La tenista británica Naomi Broady lamenta haber perdido un point ante la hispano venezolana Garbiñe Muguruza, en Wimbledon.
Madison Keys es la subcampeona del U.S. Open del año pasado y semifinalista del Abierto de Francia el mes pasado, y es considerada justo ahora una seria contendiente al título en Wimbledon. Aun así, hay quienes regularmente la insultan, en ocasiones en un lenguaje amenazante u obsceno, a través de las redes sociales.
"Trata de encontrar otro empleo", se leyó en un mensaje enviado por Twitter después de que la estadounidense fuera eliminada en el Abierto de Australia. Otra persona la llamó "la jugadora más sobrevalorada de todo el tenis". Esos son tan solo dos ejemplos, de los que pueden ser publicados. Con frecuencia, afirma Keys, "son cosas de verdad repugnantes, horribles".
Y ella no es la única. Tenistas profesionales de todo tipo (hombres y mujeres, entre los mejores o no, y de todas partes del mundo) revisan sus teléfonos después de los partidos en Wimbledon y en otros torneos y son recibidos por acoso cibernético. Insultos personales. Amenazas hacia sus familiares. Y frecuentemente, dicen los jugadores, quejas de apostadores disgustados. Para ayudar a lidiar con este fenómeno, la Asociación de Tenistas Profesionales (ATP), órgano rector del tenis de hombres, se ha asociado este año con una compañía que se ocupa de evaluación y manejo de riesgos. La Asociación Femenina de Tenis está cerca de concretar un acuerdo con el mismo grupo, Theseus, según se enteró The Associated Press.
"Hoy, sólo lo revisé brevemente. Tenía dos o tres mensajes, decían algo como '¿Cómo puedes perder con alguien con peor posición en el ranking que tú?', 'Deberías morir'. 'Deja el tenis'. Cosas así", comentó Peter Polansky, un canadiense ubicado en el 110mo puesto del ranking mundial, tras su derrota en la primera ronda de Wimbledon el lunes. "Son tipos que apuestan dinero a favor de uno y pierden... es increíble las cosas que dicen, es difícil intervenir y parar todo eso. No creo que sea algo evitable".
El sudafricano Kevin Anderson, que cayó ante el español Rafael Nadal en la final del U.S. Open el año pasado, explicó que "todos los jugadores lo sufrimos, sin importar quién sea uno. Yo trato de mantenerme alejado de eso. Sé que ocurre".
Ahora los tenistas podrán alertar a Theseus, el grupo con sede en Londres que también trabaja con deportistas de otras disciplinas y con personalidades del mundo del espectáculo, sobre mensajes perturbadores y se les indicará si el asunto puede ser ignorado o resulta lo suficientemente serio como para alertar a las autoridades.
Ni la ATP ni Theseus quisieron revelar cuántos jugadores han aprovechado la nueva relación ni qué tan frecuente han sido contactadas la policía u otras autoridades.