Ése sí fue un debate. Emmanuel Macron y Marine Le Pen, los candidatos presidenciales franceses, se enfrascaron en una verdadera batalla verbal el 3 de mayo. El programa no padeció las reglas restrictivas de los debates de candidatos en México, que se convierten en simples sucesiones de discursos. El liberal y la derechista se interrumpían, se arrebataban la palabra, se descalificaban, reaccionaban de inmediato a los señalamientos del otro. La discusión dejó muy claras las diferentes posiciones y personalidades de cada uno. No sorprende que el debate haya alcanzado 16 millones de televidentes, un récord para un debate político en Francia. En contraste con los acartonados debates mexicanos, o con la lluvia de spots de propaganda de nuestro país, este ejercicio sí permite definir una preferencia electoral.
Le Pen ha hecho enormes esfuerzos por distanciarse de las posiciones ultraderechistas de su padre, Jean-Marie Le Pen, a quien incluso expulsó del Frente Nacional. En esta campaña busca presentarse como una mujer nacionalista opuesta al libre comercio, a la Unión Europea y a la inmigración, lo que la ha impulsado a la segunda vuelta en la elección presidencial.
En una ofensiva de descalificaciones, Le Pen le espetó a Macron: "Usted es el candidato de la globalización salvaje, de la precariedad, de la guerra de todos contra todos. Usted, el candidato del cierre de fábricas, de hospitales y de estaciones de policía. Usted es el candidato de la uberización generalizada, la devastación económica, el desmembramiento de Francia."
Macron mantuvo la calma y respondió, fundamentalmente, que Le Pen no entiende cómo funciona la economía. Al terminar el debate, una encuesta de Elabe señaló que 63 por ciento de quienes vieron el programa consideraron ganador a Macron contra sólo 34 por ciento a Le Pen. No hay duda, sin embargo, que un porcentaje importante de la población de Francia, como en Estados Unidos y el Reino Unido, está convencida de los argumentos de Le Pen y considera que la economía de mercado genera pobreza y pérdida de empleos. Por eso Le Pen llegó a la segunda vuelta, y Trump y el "Bréxit" ganaron en Estados Unidos y la Gran Bretaña.
El término "uberización" que usó Le Pen es muy expresivo y subraya muchos de los miedos de los neonacionalistas. Para alguien como Le Pen, Uber representa una nueva fuerza de la tecnología que quita poder a los gobernantes, deja la economía en manos del mercado (que considera una fuerza negativa) y destruye empleos. Ni ella ni sus seguidores se preocupan por la actividad económica que genera, ni por el hecho de que tanta gente decida en libertad dejar los taxis para trabajar o utilizar Uber y otros servicios similares. La posición de Le Pen recuerda a los luditas del siglo XIX que destruían máquinas con la ilusa idea de que así salvarían empleos.
Estamos viendo con gran claridad en Francia un gran debate internacional entre globalistas y nacionalistas que no es más que una reedición del viejo enfrentamiento entre liberales y conservadores. Macron representa la búsqueda de un mundo de mayores libertades económicas y políticas, y sí, de uberización, esto es, de internacionalización y adopción de nuevas tecnologías. Le Pen refleja en cambio el nacionalismo conservador de Donald Trump y de buena parte de la izquierda mexicana.
Macron es el futuro; Le Pen, la convicción de que todo tiempo pasado fue mejor.
MIGRACIÓN DE TÉCNICOS
Si Trump restringe el ingreso a Estados Unidos de técnicos con visa H1-B, las empresas de alta tecnología se verán obligadas a buscar nuevos lugares para el desarrollo de productos. México sería un destino posible, dice el Financial Times. Cierto, pero tendríamos que liberalizar nuestras obsoletas leyes migratorias.
Twitter: @SergioSarmiento