"Fue el Estado", es la frase con la cual el colectivo #RexisteMx participó en la manifestación del 22 de octubre de 2014 en la Ciudad de México. Con esa expresión señalaron al Estado mexicano por su participación en la desaparición forzada de 43 estudiantes normalistas. De esa fecha a hoy poco hemos avanzado en la explicación de las causas del actual ciclo de violencias. Hasta ahora la relación entre dicho ciclo con las instituciones y representantes del Estado no ha sido indagada con suficiencia. Está lejos de ser un relato mayoritario para explicar el contexto actual.
Se puede afirmar que los actos violentos armados tienen varios efectos políticos. Por un lado pueden causar efectos en el ámbito de la política partidista actual, y al mismo tiempo pueden ayudar a la creación de nuevas formas de hacer comunidad política. Lo que es seguro, es que todos los actos violentos desafían al sistema político formal en el que se circunscriben, porque en todos los casos, menoscaban el monopolio de la fuerza, y porque atentan en mayor o menor medida a los procesos que operan en la cotidianidad.
Otro elemento que se puede resaltar es la falta de control completo del territorio por parte del Estado. Además, que en algunos lugares llegan con mayor solidez los grupos armados ilegales que las instituciones del Estado. Lo que aquí entra en cuestión es la posibilidad de independencia total entre las acciones de grupos delictivos y las instituciones del Estado mexicano. ¿Tenemos estados paralelos o diferentes formas de operación por parte del Estado?
Así, el acto violento de un grupo armado de mayor o menor impacto, al alterar el orden público de las sociedades en que acontecen, tiene siempre una connotación política, por lo menos en el sentido más amplio y formal del término. Lo que es un hecho, es que muchas de las manifestaciones de violencia que hasta ahora hemos visto las podemos llamar "violencia política", porque son un fenómeno penetrante en la vida de una comunidad y tiene la explícita intención de impactar en las convenciones aceptadas para la distribución del poder.
Una forma de revisar la violencia política es indagando sobre las diversas formas de intervenciones políticas que puede tener un grupo armado ilegal, revisando dónde realizan sus inversiones o a qué grupos locales (armados o no) apoyan. Otro aspecto a revisar es la corrupción, ya que el control ilegal del territorio por esta vía, hace posible mantener el negocio de rubros ilegales al margen de enfrentamientos armados, evitando el caos violento. Desde este último elemento se pueden entender las pausas (los momentos en que percibimos menos actos violentos) que marcan los ciclos de violencias.
Desde aquel agitado otoño mexicano, poco hemos avanzado en la explicación de las causas del actual ciclo de violencias. Parece que son más fáciles de digerir y difundir las explicaciones casi mágicas que nos ofrecen como causa "un grupo de personas malas". También gozan de buena aceptación aquellas que agrupan de forma simplista la responsabilidad del actual contexto violento, afirmando como responsables a "los políticos", "al sistema", o sentenciando que "todos somos responsables"; podemos incluir en este grupo de explicaciones la misma frase de: "fue el Estado". El desafío parece estar en explicar el entramado de relaciones de los diversos actores violentos, deslindar grados de responsabilidad, señalar los ámbitos y los efectos de las omisiones, es decir, visibilizar el balance relativo de poder que se ejerce en los hechos violentos de la última década en México.