Décadas. Este vehículo tiene más de tres décadas de existir en el mercado y lo que sigue.
Hace años, cuando se deseaba tener un automóvil con un desempeño superior, había que sacrificar el confort en el andar, en la habitabilidad y en el espacio de carga. Esto debido a que todos los deportivos auténticos estaban enfocados a entregar el mayor performance en carretera o en pista.
Al paso del tiempo, los fabricantes de automóviles, descubrieron que podían conjugar la comodidad y la deportividad en un equilibrio muy agradable. Y, bajo esta fórmula, fue posible tener un automóvil destinado a llevarnos a baja velocidad con todo el confort, y cuando se le requiere es capaz de cambiar de atuendo y convertirse en un auto 100 por ciento deportivo al poder andar tanto en autopistas como en los autódromos más exigentes para auto y piloto.
Si bien esta fórmula está siendo llevada a las SUVs para convertirlas en ejemplares de alto desempeño, esta receta de fusionar el confort con la deportividad en los sedanes nació en los ochentas con un vehículo que tiene más de tres décadas de existir: el BMW M5
Así, pues, BMW no sólo ha logrado que el sedán sea un deportivo nato, sino que también se ha superado a sí mismo con cada generación creada del M5. En su capítulo más reciente ( el sexto), el fabricante alemán nos demuestra que, cada vez es posible perfeccionar lo que hasta hace unos meses era la perfección.
Lejos de que si la carrocería luce más atractiva o aerodinámica que su antecesor, lo que hay debajo de este M5 nos habla de todo un derroche de ingeniería. Y es que, de la mano de los más de 600 caballos de fuerza, existe toda una serie de elementos mecánicos y tecnológicos que permiten pasar de un deportivo pura sangre a un vehículo sumamente suave y terso.
