Tras la coronación de los Astros de Houston en las Grandes Ligas, queda claro lo que significa tener que celebrar algo. Y es que normalmente nos hacemos fanáticos de un equipo como parte de una identidad (para formar parte de "algo"), ya sea porque es el equipo de casa o porque algo hay en él que nos llamó la atención (puede ser el uniforme, algún jugador...). Pero nada llama más la atención que el triunfo.
Por un lado, en México los Dodgers de Los Ángeles son muy queridos porque fueron el equipo en el que brilló el "Toro" Fernando Valenzuela (además de que su franela es muy bonita). Pero eso ya es historia pasada.
Acá había que ver el paso de dos equipos que a lo largo de la temporada regular cosecharon más de 100 triunfos cada uno; dos proyectos planeados a largo plazo con la intención de conseguir Series Mundiales. Desde ahí, ambos eran justos finalistas.
Para los románticos, los Astros eran el equipo a seguir; un conjunto que en más de medio siglo de historia no habían conseguido un solo título. Una vez llegaron a la Serie Mundial y fueron barridos.
Por el otro lado estaba el Cruz Azul... digo, los Dodgers, el "ya merito" de las Mayores. Y, quizá salvo el último encuentro, el séptimo, ¡qué agarrón se dieron!
Aparte queda la historia de superación como ciudad que protagonizó el equipo de Houston, luego de que la ciudad sufriera en días pasados por cuestiones climatológicas, la revancha con la naturaleza llegó en un campo de beisbol.
Un guión perfecto para el cine de Hollywood, por ejemplo.
Los ciudadanos de Houston, cualquiera que fuera su origen, tomaron las calles el viernes, dos días después de la épica batalla.
Se justifica, claro. Estamos ávidos de buenas noticias y no está de más suspender un día las clases con tal de ver pasar a los héroes que nos emocionaron durante siete noches mágicas y más de 150 de campaña regular. Porque no todo es protesta, tampoco.
Ahora, con la gesta de los Astros, no faltarán los nuevos aficionados que se suban al "carrito" de la victoria... o al "tren del m...", le llaman ahora. Así se van construyendo a veces las aficiones.
Tras esos emocionantes juegos, los más fervientes seguidores no tardaron en jactarse del por qué al beisbol se le conoce como "El Rey de los Deportes", menospreciando principalmente al futbol.
Amigos, a mi ver, el debate es innecesario; ambos brindan grandes emociones y son muy diferentes uno del otro. Se juegan en condiciones diferentes, diferentes reglas, se explotan diferentes características... ¿por qué mejor no dejar que cada quien disfrute de lo que más le plazca?
De todas formas, al final, no hay nada como la victoria.
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