Doloroso. Familiares de las víctimas llegaron hasta el Centro Médico Forense de Estambul para reconocer sus restos.
Turquía se encuentra en estado de shock después de iniciar 2017 con un atentado que dejó al menos 39 muertos y 69 heridos en esta ciudad.
En la madrugada del domingo, un atacante, aún a la fuga, accedió a la exclusiva sala de fiestas Reina, en la orilla europea del Bósforo, armado con un rifle AK-47 y disparó contra los casi 600 asistentes de la élite secular que celebraban la llegada del Año Nuevo.
El asaltante no necesitó vestir de etiqueta, como se requería en la fiesta: comenzó la masacre en la acera ante el local, matando al guardia de seguridad del local y a un civil antes de lanzarse al interior del establecimiento.
"Antes de que pudiera entender lo que estaba pasando, mi esposo me cayó encima", narró Sisli Etfal, quien esperaba en la puerta del hospital mientras sanaban las heridas de su marido, quien recibió tres impactos de bala.
"Tuve que quitarme de encima varios cuerpos para poder salir. Estaba aterrada'', añadió.
El río que parte a Estambul en dos, sirvió de vía de escape a numerosos clientes que prefirieron lanzarse al agua helada antes que esperar las balas del asesino.
Entre los asistentes a la fiesta de fin de año se encontraba el jugador de futbol Sefa Boydas, del Beylerbeyi de Estambul, que describió a la cadena televisiva BBC Türkçe cómo algunos asistentes se desmayaron al escuchar los disparos y en su huida se pisoteaban entre ellos en un ambiente sofocado por el polvo y el humo.
"No sé cómo logré huir", relató Boydas. "En momentos así, uno no espera. Los tiros se oían a la izquierda, por lo que corrimos directo hacia la derecha".