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Walter Hill y la fábula del martillo más fuerte

La violenta armonía de un incendio visual

Walter Hill y la fábula del martillo más fuerte

Walter Hill y la fábula del martillo más fuerte

IVÁN HERNÁNDEZ

Calles de fuego sepultó las carreras del director y su protagonista masculino, hoy es un considerado un filme de culto.

La publicidad engañosa consigue, con los apantallantes 30 o 40 segundos de un avance digno de premios internacionales, sembrar la imperiosa necesidad de ver una película.

La seducción es tan efectiva que el espectador se sienta a ver el filme convencido de haber hecho una buena inversión.

Después de hora y media de padecer un esperpento con pies deformes y cabeza hueca, dan ganas de crear la Procuraduría de la Defensa del Consumidor Audiovisual.

Para quienes se mueven en la honrada medianía entre el cine de arte y las películas como entretenimiento sin mayores pretensiones, existen propuestas como la del estadounidense Walter Hill que da más de lo que promete a los exponentes de la cinefilia y la cinefagia.

COLECCIÓN DE CLICHÉS

Una evidencia de lo anterior es su filme Streets of Fire (Calles de fuego, 1984). En principio, Hill ofrece una fábula de rock & roll y cumple con creces, lo que no le impide llevar ese contrato más lejos.

Diane Lane (Ellen Aim) y Michael Paré (Tom Cody) son la pareja protagónica, Willem Dafoe, hace de Raven, un cuervo villano y líder de una banda de facinerosos que rapta a la bella y talentosa Ellen durante un concierto. El filme sigue con la vuelta de Cody a la ciudad, la misión de rescate, la huida con peligros a la vuelta de cada esquina.

El filme avanza con varios paradigmas a cuadro de forma simultánea, es a la vez una viñeta de cómic, el receptáculo de una banda sonora con vida propia, una sucesión de imágenes tipo videoclip que se va agotando demasiado pronto antes de dar paso a la siguiente canción, escenas de romance dignas de un melodrama bien llevado, y un western urbano en el que la ley del más fuerte prevalece.

La explicación de tantas cosas que suceden a la vez la ofreció el propio director. Quiso poner en la cinta todo aquello que, durante su adolescencia, poseían las buenas películas, a saber, la acción de persecuciones a gran velocidad, la pasión de los besos bajo la lluvia, la violencia de las peleas entre pandillas, motocicletas y coches lujosos, las bromas insertas en momentos críticos, el honor de los guerreros, el rock.

FRACASO EN TAQUILLA

Una razón para ver este filme ochentero es que resultó un fracaso en taquilla que sepultó las carreras de su director y de su protagonista.

El pronóstico de la crítica era que Walter Hill se dirigía al parnaso hollywoodense gracias a un debut atractivo con Charles Bronson y James Coburn en Hard Times (El luchador, 1975), un filme polémico como The Warriors (Los guerreros, 1979) y el éxito taquillero de 48 Hours (48 horas).

Luego de Calles de fuego, la carrera de Hill cayó en desgracia y no se recuperó. Lleva más de tres décadas en el segundo plano de las creaciones cinematográficas y a sus 75 años, el retorno a las grandes ligas parece improbable.

Además, el filme iba a lanzar al estrellato a Michael Paré, un actor joven, guapo, fuerte, aunque dueño de una sola expresión y, por tanto, totalmente apto para encarnar al tipo duro en la fábula de las calles incendiadas.

Este neoyorquino es conocido en círculos limitados por otro de sus protagónicos, The Philadelphia Experiment (El experimento Filadelfia, 1984), que atrae a los fanáticos de los filmes sobre viajes en el tiempo y decepciona a cualquiera gracias a las limitaciones como intérprete de Paré.

Desde el fiasco de sus producciones ochenteras, Paré sólo obtuvo roles protagónicos en largometrajes de segundo nivel o papeles secundarios en cintas sin pena ni gloria. En una película reciente, Maximum Conviction (Condena máxima, 2012), es el jefe de una banda de mercenarios que utiliza su rostro para lastimar los nudillos de un avejentado Steven Seagal.

