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Una civilización global; todos distintos, pero con las mismas necesidades

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La civilización actual es sostenida principalmente por la energía eléctrica, ella es la que nos aporta todo lo que hace de este sistema social un mundo avanzado en continuo desarrollo, seguro, cómodo y con la posibilidad de ofrecer a cada ser humano, de las sociedades industrializadas, perseguir sus sueños.

La cobertura mundial de fluido eléctrico se acerca al 85 % mientras que en el plano nacional alcanza a algo más del 97 % de la población. La energía eléctrica llega a prácticamente la mayoría de la ciudadanía global, pues está presente en casi toda la actividad humana que se desarrolla sobre este planeta; oficinas, fábricas, hogar, iluminación de las calles…

Es de gran utilidad para la vida de los hombres y mujeres que ya se han habituado a ella, de forma que se nos hace prácticamente imposible imaginarnos un mundo sin ella, sin poder iluminarnos, calentarnos, trasportarnos, divertirnos, etc., con la facilidad y comodidad que esta nos aporta.

La electricidad está en todas partes, pero con bastante frecuencia olvidamos a aquellos que la hacen posible, a los profesionales que se dedican a que este fluido no cese, llegue a los hospitales, escuelas, industrias y hogares. Profesionales como el Electricista Valencia, referente en el trabajo bien hecho, indispensable para miles de hogares que necesitan un mantenimiento, el boletín de la luz, un arreglo urgente en cualquier avería o un cambio de tensión, por poner solo algunos ejemplos de la enorme cantidad de actividades que realizan.

Un mundo unido en nuestras diferencias

Pocas cosas son tan importantes en la actualidad y ninguna ha contribuido al avance de esta civilización como la electricidad, tal vez inicio de lo que reconocemos hoy con el concepto de globalización. Un objetivo que viene persiguiéndose desde que las primeras comunidades indígenas comenzaron a conquistar, mezclar o adaptar otras culturas de su entorno.

Es, por tanto, un fenómeno sistémico en la naturaleza humana, buscar las diferencias entre grupos tribales, culturas o civilizaciones a las que poder asimilar y fusionar para crear una totalmente nueva, con la suma de individuos y la particular idiosincrasia de sus caracteres, tanto individuales como sociales.

En los últimos años la tecnología llegó para sumarse a los esfuerzos para lograr esta unión de culturas y economías bajo una misma bandera. Las tecnologías han sido definitorias para el desarrollo económico mundial, pero en relación con la unión de culturas las de las comunicaciones son las que han jugado un papel esencial, sobre todo en las últimas décadas, acelerando este proceso imparable de globalización. La electricidad como base y sus añadidos en comunicación, en transporte, etc., están realizando una labor de un valor incalculable para unir a las sociedades humanas bajo un mismo modo de pensamiento y de comportamiento, acabando de paso con la multiculturalidad que ha tenido siempre la raza humana.

Si es el camino correcto o no este que, inevitablemente, ha acometido el hombre como especie es algo que no entramos a valorar, pero lo que es cierto, sin ningún tipo de dudas, es que el planteamiento es el más sensato, pues trata a los seres humanos como pertenecientes a una misma especie, hermanándolos, en cierto modo, y uniéndolos en un proceso con un proyecto común. Al menos en la teoría.

Las mismas necesidades

Efectivamente, todas las personas necesitamos alimentarnos con productos sanos, queremos una vivienda digna en la que desarrollarnos como individuos independientes que somos, todos ansiamos vivir en mundo en paz, sin miedos a que nos persigan por nuestros pensamientos, identidad sexual o creencias.

Todos sin excepción queremos ver cubiertas nuestras necesidades más elementales, que son las que cualquier persona en el mundo tiene, con la seguridad de que han de ser permanentes y nos ofrezcan la oportunidad de desarrollar nuestras aptitudes profesionales o artísticas, para vivir en equilibrio con nosotros mismos, con la sociedad y el medio natural.

Todos queremos alimentarnos, educarnos, divertirnos y asearnos, queremos tener las opciones de elegir cómo ha de ser nuestra vivienda, que ha de ser nuestro lugar de total desconexión del mundo exterior, si es eso lo que nos apetece. Necesitamos un lugar en el mundo que nos sea propio, limpio, seguro, a nuestra medida.

Debe ser un derecho poder elegir entre los pequeños detalles que harán especial y personal nuestro hogar, tener la completa libertad de crear un entorno agradable y satisfactorio para nuestras necesidades. Nuestras necesidades más íntimas, sobre todo.

Es por esto que necesitamos un baño con todos los elementos imprescindibles para nuestra higiene, contando con duchas y lavabos, pero pensando también en el medio ambiente, ahorrando en el consumo de agua, con un plato para ducha en lugar de la tradicional bañera.

Y es que las viviendas además de pensar en nuestra comodidad y nuestra economía también tienen que ser, en la medida de lo posible, consecuentes con el daño ambiental que produce el exceso en los consumos. Así, es nuestra obligación elegir inodoros wc con dispositivos reguladores en la descarga de agua o en diferentes dispositivos que ahorren en el cuarto de baño, como pueden ser los reductores de caudal para los grifos y duchas, con los cuales podrás llegar ahorrar entre un 20 y un 50 % de agua.

Aprovecha en cualquier caso el agua que utilizas para la ducha, tapona la salida y reutiliza el agua para regar macetas o para usarla en el inodoro con ayuda de un cubo. También puedes introducir una botella llena de agua en la cisterna del wc para que haya menos espacio disponible para cada vez que usemos la cadena.

Cualquier idea es buena para ahorrar en este sentido, en la corriente eléctrica, en el consumo de gas o de fuel en los vehículos. Hay que ser conscientes de que nuestra casa es nuestro rincón de independencia en el mundo, pero el verdadero hogar, este en el que viviremos en una cercana civilización globalizada no es otro que nuestro planeta Tierra, y para cada movimiento, gasto o consumo que hagamos debemos dedicar unos segundos a ese gran hogar de todos y preguntarnos cuánto daño le estamos haciendo, eligiendo la opción que lo minimice.

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