(Primera parte)
La vida misma, a la que tanto nos aferramos cuando la amamos y la disfrutamos en grande, conscientes de que tarde o temprano llegará a su fin; no obstante, tratamos de aprovecharla al máximo llevando a cabo las actividades que más nos agradan. Sin embargo, ¡qué frágil es la vida!
Cuántos embarazos se interrumpen entre las primeras 12 o 14 semanas; después el producto, el futuro bebé continúa creciendo, creciendo, ganando peso, ya que desde las primeras semanas del segundo trimestre, todo su cuerpo ya está integrado y el resto del tiempo, aun cuando no exentos de riesgos, mismos que están presentes durante sus nueves meses de vida dentro del vientre materno; los seis meses siguientes es para crecer, crecer e ir madurando cada uno de sus órganos, en una zona de confort y comodidad de la cual no quisiera salir, para finalmente enfrentarse al mundo exterior y los primeros lloridos los podemos interpretar como un reproche, una protesta, un por qué me extrajeron de mi zona de confort, donde vivía de forma maravillosa y es allí en donde empieza el fin de una etapa que termina en el mismo momento de su arribo a este mundo.
Las expectativas de vida cada vez van aumentando año tras año, década tras década, si los comparamos con el que tenían los bebés a principios del siglo XX y cuántos de mil nacimientos pudieron haber llegado hasta la edad adulta; en aquellos entonces, el promedio de vida era de cuarenta años y ya para esta edad el individuo podrá haber sido un anciano. Sin embargo, poco a poco y a través de los siguientes años y por muchas razones, el promedio de vida va en aumento y actualmente podemos decir que pudiéramos llegar a superar nuestra existencia hasta por arriba de los ochenta años; claro, todo esto va a depender de la calidad de vida y del mantenimiento que pudimos y pudiéramos estarle proporcionado a nuestro cuerpo, a nuestro organismo.
La etapa infantil durante muchas décadas ha sido la más vulnerable; no obstante, mucho ha ayudado que nuestras madres nos hayan alimentado al seno materno, como era una costumbre todavía en la época en que los que rebasamos los 70 años así nos alimentaron. Cuántas defensas se encuentran en este bendito líquido blanquecino que mucho nos ayudó a ser menos enfermizos, a defendernos de muchas enfermedades. No obstante, vino el mal hábito de la lactancia artificial y se empezó a privar al bebé del mejor alimento para su etapa de crecimiento, aún a pesar de las campañas que el sector salud ha emprendido desde hace más de dos décadas, no se ha podido logar que las presentes generaciones de madres "más modernas", han privado a sus bebés a recibir una alimentación más apropiada y la que más les conviene.
TODO TIENE UN PRINCIPIO Y UN FIN Por: Dr. Leonel Rodríguez R.