Tiene sentido la decisión del Presidente Trump de reducir sustancialmente el impuesto sobre la renta para las corporaciones. Desde luego que requiere una explicación rebajar los impuestos cuando todos los gobiernos sufren problemas de escasez de recursos para atender necesidades populares, así como ampliar las estructuras o superar urgencias. La reducción de impuestos suele tener sentido en caídas de la actividad económica y no ahora cuando ésta está en aparente auge.
Sin ignorar lo anterior, atraer capitales extranjeros o lograr el retorno de capitales nacionales haciendo más atractivo invertirlos en casa, fue el argumento que prevaleció. Estados Unidos se presenta más atractivo en el marco de la agresiva competencia desatada por la globalización. El histórico machetazo fiscal de Trump lo ha dado sin contemporizar sus repercusiones internacionales, al vanidoso son de "América Primero".
El propósito de Donald Trump de colocar el interés de su país por encima de todos los demás, en un nuevo alarde, pone a Estados Unidos en una vía supremacista haciendo enemigos a sus rivales.
Hay, empero, aspectos que deben tomarse en cuenta para entender dicha inesperada medida. Si partimos de la premisa de que un impuesto a las utilidades de corporaciones resta impulso a la reinversión, puede concluirse que reducir ese impuesto induciría a las corporaciones a destinar los fondos así liberados a la reinversión tan indispensable para sostener el crecimiento de PNB.
Es éste uno de los efectos que se esperan con dicha reforma fiscal y que los legisladores norteamericanos que la aprobaron por aplastante mayoría, festejan con tanto entusiasmo. Ellos, efusivos, esperan así inyectar dinamismo a la economía nacional que, por cierto, marcha a un ritmo sorprendentemente mayor que el pronosticado hasta el grado de cuestionarse la oportunidad de hacer el recorte fiscal precisamente cuando no se necesita.
Otro ángulo de la medida que se comenta no presenta tanta justificación. El crecimiento de la economía norteamericana está tolerando la concentración de la riqueza en pocas manos, resultante, aún más ahora, de favorecer las reinversiones industriales y financieras gracias a la reducción de los gravámenes a las utilidades corporativas, sin aliviar, empero, la situación de la de los causantes individuales.
Alentar que continúe creciendo la brecha entre ricos y pobres e intentando combatirla promoviendo la reinversión de utilidades de las grandes empresas, es confirmar la fe que exhibe el señor Trump en las virtudes del aleatorio goteo desde la prosperidad superior. Lo que se cosecha es endurecer rigideces que bloquean la capilaridad y asfixia la dinámica social. Una sociedad que adolece de una fuerte división desperdicia potencial y se vuelve inestable e insegura.
La concentración de la riqueza es un reto que hay que vencer mediante impuestos que redistribuyen los ingresos lo que no está previsto en la reforma trompeana.
Por su parte, la decisión norteamericana nos afecta de varias maneras. En primer lugar, convierte a Estados Unidos en un formidable competidor en el área de las inversiones internacionales. La hacienda pública queda retada a reaccionar, sea modificando las tasas del ISR para mantener la competitividad internacional o actuando de alguna otra manera para contrarrestar el efecto esperado.
Aumentar el IVA parece ser lo más lógico por la facilidad con que puede realizarse dada su naturaleza de incidir directamente sobre el consumo lo que es socialmente equitativo, virtud, que aunque teóricamente válida, no nos contenta demasiado a nosotros, causantes personales, que habremos de destinar al fisco más de nuestros escasos ingresos.
Es importante dejar en claro, sin embargo, que aunque es indudable que la medida que ha tomado Trump podrá desencadenar ajustes en la composición y las tasas impositivas mexicanas, es igualmente cierto que, desde hace tiempo, estaba pendiente de practicarse una reforma fiscal a fondo en México que, independientemente de ajustes al ISR, habría de incluir un aumento generalizado en el IVA.
¿Estaremos uncidos al liderazgo fiscal norteamericano, o una vez más nos encontramos llegando tarde a lo que teníamos que hacer?
La temporada Navideña nos debe llevar a tomar todo lo que acontece con un espíritu de renovación en nuestras vidas personales y familiares. Así también con nuestra comunidad nacional.
Feliz Navidad a todos ustedes.
juliofelipefaesler@yahoo.com