisiológicas, o bien, reflejos aparentemente instintivos, aunque en realidad estén condicionados por la cultura; al igual que sucede con el thriller, que puede causar vértigo o sudor frío; o con la comedia, que tiene por objeto provocar risa. Dentro de este grupo, la pornografía se encuentra emparentada con el melodrama y el horror (los géneros de las secreciones) que tienen por objetivo hacernos llorar, segregar adrenalina o provocar orgasmos" (p. 12).

Hugh Herner llegó a sus 91 años rodeado de un ramillete de Playgirls consentidas. Cuentan que tomaba algunos trancos del día para tenerlas a todas colocadas sobre la alfombra de su enorme recámara, boca abajo y boquiabiertas. Cada una sobre lujosas almohadas, semidesnudas. El prendido estadounidense tomaba aire, ponía en alta temperatura su sangre, y con todas sus fuerzas reunidas, les leía fragmentos de los clásicos de la literatura. Era otro lugar por dónde él sabía colarse y causar revuelos. Aliado de las palabras, promotor cultural a su manera (también la música y las artes visuales ocupaban un lugar valioso en su revista), el Playboy máximo sí que amerita una fogosa resignificación.

Centrosimago@yahoo.com.mx

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