No todas son caras duras y hoscas por exceso de trabajo en el Instituto Mexicano del Seguro Social; hay chispazos de buen humor entre los médicos y sus enfermeras sobre todo de los especialistas, verbi gratia:
-La lumbagia es atroz, necesito un alivio, clama el paciente con el rostro aperlado por el dolor.
-Necesito una radiografía pero primero necesita unos exámenes de laboratorio, responde el galeno sin levantar los ojos del expediente mientras hace garabatos en una hoja. -Aquí tiene la orden, me informa o me trae los resultados para pasarlo a rayos X.
En la sala de citas para radiografías el paciente forma cola, aferrado al mostrador porque la paralizante enfermedad amenaza doblarlo en una "L".
Corre el mes de agosto: la recepcionista le dice a interesado que hay citas para diciembre y le aconseja:
-Preséntese puntual, porque si llega cinco minutos tarde la pierde.
En otro consultorio y en otra sala previa cobertura de los primeros trámites, laboratorios, etcétera, el especialista en los ojos le indica al cegatón que necesita una radiografía para determinar el alcance de su dolencia ocular.
Un mes después están listos los resultados, luego de recorridos diarios entre la clínica de especialidades número 66 y el domicilio del interesado, una distancia aproximada a los seis kilómetros de ida y vuelta
Con la esperanza de un alivio inmediato, el enfermo se presenta en el consultorio del especialista, quien luego de una fugaz ojeada al informe, da instrucciones:
--Le voy a recetar colirio, una gota en cada ojo cada 12 horas, no lo pierda de vista. ¡El que sigue!
En un escenario diferente:
¿Padece tensión nerviosa? -tome Tarafil a diario, de por vida. -Me volveré adicto doctor. -De eso se trata. (Este chascarrillo me lo contaron, no me consta).
Un promedio de diez a catorce pacientes por día atienden los médicos familiares del IMSS y son generosos con sus clientes ocasionales a pesar de la seriedad de la situación. Les recetan medicamentos a granel, preferentemente omeprazol, ranitidina, aluminio con magnesio, metamizol sódico y el rey de todos, el paracetamol que cura todos los males físicos y algunos del alma.
El derechohabiente tiene que llevar un costal, un morral o una bolsa de la Soriana para darles cabida: las manos no son suficientes. Si los mueve en el mostrador donde ya está enfilado el siguiente solicitante, cajas y frasquitos caen por el suelo o hay que recogerlos de rodillas ante los ojos de conmiseración y algunos socarrones, de los alineados pero nadie se mueve para ayudarlo porque perdería su lugar en la cola… El IMSS, sarcástico, advierte: - Hay que aprender a vivir con el dolor, no hay otro remedio…