Otros actores, además de Lane y Dafoe, que participaron en el filme y consolidaron carreras envidiables en la industria cinematográfica son Bill Paxton y Rick Moranis.

La banda sonora, como ya se mencionó, tiene vida propia y a más de tres décadas de distancia aún conserva energía y encanto para deleitar y emocionar a los escuchas.

En el tema inicial Diane Lane hace playback. La voz de Ellen Aim pertenece a Laurie Sargent, vocalista de una banda llamada Face to face. Hill sacó el título de la cinta de una canción de Bruce Springsteen.

CAMBIO DE CATEGORÍA

El tiempo revalorizó esta fábula avivada con los delirios adolescentes de Hill. Hoy día, Calles de fuego está inscrita en la categoría de filme de culto. Una razón es que no exigía de su recurso humano más de lo que debían contribuir a la buena manufactura de una historia sencilla en la que una bella mujer corre peligro y su exnovio con cara de niño malo que besa rico accede a devolverla sana y salva a cambio de un puñado de dólares.

Michael Paré no hace más que ser el gran silencio que dispara y golpea por una buena causa, el dinero que le pagan, aunque en el fondo sabe que sigue enamorado de Ellen; Diane Lane no hace sino ser frágil cuando está con los malos y desafiante pero incapaz de decirle que no a Cody una vez que cae en sus brazos; Willem Dafoe pone su particular y joven rostro al servicio de un personaje sin más deseos que imponer su voluntad con extrema violencia.

Una lección que puede extraerse de este filme y que fue explotada por el género del western es que si la fuerza no resuelve tu problema, no estás empleando la suficiente.

La película se desarrolla en un lugar imaginario, pero eso no significa que no haya crítica social presente.

Los malos son los dueños del lugar y la policía no puede con ellos, ni siquiera Cody representa un reto para las fuerzas criminales. Es necesaria una alianza de los buenos con la población (lo que también implica decir que la gente se decide a armarse y salir a combatir) para emparejar las cosas y hacer que el resultado del enfrentamiento sea, por lo menos, dudoso.

Este tipo de planteamientos fue una marca del cine de Hill. Su otro filme de culto, Los guerreros, incomodó a las autoridades porque la trama manejaba con una sencillez periodística que las pandillas superaban en número a los cuerpos policíacos.

Algo parecido ocurre en Calles de fuego. Un agente del orden intenta cumplir con su labor de proteger y servir, pero, la potencia de la banda de Raven lo obliga a retroceder y dejar en las manos de Tom Cody la tarea de evitar el triunfo de los malos.

A Hill se le reconoce que en este filme consigue conjugar estilos de una manera atractiva y con buena mano; de un momento a otro estamos ante un guiño afectuoso que nos remite a clásicos como Casablanca, de Michael Curtiz, o ante una escena de brutal esplendidez que recuerda a The Wild Bunch (La pandilla salvaje), de Sam Peckinpah.

La cuerda de Hill se estira no en una dirección sino en varias que han hecho del séptimo arte un elemento imprescindible en la vida de las personas. Calles de fuego es, además de una colección de clichés que funcionan, un homenaje a varios géneros a la vez.

Sin embargo, la capacidad de síntesis del director no fue bien apreciada por su público y tuvieron que pasar décadas para que el rescate de Ellen Aim se instalara en una categoría distinta a la de fracaso.

Como siempre, habrá quienes después de ver la película concluyan que nada de lo aquí expuesto sobre la belleza de Calles de fuego era verdad. Así es la publicidad engañosa, y más cuando el publicista mismo se ha dejado engatusar por la hora y media de avance de lo que prometía ser una trilogía monumental (el proyecto original era que Tom Cody iba a protagonizar otros dos filmes).

Para quienes son más relajados en cuanto a sus expectativas, quedará la satisfacción de haber hallado una película que, por su simplicidad y el cuidado de sus maneras, satisface gustos tan dispares como el del cinéfilo en busca de una buena obra ligera y el de un cinefago con ánimos para algo más que la habitual película palomera.

Correo-e: bernantez@hotmail.com

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